Casi sin descansar la noche anterior, la encontramos después de dar una conferencia y de atender a otros compañeros de la prensa. Rosa María Calaf, a sus 68 años, se siente afortunada porque necesita descansar muy poco tiempo para mantener toda esa energía. “Ahora doy conferencias y charlas, pero siempre viajo durante cuatro meses por el mundo”. Su última aventura, Mongolia en coche, haciendo turnos para conducir con su acompañante. Aunque ya no sea corresponsal de TVE, hay cosas en ella que no cambian. Entrevistamos en ColumnaZero a Rosa María Calaf.
Pregunta: Quería empezar preguntándole por Ucrania….
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Pregunta: Por su propia experiencia y por lo que le cuentan, ¿qué está pasando en TVE?
Respuesta: TVE nunca ha tenido vocación de servicio público. Los gobiernos de turno, unos de manera más sutil, otros de manera más directa, han creído que la televisión pública era suya, que tenía que responder a sus intereses en vez de al interés de la mayoría o al bien común, que eso es un servicio público.
En España históricamente somos muy capaces de construir rápidamente algo pero rápidamente abandonamos, no lo consolidamos y después destrozamos eso que hemos construido. Eso es lo que está pasando ahora, avanzamos tres pasos y retrocedemos dos. Ha habido una etapa relativamente buena, que ha sido la mejor que yo he vivido, en la que habiendo interferencias había las mínimas. Pero ahora vuelve a haber interferencias.
La ciudadanía tiene que tomar una posición activa, exigir calidad, pero tiene que ser consciente que eso vale dinero. Estamos creando una cultura de la gratuidad, todo requiere un dinero. Los impuestos tienen que servir para eso. Si somos conscientes del enorme valor que tiene estar informados, debemos exigir que se aplique para que nos den calidad, no intoxicación.
P: Dice que siempre ha habido interferencias. Usted ha sido corresponsal en Estados Unidos, en Rusia, en Italia… ¿en qué lugar ha recibido más presiones?
R: A mí nunca me han dicho que tuviera que decir esto o lo otro. Es verdad que hay temas de los que no se hablaba. En democracia la censura se ha convertido en que se habla de esto pero no de esto otro. Te decían “nadie habla de esto… no hay espacio… mándalo y ya veremos.” Esa es otra manera de controlar. Pero no he sentido que he tenido que decir algo que no quería. Estaba en una posición que podía negarme y me he negado a decir algunas cosas.
Por ejemplo, me he negado a decir lo que me pidieron para abrir el Telediario sobre unas imágenes de la guerra de Afganistán enviadas por el Pentágono. Yo les dije, “no voy a decir eso”. Y me dijeron, “bueno pues di lo que quieras”. Entonces yo dije que esas imágenes habían sido enviadas por el Pentágono y que ellos decían que era una operación que habían hecho pero que yo no tenía ninguna confirmación oficial de que eso fuera cierto.
P: ¿Usted cree que eso ahora mismo lo puede hacer un periodista…?
R: Muy difícil, muy difícil. Sé que es muy fácil decirlo. Muy difícil sobre todo para los que empezáis o estáis en este marco de precariedad, que estáis arriesgando vuestro puesto de trabajo. La gente más joven tenéis que poner unos límites. Ceder hemos tenido que ceder todos, pero hay un límite que no se puede traspasar porque no estás haciendo periodismo, estás haciendo otra cosa. Si quieres ser periodista y no te dejan y no puedes hacer lo que quieres o crees que tienes que hacer, pues tendrás que dedicarte a otra cosa.
P: ¿Es tan diferente el periodismo de ahora con respecto al que se hacía antes?
R: Tú podías trabajar con un tema durante días, hacer llegar la película por avión y después revelarla. Esto permitía mayor reflexión. Había una conciencia de que no se podía decir cualquier cosa, había que contrastar, había que confirmar… Ahora no, parece que todo vale, lo único que importa es ser el primero aunque sea para no contar nada o aunque después haya que desmentir o ni siquiera tomarse la molestia de desmentirlo.
P: ¿En qué lugar se ha sentido más realizada como periodista?
R: Pues en realidad eso me es muy difícil decidirlo porque he tenido una enorme fortuna, he estado en los sitios en los momentos más importantes. Estuve en Estados Unidos de corresponsal con Reagan, que significó un cambio, esa irrupción del mercado y la economía en la sociedad, como cuerpo doctrinal que se come todo lo demás. Lo que cuenta es el precio de las cosas, no el valor. Eso es muy terrible a la hora de construir sociedad. Lo sufrí mucho porque me costaba entenderlo, tenía una sensación enorme de responsabilidad de lo que contaba.
Viví el desmoronamiento de la Unión Soviética, Gorbachov, la Perestroika… eso tal vez fue lo más inesperado, cuando lo contabas no te creían, porque la imagen que había de la URSS era otra. Fue uno de los momentos históricos más importantes por el final de la Guerra Fría, aunque se ha visto que acabó sólo relativamente.
Luego en Italia estuve en la primera etapa Berlusconi, cuando la judicatura empezó a intervenir para salvar la democracia y hacer el intento de frenar la corrupción brutal y frenar la promiscuidad enorme entre economía, política y medios. Eso es muy peligroso: economía, política y medios deben controlarse mutuamente, si están juntos y en manos de la misma persona significa que tienes al zorro cuidando del gallinero.
P: ¿No echa de menos todo eso?
R: No, no lo echo de menos, yo también estoy extrañada. He tenido el privilegio de hacerlo durante años con unos recursos suficientes, el periodismo se podía hacer sin esta presión del espectáculo. Ahora es otra etapa, la vida son etapas. Estoy emocionadísima de poder alertar sobre lo que está pasando en el periodismo y defender una profesión que es fundamental para la vida democrática, contar todo lo que sé con total y absoluta libertad. Es otra manera de estar en primera línea.
P: ¿Cuáles son los referentes que encuentra actualmente en el periodismo?
R: Hay mucha gente muy buena. Por ejemplo el departamento de internacional de La Vanguardia, aunque hay mucha gente que ya no está. Un referente absoluto era Xavier Batalla al que os recomiendo que leáis. Y ahora mismo, pues no sé, Ramón Lobo, que tampoco está ya en El País. Hay muchos y tampoco quiero… Lo que sí os recomendaría mucho es mirar hacia fuera, ver periodismo anglosajón sobre todo, que tiene lo mejor y lo peor del periodismo. Se puede ver en internet gente que está haciendo cosas muy bien. Hay periódicos como The Guardian que todavía hacen investigación.
P: Como mujer, ¿cómo le parece que está evolucionando el papel de la mujer dentro del periodismo?
R: Ha habido un gran avance, cuando empece no había mujeres haciendo internacional. Hay que hacer un salto cualitativo porque se está en el medio pero no en los altos cargos. Pero también es cierto que hay un retroceso en cuanto a la utilización de los modelos de frivolización de la imagen femenina, de priorizar la apariencia física sobre el talento. Lo que no quiere decir que las mujeres guapas sean tontas, que es algo que la gente simplifica y siempre he estado en contra de eso. Lo importante es que te contraten por el talento. Lo que hay que preguntarse es si con ese mismo talento las hubieran contratado si fueran feas, en muchas ocasiones probablemente no.
Se prioriza el aspecto físico, porque se intenta banalizar el papel de la mujer y se banaliza la información. Se trata de retroceder en todo aquello que hemos ganado con mucho esfuerzo en muchos años. Se están introduciendo otra vez sin que nos demos cuenta una serie de modelos que creíamos ya estaban superados. Estamos tolerando que se haga mal con un fin muy perverso, banalizar la figura de la mujer, de un periodista, de un científico… Haces que pierda credibilidad, valor profesional y por tanto influencia. Como poder económico lo que te conviene es tener eso neutralizado.
O sea, que no os dejéis manipular.
Entrevista: Isaías Blázquez (@isaiasblazquez)
Dirección audiovisual: Víctor Marfil (@vmarfil)
Iluminación: Miguel Ángel Postigo
Equipo técnico: Manuel Gómez