
Ha transcurrido la friolera de 35 años desde que Ridley Scott dirigiera Blade Runner (1982), cinta seminal del cine de ciencia ficción contemporáneo e hito incuestionable para todo lo que vendría después en lo referente a cine futurista.
Fracaso en taquilla en el momento de su estreno, película de culto con los años, ha visto retrasada su secuela debido a la incapacidad de sus creadores y productores de otorgar una personalidad propia a una película que cargaría sobre sus hombros la pesada carga de ser comparada con la original. Habida cuenta de las implicaciones estéticas, tecnológicas y filosóficas que contenía la cinta de Ridley Scott, la falta de un guión sólido que no solo prometiera una orgía de efectos especiales, y los devaneos a la hora de elegir un director que llevara a buen puerto la aventura, han retrasado sobremanera la producción de Blade Runner 2049 (2017). En 2017, contra todo pronóstico, ya podemos visionar la continuación del mítico filme protagonizado por Harrison Ford y Sean Young.
La productora Alcon, propietaria de los derechos de Blade Runner contactó con Ridley Scott para que se hiciera cargo de la dirección de la película, solicitud que el realizador inglés rechazó por problemas de agenda con el rodaje de Alien Covenant (2017). No obstante, Scott se reunión con Hampton Fancher, escritor del guión original, para vislumbrar una historia épica, de corte muy futurista en la que la inteligencia artificial tuviera un papel muy preponderante, sería una inteligencia artificial dotada de emociones en medio de un mundo en pleno colapso, concretamente localizado en Los Angeles en el año 2049. La película ha sido dirigida por el realizador de la notable Arrival (2016), Dennis Villeneuve, obteniendo un resultado apubullante y estremecedor con Blade Runner 2049.
Han transcurrido treinta años desde los incidentes en la Tyrrel Corporation cuando el agente K (Ryan Gosling) está a punto de descubrir un secreto que atañe directamente a la compañía y al futuro desarrollo de la inteligencia artificial y las relaciones entre ésta -los replicantes- y el resto de los humanos. K buscará la ayuda de Rick Deckard (Harrison Ford), ambos unirán sus fuerzas contra Niander Wallace, responsable de la compañía tras la muerte de su fundador, el mítico Tyrell. Ana de Armas interpreta a Joi, compañera de K, en un rol que recuerda enormemente al papel de Sean Young en el título original.
Blade Runner 2049 es una delicia visual. Esto vaya por delante, antes de otras consideraciones. los diseños originales de Syd Mead y Lawrence G. Paul, creadores de la estética retrofuturista de Blade Runner, se han desarrollado con el objeto de ofrecer una sensación de claustrofobia aún mayor. El diseñador Dennis Gassner recoge el testigo de un universo desolado y espiritualmente baldío, frío y descorazonador. El director de fotografía Roger Deakins -que ya trabajó con Villeneuve en Sicario y Prisioneros- nos ofrece un severo contraste entre la ciudad, oscura y asfixiante, y el exterior, ocre, árido y desolado, creando un inquietante retrato futurista de los suburbios angelinos.
Al igual que en Alien Covenant, los productores han querido dotar a la película de un ánimo expansivo, concibiéndola como una pieza más de un puzle llamado «futuro». Si Alien Covenant -donde Ridley Scott avanza algunas de las premisas argumentales de Blade Runner 2049- disponía de un cortometraje que avanzaba el argumento de ésta, Blade Runner, además de compartir retazos de una narración común, también ha contado con dos cortometrajes que llenan el vacío de los treinta años transcurridos entre una película y otra: 2036 Nexus Dawn, dirigido por Luke Scott (hijo de Ridley Scott) y el animé Blade Runner Blackout 2022, dirigido por Shinichirō Watanabe. Ensanchar el recorrido de Blade Runner y alejarlo del cerrado -pero poético- ambiente de cine negro de la película original es una maniobra arriesgada pero quizás necesaria para nuestros tiempos. Vivimos en un momento en el que la tecnología es una parte muy íntima de nuestra vida, no podemos pensar en una existencia al margen del resto de los seres humanos que nos rodean, aunque éstos se encuentren al otro lado del globo, y por tanto, sus historias también son las nuestras, y nuestro devenir como especie es también el suyo. Blade Runner plantea una película suma arquetipos, figuras entendibles para cualquier ciudadano del mundo en un orbe dominado por la ultratecnología. Las profecías ciberpunk de literatos del género como William Gibson están siendo arrolladas por un realidad cuyo atisbo se contempla en Blade Runner como un todo global para la mente y embriagador para los sentidos.
La tardía secuela de Blade Runner tiene su justificación más allá de una operación comercial bien medida. El impresionante resultado obtenido ha trascendido las líneas del puro marketing para situarse allá donde muchos realizadores querrían ver sus obras, en el territorio de lo artístico, de la obra que trascenderá las generaciones por contar cosas que aciertan en la diana del existencialismo, no dando respuestas sino suscitando muchas preguntas. En lo visual, Blade Runner es un espectáculo único y épico, realizado con un titánico esfuerzo para sustentar con imágenes lo que los personajes sienten y lo que quieren transmitir al espectador.
Alfredo Paniagua
@columnazero