Un completo paseo por todo lo que han dado de sí los últimos doce meses en materia musical. Los grupos más destacados y las canciones que marcarán este año con enlaces a Spotify.
El final de una época, la confirmación de otra.
El silencio como protagonista, ¿llegaría la música a depender tanto del ruido como del silencio?, algo que por su propia naturaleza puede resultar antagonista, unos chavales del suroeste de Londres llamados The XX lo hicieron posible. El silencio y el ruido. El beat, la guitarra, el bajo y las voces. De la simplicidad a la complejidad, de la juventud a la madurez. Los espacios y las texturas. Y la melancolía y el amor como últimos sentimientos perdurable en la música. Así es Coexist, un álbum difícil de encuadrar pero que adquiere mayor fuerza a medida que pasa el tiempo.
La transición en Reino Unido ha llegado a su fin, la confirmación de una nueva era de talentos, de hacer música y el fin de otra de la que ya solo quedan rescoldos, que se mantienen encendidos por la insistencia de ciertos medios de comunicación.
La psicodelia o su reinvención.
Un género que gozó de su máximo esplendor creativo a finales de los 60’s y que se mantuvo activo en gran parte de los 70’s. Este año ha sido sin duda el género musical por excelencia; desde el pop más clásico con lo nuevo de Ariel Pink’s Haunted Graffitio algunas canciones del Shield de Grizzly Bear, como en el pop más experimental de Animal Collective . Pero sin duda el grupo que ha llevado a cabo la reinvención de este género de la forma más plena y extrema ha sido Tame Impala y su Lonerism. Un viaje de álbum que parte de la estructura más clásica del rock para pasar a ser un lienzo lleno de colores, sensaciones, sonidos que entran y salen de las canciones compactados a base de sintetizadores y acompañados por la voz de Kevin Parker que recuerda un tanto a la Lennon. Puede que estemos ante el disco del año, un Revolver del siglo XXI, un caso de esos en los que se renueva un género olvidado y surge algo grande (como hicieron The Strokes y ese pop-rock sucio underground de The Velvet, Television y New York Dolls para dar a luz Is This It).
La electrónica como reflejo.
Una época realmente confusa, la nuestra. Llena de matices y de incertidumbre, en donde todo sufre un proceso de etiquetado para llegar a perecer al día siguiente. El mundo se mueve demasiado deprisa, la información es capaz de recorrer el planeta en 140 caracteres y entre tanta agitación no hay tiempo material para encontrar un fin sino que la vida ha pasado a ser un estado de tránsito constante.
La música ha servido como medio de convulsión, de libertad, de reacción y de protesta pero también como espejo que va cambiando y adaptándose a los tiempos. Dentro de la música, la electrónica es el reflejo de esta cultura masiva del siglo XXI y se ha convertido en un territorio inabarcable lleno de tonalidades y en donde, ahora, cualquier chaval con su ordenador puede subir una mixtape a Soundcloud y a los cinco meses estar actuando en el Coachella.
Parte de la electrónica de este año está despojándose de un elemento fundamental, uno de los pilares de su creación: el baile. Ha pasado a ser algo más espiritual, más personal e intimista como reacción a la masificación carente de calidad que se lleva a cabo en otros terrenos. Desde el Post-Dubstep que impera en Reino Unido con los discos de Actress y Andy Stott, pasando por la ensoñación constante de lo nuevo de Flying Lotus y la creación de texturas y formas a base de ritmos africanos, free jazz, ambiente y ciertos toques psicodélicos. Incluso en el nuevo álbum de Crystal Castles apenas hay una canción bailable, en la forma tradicional, es algo oscuro e individual que rechaza lo colectivo.
Una chica de 24 años con mirada perdida y pelo rubio cambiante al más puro estilo Clementine en Olvídate de mi, llegó a resumir la noche de nuestro tiempos a base de una serie de beats industriales. ‘Te veré en la noche oscura’ proclama el estribillo de Oblivion, segunda pista de Visions, un disco de pop electrónico futurista que está llamado a ser una de las claves de esta década.
Dentro del terreno patrio, es un año de enhorabuena sobre todo por debut del Dj y productor barcelonés Oriol Riverola alias John Talabot y su aclamado fin. Ritmos que juegan con el ambiente, que te transmiten a la jungla para volver a una pista de baile en cuestión de minutos. Tal ha sido la repercusión que The XX lo eligió como telonero en su gira.
Del dream pop al garage más experimental.
Este año se ha confirmado el estado de gracia en el que se encuentra el indie americano, tanto en el terreno pop, garage o dream-pop. Desde el clasicismo sentimental de lo nuevo de Dirty Projectorshasta la experimentación extrema del garage de Ty Segall o la confirmación de que Beach House es un grupo mayúsculo, referente del dream-pop, ese género tan de moda ahora.
Y entre tanto Chromatics y su mezcla perfecta de synthpop y post-punk que rescató Nicolas Winding para el inicio de Drive y que en marzo de este año publicarían el álbum definitivo en su discografía, Kill for Love, un disco de 16 pistas preciosistas y aparentemente sencillas que tienen un aire a Jesus and Mary Chain pero que también recuerda a Beach House o a New Order todo ello desde una perspectiva totalmente nueva, aunque parezca reconocible.
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Jorge García Martínez (@JorgeAnsorena)