
Si la Fashion Week había empezado con fuerza, los días finales no fueron menos. Nuestros artistas de la tela sacaron la inspiración de todo tipo de fuentes, desde las obras de Monet hasta un desguace abandonado. El resultado es todo un manjar para la vista. Y es que estos diseñadores consiguen sorprendernos edición tras edición, demostrando que la moda española no tiene nada que envidiar a la internacional.
La encargada de mantener el listón en la apertura del domingo fue Maya Hansen, quien logró mantener a los espectadores boquiabiertos iniciando el desfile con unas patinadoras. Una presentación perfecta para atraer la atención hacia una colección inspirada en el deporte, cuyas prendas parecían una deconstrucción de trajes de distintas disciplinas, como mostrando todo el trabajo que está detrás de las grandes competiciones. Y es que la diseñadora había salido a ganar. Una propuesta muy interesante que lograba dar feminidad a uniformes deportivos mediante colores sensuales y formas ajustadas. Los materiales duros como el neopreno se han empleado para crear corpiños que sujetan el pecho o marcan la cintura. Los armazones quedan al descubierto para remarcar hombros y caderas en tops y vestidos de palabra de honor. Ya lo vimos en los primeros días: el look deportivo será otra de las grandes tendencias la próxima primavera-verano.
La inspiración asiática rara vez se ausenta de una semana de la moda, pero lo de María Escoté ha sido darle un giro completo. Ha conseguido sorprender con algo tan típico como la temática de la cultura China, y ha sido gracias a su reinterpretación juvenil y urbana del imaginario chino tradicional. Dragones y kimonos son dos de los personajes principales de una colección cuyos estampados y colores parecen sacados de una serie de dibujos de los 90. Los cortes de las características vestimentas chinas conviven con otros más camiseros, petos e incluso slip dress, todo con un aire muy actual y desenfadado. Destacan los looks monocolor, entre los que nos ha sorprendido especialmente una tonalidad que solo habíamos visto en Juan Vidal: el naranja butano. En definitiva, es una de las propuestas más divertidas, contemporáneas y ponibles. Un diez rotundo.
La de Teresa Helbig ha sido una de las colecciones más aplaudidas. La firma ha vuelto a sus orígenes con el vestido de fiesta que la hizo nacer, pero no se ha quedado en el pasado, sino que ha hecho un viaje completo por la historia de los trajes de baile. Plumas y brillos han rebosado por todas partes en un trabajo que ha adaptado a las celebraciones todo tipo de prendas: tutús, monos, vestidos de todas las longitudes, trajes de dos piezas que parecían bikinis pensados para soportar el sudor en la pista de baile… Unas creaciones más elegantes, otras más pícaras, pero de fondo, las mismas ganas de disfrutar. De nuevo nos encontramos con los volantes, las transparencias, los cuellos de camisa, y una chaqueta de esmoquin transformada en vestido. Todo espectacularmente favorecedor, una versión moderna de Gatsby que resulta imposible rechazar.
El dominio de los volúmenes que demuestra Amaya Arzuaga mejora edición tras edición. Lo que en colecciones pasadas eran prendas abultadas, con dimensiones más grandes en ciertas partes del cuerpo, se ha fusionado ahora con pliegues muy ricos. Una auténtica arquitectura de las telas. La diseñadora ha optado por combinar materiales duros y transparentes con otros más finos de aspecto sedoso. Con los primeros genera volúmenes en brazos y caderas. Los segundos los maneja a su antojo para crear todo tipo de figuras, desde flores minimalistas hasta una columna vertebral que cubre la espalda de un vestido. Estas figuras ponen el broche distintivo a prendas con cortes de base limpios y bastante sencillos: mini vestidos, pantalones rectos y tops sin mangas. En cuanto a los colores, no es la primera que apuesta por un cambio en la gama típicamente veraniega; se mantiene el blanco, pero en lugar del azul nos encontramos con negro, verde oscuro y un rojo anaranjado. La propuesta se presenta como una celebración de los 20 años de la firma en la pasarela Cibeles, y recoge perfectamente la evolución de su estilo.
El de Ailanto ha sido un desfile más veraniego, aunque ha mantenido los colores apagados que están predominando en esta edición. En su caso, los estampados han sido la tónica general, presentes en casi todas las prendas. Los delicados motivos florales y diseños geométricos (zigzag y triángulos) se han tintado de grises, tonos tierra y pinceladas de aguamarina, en un juego de transparencias y telas fluidas. Y es que la colección tiene una inspiración muy ambiciosa: la producción artística de Monet a partir del 1906, cuando pintó los jardines y estanques de su casa rosada. De ahí los aires románticos de los vestidos y chalecos largos y kimonos semitransparentes (otra prenda estrella para el próximo verano). Una producción cuidada, delicada y muy femenina, con esa elegancia del estilo clásico, actualizado con escotes en V y cortes que dejan ver las piernas. Los diseñadores han conseguido calcar el magnetismo de una obra de arte en sus creaciones, dándoles un aspecto discreto pero muy deseable. Y nosotros no tenemos suficientes piropos para describir el desfile.
Si lo de Ailanto fue sutileza, lo de María Ke Fisherman fue pisar fuerte. En un momento, la pasarela pasó de ser un jardín con nenúfares a un desguace, y las prendas delicadas y femeninas fueron sustituidas por otras de estética destroyer. Pero aunque las apariencias fueran más duras, el fondo ganaba en ternura, ya que los diseñadores han hecho esta colección en agradecimiento a las Carmelitas Descalzas, encargadas de la confección de las prendas de la firma. Por eso, a los estampados de choches y llamas se unían las frases “God is on the road” y “Made in heaven”. Los colores predominantes se mantienen con respecto a los otros desfiles, pero esta vez los cortes cambian radicalmente. Prendas largas y amplias que más que cubrir el cuerpo parecen esconderlo, pero de nuevo con las aperturas, que ya consideramos otra tendencia. Resulta llamativa la presencia de pantalones campana y tops de crochet, ya de moda este pasado verano, en looks que recuperan el layering. Se consolidan así combinaciones y prendas a las que nos hemos ido adaptando esta temporada, pero en la clave deportiva que vimos en jornadas anteriores.
La temática automovilística duró poco, porque Juana Martín volvió a llenarnos de flores, esta vez buganvillas. La entrada al jardín de la diseñadora la componía un conjunto de vestidos camiseros minimalistas, en blanco con detalles en negro y grandes volantes. Estas mismas prendas marcan la transición hacia otras con estampado de flores en tonos rosas, cambiando los volantes por mangas abullonadas, a medio camino entre un estilo romántico y otro más moderno. Los cortes de camisa se intercalan con vestidos lenceros, que dan una vuelta a la tendencia del layering al usarse superpuestos sobre maxi camisetas transparentes con apliques forales en azul. Este color marca el cambio hacia la última parte de la colección, en la que el carácter fantástico adquiere un aire más serio.
La última jornada de la Fashion Week empezó con Felipe Varela, cuya colección estaba dedicada a las noches de verano. El negro fue el protagonista absoluto, tanto que el propio diseñador salió a saludar tras el desfile vestido con un traje de riguroso color noche. Junto a este aparecieron las telas metalizadas, y una mezcla de materiales que fue lo más característico de la propuesta. Esta vez no vimos solo transparencias, encajes y brillos, sino que nos sorprendimos con la presencia de piel y pelo en chalecos y chaquetas cortas. Las prendas exaltaban la faceta más sensual de la mujer mediante faldas cortas y tirantes, básicos en las noches estivales. En cuanto a tendencias, de nuevo nos encontramos con cortes que dejan al descubierto las piernas y un lado de la cadera. Esas asimetrías se observan igualmente en las mangas de las prendas y las colas de los vestidos. El cinturón marcando talle y los bolsos de mano se consagran como accesorios imprescindibles.
La noche también fue la inspiración de Alvarno, que cambió el lado oscuro por una gama de colores reducida pero potente. Azul cian, amarillo, rosa fucsia y… ¡otra vez el naranja butano! Ya parecía difícil que un diseñador se atreviera con uno de los tonos más odiados mundialmente, pero que se repita sobre la pasarela es algo inaudito. Por mucho que haya estado en la semana se la moda, nosotros rezamos porque los de Inditex no se vuelvan locos con él el próximo verano. Independiente de eso, lo atrevido de la colección fueron las prendas en sí. Porque teníamos el típico mono de noche, pero en un azul brillante y mucho más corto que los que acostumbramos a usar, cubría poco más que la rodilla. También había trajes de falda y chaqueta, pero no el clásico con americana, sino más bien una especie de deconstrucción de un kimono, del que han conseguido sacar (no sabemos cómo) una mini falda, un top y una chaqueta que sientan de lujo. Y, evidentemente, había pantalones largos, pero de nuevo, nada predecibles, porque en lujar de una prenda de vestir nos encontramos con unos pantalones de cargo, de esos con bolsillos laterales estilo militar, pero con un corte a medio camino entre unos chinos y unos vaqueros rectos. Todos los estilismos jugaban con la superposición de capas, añadiendo pañuelos o sacando volúmenes nuevos, aunque manteniendo una estructura sólida. Lo repetimos cada año, pero es que Alvarno saca ideas de donde parece que ya no queda nada nuevo por hacer. Y encima, lo hace bien.
El punto medio entre el romanticismo sofisticado de Ailanto y el modernismo de Juana Martín lo trajo The 2nd Skin Co. La propuesta era digna de princesas contemporáneas, llena de colores pastel y flores pequeñas. La estructura las traía a la actualidad, repitiendo los cuellos de camisa, mangas más abullonadas de la cuenta y muchos volantes, todos ellos aplicados estratégicamente para que las prendas no fueran cursis, sino de una feminidad de hoy en día, de esa que da a las mujeres valor para enfrentarse a lo que sea. La inspiración no les ha llegado de la realeza, sino de Jerez de la Frontera. De ahí las flores, los volúmenes y la gracia de unas prendas impresionantemente bonitas. Tanto que brillaban con luz propia, independientemente de que fueran cubiertas al completo de lentejuelas o no. Otra de esas colecciones para el recuerdo que nos hacen llegar a la recta final de nuestra semana favorita con buen sabor de boca.
Jorge Vázquez ganó todos los reconocimientos antes de empezar a desfilar, porque la puesta en escena impresionaba por sí sola. La sabana africana recreada en el espacio de la pasarela, con vegetación y jirafas incluidas. Y es que su propuesta retomaba una de las tendencias que ya vimos en el MFShow, la estética safari. Pero estaba claro que lo suyo no podía ser el típico traje caqui con sombrero de explorador. Se trata de una versión mejorada hasta el infinito de lo que uno se imagina al pensar en un safari. Para empezar, la elección de colores fue de lo más acertada, ya que optó por introducir una gama de burdeos y granates con tintes marrones, mostazas y verdes profundos; las versiones adultas de los tonos del verano. Las prendas eran una reinterpretación del uniforme de explorador, con camisas alargadas y faldas que iban ensanchándose a medida que ganaban vuelo. El pelo animal fue su mejor aliado para complementar unos estampados tan delicados como los de Ailanto, aunque correspondientes con la temática de Jorge Vázquez, quien ha conseguido revivir a Ava Gardner y Grace Kelly de Mogambo.
Tendencias de la etapa final de la Fashion Week:
- El estilo deportivo de Maya Hansen
- Los looks monocolor de María Escoté
- Las prendas camiseras de Teresa Helbig
- La nueva gama cromática para verano de Amaya Arzuaga
- El estampado floral de Ailanto y Juana Martín
- El layering y los pantalones campaña de María Ke Fisherman
- Las prendas metalizadas de Felipe Varela
- Los kimonos de Alvarno
- La inspiración safari de Jorge Vázquez
Clara Auñón