La compañía ha logrado hacer de la calidad de sus productos su estandarte. Sin foto, con fruta. Sin trampa, ni cartón.
“En La Vieja Fábrica no hay foto, hay fruta” es uno de los claim más reconocidos de la publicidad. Ello se debe al gran trabajo de simplificación de la identidad y filosofía de la marca. Desde que en 1834 La Vieja Fábrica empezara a producir mermeladas ha abogado por destacar la calidad de sus productos. Y que mejor reclamo que eso. Sin necesidad de fotos en sus envases, los consumidores y sibaritas puedes a primera vista destacar la fruta de la que está compuesta sus mermeladas.
Si bien en la última década en el marketing de mercado se impuso el packaging como método indispensable para convencer/atraer al cliente final, en los últimos años parece que el usuario final exigente prefiere la calidad y sencillez. De ahí, que el claim de La vieja Fábrica esté de nuevo más vivo que nunca.
La marca no utiliza mayor atractivo que su producto, si necesidad de ingenio visual ni envoltorio residual con el que impresionar al consumidor, consiguiendo reflejar tradición, experiencia y saber hacer. Unas cualidades perfectas para ser la principal ventana de comunicación hacia el cliente. Deshacerse del packaging clásico para acercase al experimental, capaz de evocar sensaciones.
El proceso artesanal de fabricación, junto a la utilización de frutas selectas de primera clase, le da ese toque casero a los productos de La Vieja Fábrica. Todo ello unido a su capacidad de evocar y su infalible claim, la convierte en una de las marcas mejor posicionadas en el sector alimentario.
Equipo ColumnaZero
@columnazero
