Como si de los datos de una manifestación se tratase, las lecturas de los resultados electorales han variado según quién las haya analizado y según el color desde el que nos los hayan querido vender. Rojo y gualda o estelado, la propuesta plebiscitaria ha hecho que el análisis más extendido se realice desde los bloques del “sí” y del “no”. En este artículo aportamos otra lectura necesaria a los resultados.
En la tarde del 27 de septiembre Raül Romeva salía al púlpito para anunciar la victoria de su candidatura con poco más del 60% de los votos escrutados. Artur Mas, como President y no como candidato, proclamaba la victoria de Catalunya y reclamaba respeto, a la vez que anunciaba el inicio del camino del procés ya que las fuerzas políticas a favor de la independencia –la suma de Junts pel sí y CUP- obtenían mayoría absoluta de escaños en el Parlament, objetivo marcado que legitimaría seguir la hoja de ruta hacia el Estado propio constituyente. En contraste, Antonio Baños, encabezando la única fuerza política independentista que subía votos y escaños –CUP- y con la honestidad política que le caracteriza, declaraba que los pro independencia habían perdido las elecciones al no obtener mayoría de votos sobre el total de los emitidos a candidaturas.
No muy lejos de allí, en clave autonómica y convertido ya en un partido de calado nacional, Ciudadanos celebraba su espectacular e histórico auge hasta posicionarse como segunda fuerza más votada. Una Inés Arimadas venida arriba pedía la convocatoria de nuevas elecciones donde se dejara de lado la lectura plebiscitaria y sirviesen únicamente para formar un Gobierno. Por último, las caras de circunstancia de los militantes del PSC, PP y Catalunya Sí que es Pot –IC mas los nuevos simpatizantes de candidaturas populares de izquierda- hablaban de un fracaso de partido –Podemos- más que de un triunfo colectivo; ambos tres actuaban con la vista puesta siempre en las Generales de diciembre.
Con o sin plebiscito, en votos absolutos se comprueba que el comportamiento electoral ha seguido la tendencia marcada por las europeas de 2014 –hablamos de la entrada de Podemos y el auge nacional de Ciudadanos- y la propia estructura histórica de los electorados catalanes; es decir, mayor apoyo electoral a CiU en elecciones Autonómicas, mayor apoyo a PSC y PP en Generales y un reciente descenso de votos hacia CiU, PSC y PP frente al crecimiento de ERC y Ciudadanos, además del mantenimiento de votos hacia IC y formaciones próximas a Podemos. Con estos datos se afirmaría que Junts pel sí no obtiene un aumento significativo de votos por ser la candidatura que aglutine el voto del ciudadano independentista sino que sus votos continúan en la línea de los obtenidos por CiU y ERC en las pasadas autonómicas de 2012. Sí que es cierto que con la unión de ambas fuerzas políticas la fragmentación electoral, dentro de su índice elevado, ha descendido –ha pasado de 0,83 puntos a 0,78- y que el número efectivo de partidos también ha descendido –de 6 a 4,6-; pero el carácter plebiscitario de los comicios y la suma de fuerzas políticas ha hecho que la victoria se perciba mayor que la real. Así mismo, el descenso del PSC no es tan acusado mientras que el del PP es realmente grave –una pérdida de más de 123.000 votos-. Los resultados de ambos partidos hay que leerlos en clave nacional. Estudiando los datos e intuyendo la continuidad de la tendencia, es de suponer que el PSC pueda seguir teniendo fuerza para que sus escaños en el Congreso ayuden a que Pedro Sánchez sea el nuevo Presidente del Gobierno. Por el lado de la derecha, dichos datos confirman que la elección como candidato del polemista Albiol se enmarca dentro de una posible estrategia en la que el PP da finalmente por perdido el electorado catalán –tal cual advertía Sánchez-Camacho- y prefiere centrarse en recuperar los votos perdidos del resto de España lanzándoles mensajes-alarma desde Catalunya como punto cardinal del miedo.
Lo que queda fuera de toda duda es el récord de convocatoria electoral, ya indicado con los primeros datos de participación de la mañana, sólo equiparable a las elecciones generales de 2004 donde el PSC aupó a Zapatero a la Presidencia del Gobierno. Esos 70.000 votantes más respecto a 2004 aun con un censo electoral disminuido, han conferido a las Autonómicas de 2015 el rango de elecciones de máxima importancia, no sólo motivado por el carácter plebiscitario de los comicios sino también por la visible movilización del bloque nacionalista.
Los mapas muestran el porcentaje de abstención obtenido en cada una de las comarcas de Catalunya y el porcentaje de votos sobre candidatura de la formación Junts pel sí. La correlación entre las comarcas donde menos abstención se identifica y las que más voto independentista ejecuta parece evidente. Mucho más interesante resulta si visualizamos la composición geográfica del voto independentista total –Junts pel sí más CUP- sobre el censo. Es la mejor forma de estudiar la penetración del voto sobre la población y según territorio; además de ser el dato más acertado si se lo quiere comparar con la estructura de la abstención.
Claramente el independentismo ha ganado en aquellas comarcas donde ha habido menor abstención –comarcas como Priorat o Pla de l’Estany donde más del 67% del total del censo ha votado a formaciones independentistas tienen sólo un 16% o menos de abstención- mientras que las formaciones unionistas o no posicionadas son mayoría en las comarcas costeras y el Valle de Arán, precisamente aquellas con un índice mayor de abstención.
En clave plebiscitaria, que es como se han estudiado estas elecciones, el “sí” ha ganado en escaños pero no en votos. Esto es debido a que el “sí” ha penetrado con fuerza en comarcas donde hay menor número de población, territorios a los que el sistema electoral gratifica para que puedan obtener representación en el Parlament; pero eso, como diría aquél, ahora no toca. Centrémonos en los votos obtenidos por los bloques.
Sólo un 0,28% de votos sobre candidaturas separa el “sí” del “no”, diferencia muy ajustada que desde la formación Junts pel sí han querido anunciar como de valoración errónea ya que no se ha tenido en cuenta que parte de los candidatos y los votantes de Catalunya Sí que es Pot no se han posicionado al respecto. Síndan por válido el siguiente reparto de voto en tres bloques:
El “sí” pasa aquí de perder a ganar por 8,65 puntos, ejemplo fiel de la frase “divide y vencerás”.
Como he comentado más arriba, la mejor forma de estudiar la penetración del voto es calcular los resultados sobre el censo.
Si bien el resultado es el mismo –el “no” gana al “si” de forma muy ajustada cuando se le suma el voto de Catalunya Sí que es Pot mientras que el “sí” gana al “no” cuando se crea un tercer bloque de votantes- las cantidades no son semejantes a las resultantes sobre voto a candidatura. En el último gráfico el “sí” gana al “no” por 6,62 puntos, dos puntos menos que en el segundo gráfico que vimos. Esos 6 puntos son una cifra muy similar al porcentaje de votantes que las asociaciones ciudadanas pro independentistas ANC y Omnium son capaces de movilizar; cifra que, frente a la menor movilización de los unionistas, ya hemos comprobado que desequilibran la balanza en favor del “sí” –vuelvo a remitir al artículo.
Aun así, si fuésemos totalmente justos y separásemos los que declaran el “sí” a la independencia de los que declaran el “no” y los que no se posicionan, deberíamos de sumar también en este tercer bloque de “no posicionados” a toda esa parte del electorado que ha votado a otras formaciones que no han obtenido representación parlamentaria, que han efectuado un voto en blanco, voto nulo o la abstención, ya que esta proporción de electorados también forma parte del censo. En ese caso la imagen exacta de la población catalana en clave plebiscitaria es la siguiente:
Catalunya, según las elecciones autonómicas de 2015 y leyendo los resultados como plebiscito, se compone de tres bloques de medida similar que dice que dos tercios de la población está en contra de ser un Estado independiente o no se posiciona al respecto. Por desgracia, nuestro sistema electoral ofrece muy frecuentemente mayorías absolutas en parlamentos que representan una minoría frente a la declaración política de la población; en este caso, además, la responsabilidad política está mucho más allá de la formación de un Gobierno ante una situación donde parece imposible emprender el procés sin generar conflictos políticos, fracturas sociales y heridas entre bloques. Habrá que esperar a diciembre para ver cuál grande es la burbuja y qué comportamiento tienen los catalanes cuando se trata de elegir a un Presidente de Gobierno.
Cenzo A. de Haro