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Analizamos el rol del mobile Money como mecanismo de inclusión social y financiera.
La era de los pagos digitales ha comenzado a nivel mundial. Según un estudio realizado por la consultora McKinsey el pasado mes de septiembre, el uso de los pagos digitales podría incrementar el PIB de todas las economías alrededor del 6%, es decir $3.7 miles de billones, para el año 2025, en lo que en este informe se denomina la “nueva ola de crecimiento”. Este mismo estudio indica que los pagos a través de teléfonos móviles podrían disminuir el coste de prestación de servicios financieros en un 80 o 90% aproximadamente. El uso de los servicios financieros en dispositivos móviles se ha propagado en todo el mundo en los últimos años y no sólo en los países más desarrollados. Llegados a este punto, les voy a presentar el Mobile Money (dinero electrónico), que siendo un tipo de servicios financieros móviles, se ha convertido en un valioso mecanismo con gran potencial para la inclusión social y financiera de la población no bancarizada, sobre todo en África del Este, posteriormente en Sudeste Asiático; y comienza a emerger en toda América Latina y el Caribe.
Para definir rápidamente el Mobile Money, se trata de un medio de pago electrónico a través de mensajes de texto de teléfonos móviles, que no requiere el respaldo de una cuenta corriente ni tampoco de conexión a internet, lo cual hace ideal su uso en zonas alejadas donde existe poca conectividad y no existe cultura ni costumbre financiera.
Los inicios: El ´Boom´ del Mobile Money en África del Este
En materia de Mobile Money, pionero fue el ya conocido caso en Kenia de M-Pesa (M significa “Mobile” y Pesa es dinero en Swahili), creado en 2007 por la compañía de telecomunicaciones Safaricom, que observó una oportunidad en ampliar el servicio de telefonía a los clientes a servicios para realizar pagos. A los cuatro años de funcionamiento, M-Pesa consiguió que el 80% de los hogares kenianos adoptaran esta tecnología alcanzando los 17 millones de clientes, por lo que rápidamente transformó la economía nacional, promoviendo la inclusión de aquellos que vivían en pobreza extrema. El caso de Kenia se fue contagiando a países colindantes, tales como Botsuana, Tanzania y Uganda. Hasta el punto de que hoy en día, África del Este es referencia mundial en inclusión social y financiera a través de este tipo servicios en dispositivos móviles. Si bien, la onda expansiva del Mobile Money iniciado en África del Este, ha tenido diferente repercusión en Asia y en menor medida en América Latina. A continuación, haremos un pequeño ejercicio comparativo para evidenciar estas diferencias entre zonas geográficas, relacionando el uso de dispositivos móviles para transacciones bancarias (mobile banking[1]), como se refleja en los siguientes gráficos.
Beneficios potenciales y principales retos de esta tecnología.
El Mobile Money puede llevar muchos beneficios a las zonas más aisladas con poca conectividad, donde la penetración de la banca comercial es irrisoria por escaso atractivo en el lado de la demanda. El dinero electrónico, por tanto, se convierte en una manera económicamente eficiente para acceder a esa población con servicios escasos. A modo de ejemplo, en Perú, de los 1,800 distritos que componen el país, más de 800 de ellos no disponen siquiera de un agente bancario por falta de atractivo por parte de los proveedores de servicio, esto es, los bancos. Y esta tendencia no es más favorecedora en otros países de América Latina. Habiendo dicho esto, el Mobile Money tiene grandes beneficios, entre los que destacaría la transparencia y rendición de cuentas en el flujo de capitales, la generación de historia crediticia de las personas, la reducción del fraude, la seguridad en los envíos y robos, o ayuda para la formalización de empresas.
Evidentemente, esta tecnología, consolidada en África del Este, en fase de consolidación en Sudeste Asiático y en fase de inicio en América Latina, contempla muchos desafíos. El principal desafío a nivel mundial es cómo adaptar los avances de la tecnología a la prestación de servicios en las poblaciones más alejadas. Asimismo, en el lado de la oferta, incentivar su uso por parte del pequeño comercio vía incentivos fiscales, por ejemplo, tal como ocurrió con la adopción de los terminales POS en Uruguay en 2012. En el lado de la demanda, los desafíos pasan por cómo acoplar esta tecnología a los comportamientos sociales existentes para que sea bien percibida. Obviamente, existen también muchos otros retos, como son: abordar la desconfianza percibida por la población al no ver que el dinero sea tangible[2], la dificultad para algunas personas de entender la forma de proceder con el aplicativo, consolidar un tejido de agentes autorizados no bancarios en las zonas más aisladas, conseguir la reducción de las comisiones bancarias que conlleva cada operación, ampliar la oferta a otros productos financieros (préstamos, seguros, etc.), vincular el dinero electrónico con los pagos del Gobierno a Personas (GtoP), véase Transferencias Monetarias Condicionadas[3] u otro tipo de subsidios; y contar con sistemas de comunicación y difusión eficientes.
Modelos de negocio: Modo en el que los actores proveen el servicio.
En la prestación de servicios financieros a través de Mobile Money conviven en el ecosistema varias tendencias entre las iniciativas planteadas. Por ejemplo, solo en América Latina podemos encontrar los siguientes casos: (i) Alianzas conjuntas entre varios operadores móvil y varios bancos (casos de Daviplata en Colombia, Billetera Personal en Paraguay o Billetera Móvil en Perú, etc); (ii) Alianzas entre un operador y uno o varios bancos (tal como hace Tigo en muchos de los países en los que está presente, Transfer en México, Meu Dinheiro en Brasil o M-Peso en República Dominicana); y (iii) iniciativas privadas en las que empresas que no son bancos ni operadores, adquieren licencia para emitir dinero electrónico (como M-Banco en El Salvador, Zuum en Brasil, o Pademobile y e-Zuza en México).
Una mirada hacia el futuro: Evolución en los próximos años.
Hay motivos para creer que el Mobile Money tomará cada vez mayor protagonismo en los países en vías de desarrollo en los venideros años. Alguna de las razones que llevan a pensar esto son la creciente conectividad a fibra óptica y red móvil, la tendencia ascendente a usar los dispositivos móviles hacia fines productivos-comerciales y las reformas llevadas a cabo en los marcos regulatorios del dinero electrónico en muchos países en los últimos años. Si bien, la consolidación de esta tecnología debe estar liderada por el sector público (en términos de competitividad, incentivos al uso e interoperabilidad), pero también deben existir actores privados interesados en desarrollar los pagos, que tienen como fin mejorar el bienestar de la población.
Además, a tener en cuenta en el desarrollo del dinero electrónico es la aparición de nuevos métodos de pago, casos de Facebook, Twitter, y otras redes sociales que comienzan a incluir el envío de dinero electrónico entre sus funciones, lo cual puede traer nuevos jugadores en la evolución del Mobile Money. Por ejemplo, en China la aplicación de mensajes instantáneos WeChat y el gigante de comercio electrónico Alibaba, han creado sus propias plataformas de pago (Alipay); o en Colombia, Daviplata (plataforma de dinero electrónico) ha llegado a un acuerdo con las empresas de movilidad EasyTaxi o Tappsi para pagos en los servicios.
A modo de conclusión, incrementar el uso del dinero electrónico en el mundo pasa por entender los comportamientos y necesidades financieras de la población tal y como sucedió en África del Este allá por 2007, creando productos que tengan impacto en la calidad de vida de la población y que sean percibidos como útiles para el día a día de los usuarios.
Javier Soriano Tabares de Nava
@columnazero
[1] Mobile Banking se entiende cuando se realiza una transacción bancaria a través de un dispositivo móvil. Mobile Money no necesariamente requiere de una cuenta bancaria para realizar una transacción.
[2] El Informe “An Ericsson Consumer Insight Summary Report de 2013” relaciona directamente el 61% de población no bancarizada con el 48% de la informalidad en el trabajo.
[3] Los programas de Transferencia Monetarias Condicionadas se dan en países de medio y bajo ingreso, y tienen como propósito reducir la pobreza con programas de asistencia social condicionada a las acciones de las personas receptoras. Es decir, el Gobierno sólo transfiere el dinero a las personas que cumplen con ciertos criterios. A modo de ejemplo, estos criterios pueden incluir matricular a los niños en las escuelas públicas, hacerse revisiones regulares en la consulta del médico o similares.
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