En los años 30 Adolf Hitler tenía el poder de una Alemania hundida en una profunda crisis y decidió que un gran aporte para la economía del país sería la producción de un coche de bajo coste, al alcance de los obreros, de fabricación nacional, fiable y que tuviese unas capacidades aceptables para sus clientes. Ferdinand Porsche, quien también fundó la prestigiosa marca que lleva su apellido por nombre, realizó el proyecto del “coche del pueblo” (traducido al alemán Volks Wagen). El Führer quedó convencido y llevó a cabo la construcción de la factoría Volkswagen y el modelo Beetle de Ferdinand Porsche.
En 1934 el ingeniero alemán comenzó a realizar minuciosamente y a mano los primeros prototipos, donde ya destacaban las formas curvadas que lo harían tan famoso e inolvidable. En 1938 se fabricó la planta de producción que daría vida al escarabajo en la localidad de Fallersleben (Wolfsburgo). Muy pocas unidades pudieron producirse en un primer momento, ya que al año siguiente llegó la Segunda Guerra Mundial; motivo por el que en los primeros años de la década de los 40 algunas unidades fueron modificadas para el uso militar.
La factoría había quedado prácticamente en ruinas cuando finalizó la guerra, pero decidieron reconstruirla y continuar con la producción del simpático modelo de Porsche. Así en 1946 la planta ya era capaz de realizar alrededor de mil vehículos mensuales.
Sin embargo no fue hasta los años 50 cuando el utilitario se expandió gracias a sus anuncios comerciales, simples y directos. En ellos se hablaba de que pese a su pequeño tamaño era capaz de circular a 100 km/h, su motor trasero y propulsión le ayudaban a superar condiciones adversas como nieve o barro y todo con precios de adquisición y mantenimiento muy asequibles para cualquier humilde trabajador.
En el año 55 ya se habían producido nada menos que un millón de Beetle. A partir de este momento la dirección de Volkswagen decidió que el escarabajo podría conquistar mercados fuera de Europa. En lugar de exportar los vehículos sería mejor construir factorías en puntos clave de todo el mundo como Irlanda, Sudáfrica, Nueva Zelanda, Australia, Brasil o Méjico, y desde ahí sería más fácil su expansión mundial.
Llegaron los años sesenta y el vehículo parecía que se quedaba algo anticuado, por lo que la marca llegó a plantearse si seguir fabricando el Beetle o cesar su producción a nivel mundial; pero sólo fue un lapsus, ya que el planeta seguía enamorado de este coche. Entonces decidieron realizar algún ligero cambio estético aunque manteniendo intactas sus líneas y además lo dotaron de un propulsor con mayor cilindrada y potencia.
Los años pasaban y llegó 1972. En febrero de este año el escarabajo superaba en unidades producidas al revolucionario Ford T de principios del siglo XX al realizar más de 15 millones de vehículos. Pocos cambios hubo hasta el final de sus días aparte de ligeras modificaciones según pasaban los años.
En Alemania cesó su fabricación a principios de 1978; aunque se mantuvo hasta 1980 la producción de la versión descapotable firmada por Karmann. Sin embargo en Méjico esto no ocurrió hasta mediados de 2003, finalizando la producción del clásico Beetle en el mundo con 21,5 millones de unidades y sesenta y cinco años después de su lanzamiento; lo que le convierte en el automóvil más vendido con el mismo diseño y en el coche que más tiempo ha mantenido su diseño original.
Todo un icono. Reconocible por personas de cualquier edad, procedencia y cultura siendo amante o no de los automóviles.
Diego Ávila