
El horror que vino de Japón.
Estrenada en España como La Señal (The Ring, 2002), el remake de la película japonesa Ringu (1998), dirigida por Hideo Nakata, inaugura el mercado al cine de terror japonés en occidente. Fue lo nunca visto: fantasmas vengativos de pelos podridos y poderes sobrehumanos acechaban a los elegidos ¿aleatoriamente? para morir, para unirse a su particular «compaña» en muchos casos, pero en todos, una venganza aparentemente sin sentido regía el comportamiento de estas entidades que aparecían desde las sombras y volvían a ellas cuando habían terminado su macabra misión. En esencia, esas son las características argumentales de este tipo de cinematografía. En su forma, el cine de fantasmas japoneses es atmosférico y envolvente, usa sonidos extradiegéticos que magnifican la tensión de las situaciones y buscan crear un enorme desasosiego en el espectador. Si las fórmulas no son nuevas, si lo era su puesta en escena.
De entre todas las sagas de fantasmas japoneses, la de La Maldición (Ju-On, 2000) y Ringu son las más famosas y valoradas, con potentes directores a las riendas de sus producciones. Ambas sagas cuentan con sus respectivas secuelas en la industria cinematográfica nipona y sus obligatorios remakes (más o menos afortunados) en la industria norteamericana. Sin duda la saga Ringu ha sido la mejor parada en esta carrera comercial. Ringu también ha salido vencedora, de lejos, en el plano artístico, aspecto imprescindible para que la película de Hideo Nakata sus secuelas y sus remakes hayan sido consideradas como clásicos imprescindibles para el aficionado al terror contemporáneo. El estilo de Ringu es oscuro y gélido, sin apenas estridencias, y juega como factor terrorífico con la misma presencia de un espectro, el de la niña Sadako Yamamura, que no está interesado en comunicarse con los vivos, sólo busca la muerte y la venganza, y la lleva a cabo en el ámbito cotidiano y familiar de los protagonistas.
Arranca la saga japonesa con Ringu (1998), basada en la novela homónima de Koji Suzuki (que también participó en la escritura el guión de las dos versiones de la película). La novela, publicada en 1991, también fue objeto de adaptación de una serie televisiva casi al mismo tiempo del estreno de la película de Hideo Nakata. El argumento de su adaptación cinematográfica se distancia bastante de la novela, siendo ésta más compleja en su narración y en las motivaciones del fantasma para comenzar su terrible venganza. Paralelamente al rodaje y estreno de esta primera cinta de Hideo Nakata, se pone en marcha su segunda entrega, Ringu 2 (The Ring, 2), también dirigida por Hideo Nakata. Esta película se regodea en los argumentos esgrimidos en su antecesora, enfatizando los aspectos visuales que la procuraron un triunfo tan sonoro. No se hace esperar una precuela: Ringu 0 (2000), dirigida por Norio Tsuruta, una cinta que explica el origen de la maldición y escarba en la infancia de Sadako y en su proceso de prefiguración como ente maligno gracias a su personalidad misántropa y psicópata, una película aclaratoria e imprescindible en el universo Ringu.
En oriente, la saga Ringu ha tenido mucha más repercusión que en occidente. La industria oriental sabe muy bien que su potencial y vasto mercado necesita de filmes de explotación para exprimir al máximo su capacidad de acumular ganancias con una buena idea. Dos películas en 3D: Sadako 3D (2012) y Sadako 3D 2 (2014), y un crossover Sadako Vs. Kayako (2016) completan, hasta ahora, la saga japonesa. Contamos también con un desconocido remake surcoreano, The Ring Virus (1999).
Uno de los realizadores más prolíficos de la productora Dreamworks en sus tiempos de gloria, Gore Verbinsky, se hace cargo del remake de Ringu. Pese a las pocas esperanzas que los aficionados depositaron en un director que había mostrado poco carácter en sus obras anteriores, La Señal (The Ring, 2002), protagonizada por Naomi Watts y Martin Henderson, resulta ser una creación potente y de gran fuerza visual. Gore Verbinsky reutiliza todo el material de Ringu y crea una historia enmarcada en dos mundos: por una parte el decimonónico ambiente American Gothic donde se enmarca el origen del fantasma -llamado ahora Samara Morgan-, y por otra el mundo contemporáneo y tecnológico donde las víctimas de Samara son cazadas de forma cruel y despiadada por este fantasma, cuyo look apenas ha sufrido modificaciones respecto al ideado por Hideo Nakata. La Señal fue un éxito de taquilla y público, y también supuso el desembarco del cine de terror nipón en EE.UU. y en Europa. Al mismo tiempo, las productoras se frotaban las manos ante las enormes posibilidades de la realización de remakes y spin offs de todos los títulos ya realizados en Japón, y aún los que estaban por llegar.
La secuela de La Señal fue realizada por el propio Hideo Nakata. El realizador japonés comienza así una poco afortunada carrera en el cine norteamericano. Incidiendo de forma reiterada y agotadora en los tropos que convirtieron en un filme de culto a la versión norteamericana de su primera película, el trabajo de Hideo Nakata en La Señal 2 (The Ring 2, 2005) tiene más de rutinario que de estimulante. La película reincide en situaciones ya manidas y en momentos que no sorprenden al público, la historia únicamente tiene interés cuando profundiza en el origen de la maldición de Samara Morgan, subrayando aquel ambiente American Gothic en el que se enmarca la génesis del fantasma. El descalabro de La Señal 2 no premonizaba un futuro muy prometer para la saga, tanto es así que una nueva secuela, con más aspecto de exploit que otra cosa, tardaría doce años en realizarse, su nombre es Rings (2017), una película que se desmarca en muchos aspectos de la trama y personajes del primer Ring norteamericano.
Rings ha sido dirigida por un español, Francisco Javier Gutiérrez, realizador de la interesante 3 Días (2008). Talento desaprovechado en suelo patrio, Gutiérrez se traslada en 2009 a Estados Unidos en busca de una industria que de alas a su creatividad. No obstante, tardaría varios años en conseguir un proyecto de envergadura con el que comenzar lo que creemos que va a ser una prometedora carrera como realizador. Rings no es una obra de arte precisamente, no contiene elementos que busquen el ensalzamiento del título como obra de culto. Antes es una obra de explotación, una película que utiliza el marco narrativo de La Señal para intentar relanzar una franquicia que con esta nueva película ya se muestra agotada. La elección de un elenco joven apoyado por algunos actores veteranos como Vincent D´Onofrio no es suficiente para sostener a una película que se sabe enteramente deudora de sus predecesoras. El guión incluye algunas novedades y una escena que coquetea con el cine catastrofista, pero aún así, y pese a su abultado presupuesto (33 millones de dólares), Rings tiene más de neo-slasher -con más de un guiño a la terrorífica It Follows (2014)- que de ghost-movie.
El repaso a toda la saga, japonesa y norteamericana, es un ejercicio de sano horror. La influencia de Ringu en el cine actual a un lado y otro del orbe es un hecho indiscutible. Los cambios estéticos y formales de este cine de horror han influido notablemente en películas como la cercana No apagues la luz (Lights Out, 2016). Nuestra forma de considerar a los fantasmas en el cine como entes perdidos en busca de redención, ha cambiado considerablemente. Desde la aparición de Ringu en nuestro acervo cinematográfico, los fantasmas ya no nos parecen tan simpáticos y no nos detendremos a pedirles explicaciones de qué hacen o que quieren, simplemente seremos testigos de sus mortales caprichos y con ello disfrutaremos estremeciéndonos.
Alfredo Paniagua
@columnazero