ROBER INIESTA: “DESTROZARES. CANCIONES PARA EL FINAL DE LOS TIEMPOS”

Un artículo de Ana Romero para ColumnaZero.
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Se autodefine como un maestro de la contradicción y de romper lo prohibido. Sus seguidores le ven como un superviviente del rock, de palabras con forma de puño y letras transfronterizas. Un extremeño que espera responsable al semáforo cuando ve a un grupo de niños mirándole, pero que se olvida de filtros a la hora de hacer canciones. El alma máter de Extremoduro ha publicado su segundo disco en solitario, Destrozares. Canciones para el final de los tiempos.

“Echan de menos al Robe de antaño”- dijo uno de los periodistas en la rueda de prensa de presentación de su último trabajo. “- Ya, eso me dicen. Pero a mí me la suda”- le contesta el artista. El placentino que puso voz a una de las bandas de rock español más importantes del país, admite que ha disfrutado del proceso de creación de Destrozares. “Me gusta eso de no tener paredes, poder hacer lo que quiera”. Un músico fiel a sí mismo, que no tiene en cuenta a la masa a la hora de crear. “Yo compongo con lo que me pone los pelos de punta. No hago cálculos, soy de corazón”.

El disco está tejido de letras violentas, pero no de furia, sino de una fuerza sacada de las entrañas de un Robe poeta y talentoso, loco, exhibicionista de sus adentros. Un LP dotado de espacios para flautas, acordeones, pianos, violines, saxos y clarinetes. Claro que no suena al Extremoduro, esos tipos capaces de llenar pabellones sin sonar en radios y, al mismo tiempo, de acumular alabanzas por parte de los críticos más severos. Suena a ave fénix, a aire fresco, de otro mundo. Un Robe más desgarrado y oscuro que en su anterior álbum, Lo que Aletea En Nuestras Cabezas (2016). El líder del grupo muestra una poesía dura, inconformista, que tira mucho de lo existencial. El reflejo de un mundo en ruinas, liderado por la televisión como instrumento de atontamiento, donde su único refugio es su mujer.

Es alérgico a las entrevistas y se ha cansado de hablar de política. Considera que el periodismo musical está lleno de colores como el rosa o el amarillo. “Si te preguntan por la pastilla, nunca se van a referir a la de la guitarra”- le decía el artista a uno de los asistentes a la presentación. A los eventos promocionales acude con el mismo uniforme que sus conciertos, con la melena despeinada y las camisetas lisas y llenas de arrugas. Posee la capacidad de manejar el lenguaje como le plazca. Puede juntar sus versos con los de Machado, Miguel Hernández o Neruda, utilizar los mismos adjetivos que Cela y tener el mismo camello que Keith Richards: nunca se parecerá a ninguno de ellos. Ese sea, quizás, el rasgo que mejor le defina.

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En 2014, Roberto Iniesta fue galardonado con la Medalla de Extremadura que le entregó el presidente de la Junta, José Antonio Monago. Con el metal al cuello, ataviado con una camiseta del artista Bansky y en mitad imponente escenario del teatro Romano de Mérida, sacó su chuleta y dijo que no iba a pedir utopías, ni la paz en el mundo, ni el fin del paro o el hambre. En lugar de eso, hizo un llamamiento al gobierno extremeño para que impulsara locales de creación, escritura, pintura, ensayos y salas de conciertos. “Lugares para que los jóvenes hablen y hagan un poco lo que les de la gana”. Porque a Robe, a pesar de los años y el desgaste, aún le quedan letras y ganas de creer en la humanidad.

Ana Romero Fernández

@AnaRmro

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