Los premios más codiciados de la industria del cine tienen su origen en 1929, en un momento en el que se establece la necesidad de premiar a aquellos profesionales por su “excelencia en logros cinematográficos”, pertenecientes a un sector, situado en los estudios de Hollywood, que era totalmente nuevo y sin experiencia alguna.
Desde entonces, han pasado más de noventa ediciones y en la próxima madrugada del domingo al lunes (en horario peninsular) podremos disfrutar un año más no solo de los espectaculares looks que veremos desfilar por la alfombra roja del teatro Dolby, sino también para descubrir quiénes serán los premiados en una noche llena de glamour y estrellas de todo el planeta. Antes de que llegue este día y para que no te pillen desprevenido, queremos descubrir algunas curiosidades que guarda esta ceremonia y que, probablemente, te dejen con la boca abierta. 3,2,1…¡Acción!
¿De dónde salió la famosa estatuilla? El diseño de este galardón, creado por el director artístico de Metro-Goldwyn-Mayer, Cedric Gibbons, está formado por un caballero desnudo que sostiene una espada y que está situado de pie encima de un rollo de película que representa los cinco puntos de la Academia: Actores, Directores, Productores, Técnicos y Escritores. Los materiales de los que están hechas cada una de ellas son el estaño y el cobre bañado en oro, aunque durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, estos metales se sustituyeron por yeso. Además, cabe destacar que cada Oscar es único y está numerado. De modo que se genera una gran serie limitada de la que ya se han realizado más de 3.000 unidades desde el año 1929. Por tanto, en un mes se producen alrededor de 50 estatuillas.
El precio de los Oscar. Por surrealista que parezca, esta figura de apenas 34 centímetros, 4 kilogramos de peso y 24 quilates de oro tienen un precio de 1 dólar. Esto se debe a que desde 1950 los ganadores deben firmar un contrato que les prohíbe vender la estatuilla sin antes ofrecérsela a la Academia por esa módica cantidad. A pesar de que exista esta norma, cada año se especula con la venta de estas estatuillas en el mercado negro. Asimismo, varias de ellas han sido vendidas en subastas y compradas por grandes figuras de la gran pantalla como Steven Spielberg, que ha comprado dos de ellas, el Oscar de Clark Gable y uno de Bette Davis.
En pocas palabras. Uno de los momentos más emotivos y esperados de la noche siempre suele ser el discurso de los premiados, los cuales se han convertido en el mejor escaparate para reivindicar y mostrar el descontento con ciertos aspectos de la industria. No obstante, desde que en 2002 la gala durara 4 horas y 23 minutos, los realizadores han acortado el tiempo de intervención de los afortunados. Para ello establecieron la regla de los 45 segundos por discurso, si algún artista sobrepasa este tiempo será cortado inmediatamente por la orquesta.
Que no quepa ni un alfiler. Sabemos que esta noticia te dejará helado y es que así es la magia del cine. El hollywoodiense Dolby Theatre, antes bautizado como Teatro Kodak, donde se han desarrollado durante los últimos años, tiene capacidad para 3.332 personas. Sin embargo, hay ocasiones en la que no todos los invitados asisten y algunos asientos quedan vacíos. Como un evento de estas características no puede permitirse que haya huecos sin ocupar, se les paga a algunas personas 125 dólares la hora para que llenen esas butacas.
Barriguita llena, corazón contento. Desde hace algunas ediciones atrás, ya es costumbre que, durante el acto de entrega de premios, se paseen repartidores de comida rápida, que los actores vestidos con las mejores galas posen con trozos de pizza como si estuvieran degustando el más sabroso de los manjares, etc. Pero no todo queda aquí. Tras conocerse a los premiados, se celebra una cena en la que se sirven, aproximadamente, 1.200 botellas de champán, 1.000 langostas, 1.200 ostras y 18 kilogramos de caviar, entre otras deliciosas creaciones culinarias, evidentemente. Como colofón final, se elaboran cuatro mil figuras de chocolate que replican la preciada estatuilla.
Adriana Sánchez-Cerrudo
@columnazero