
La red social creada por Jack Dorsey es la principal herramienta de correspondencia entre los ciudadanos, los medios de comunicación y los poderes públicos. Así, en una sociedad cada vez más exigente y descontenta, Twitter ha ido adquiriendo la función de soporte de presión popular.
En San Francisco, 2006, nacía Twitter, preguntando a sus usuarios: “¿qué estás haciendo?”. En noviembre de 2009, convertida en una red social de referencia, los administradores comprendieron que el pájaro azul volaba sobre el mundo con nuevas alas, y comenzaron a dirigirse a sus consumidores con: “¿qué está pasando?”. El cambio se había confirmado, se atravesó la línea del individualismo para pedir un contexto, los sucesos de un entorno que se ha globalizado, con Twitter aportando inmediatez a esa universalización. Quisieron trascender y lo han logrado.
Se ha producido una conexión mundial en 140 caracteres que ha provocado que ya no sólo los periodistas y especialistas ofrezcan una opinión al alcance de todos, ahora cualquiera puede llegar a cualquiera. Los twitteros más ingeniosos y con mejor expresión han creado un círculo de influencia de cientos y decenas de miles de followers. Éstos últimos crean sus juicios en torno a los tweets de los primeros, que se han convertido en líderes de opinión.
En este sentido, entre todos los usuarios se produce una realimentación. Los que cuentan con más seguidores también reciben la opinión de sus followers, interactúan con ellos produciéndose un debate entre todo el círculo que le rodea, y los que hemos llamado líderes de opinión reciben las críticas y las reproducen en su tweet line para hacerlas visibles a gran escala, provocando su entrada en la agenda social. Así, se va desarrollando en Twitter un efecto de bola de nieve a medida que se suman los reproches. Esta pelota cada vez cae con más peso sobre las cabezas de poder, aumentado la presión que se ejerce sobre ellas, no sólo para hacerles conscientes de la realidad, sino también para estimular un cambio de la misma.
Esto en parte es posible porque Twitter se ha convertido en la medida de todas las cosas. Una de sus particularidades es que nos ofrece valorar las aportaciones de los usuarios, es decir, sus tweets, mediante dos variables, los Retweets (RT) y los Favoritos (FAV). La ecuación es sencilla. Cuantos más RT y FAV obtengas más visible eres; por lo tanto, lograrás más seguidores y, en definitiva, más influencia, como comentábamos anteriormente. De esta manera, se puede advertir claramente que Twitter tiene la capacidad de medir distintos aspectos de la esfera pública, como el prestigio de los personajes reconocidos, la autoridad de los poseedores de poder, o el ascenso en la escala social de los ciudadanos, los cuales se suelen incluir en algún movimiento popular.
Un ejemplo de la presión que se ejerce en Twitter y sus consecuencias se produjo el pasado 9 de octubre. El periódico El País publicó su portada del día siguiente, en la que incluía la imagen de Teresa Romero, la sanitaria española contagiada de ébola, en su habitación del Hospital Carlos III de Madrid, a través de un monitor de atención. El estado en el que se encontraba la paciente y la intimidad que esto requiere, abrió la veda en Twitter. Los usuarios, considerando que se había sobrepasado la franja de la dignidad, la moralidad y la privacidad, publicaron sus quejas mencionando al citado medio. Los más influyentes, captando el ambiente hostil que se estaba viviendo en la red, se unieron al clamor popular y ejercieron de canalizadores hasta que la presión fue tan exhaustiva que El País decidió no publicar la fotografía.
No obstante, estas cualidades que ha adquirido Twitter también puede perjudicar a la réplica ciudadana en la calle, pues uno puede implicarse en la lucha social desde casa, lo cual es más propio de un ciudadano pasivo. Esto es un grave error, ya que realmente la reunión de una masa enfurecida visible se produce en manifestaciones y protestas callejeras multitudinarias, mientras que en la red social este fenómeno es virtual (no es real), espontáneo, y compuesto por usuarios que, en muchas ocasiones, esconden su identidad.
Óscar Reyes