Un reciente estudio publicado en la revista Neuron afirma que las personas tenemos dos maneras de olvidar los recuerdos: hacerlo sin más o sustituirlos por otros con un contexto similar.
A lo largo de la vida, con el paso de los años, todo el mundo afronta situaciones lo suficientemente grandiosas para hacernos pensar en ese preciso instante que querríamos que nunca acabase. Por el contrario, también es común vivir momentos que nos hacen pensar en que ‘mañana será otro día’.
Mientras que lo habitual es guardar bajo llave esos recuerdos de felicidad que pueden alegrarnos un mal momento, no menos común es tirar la llave al fondo del río para ver si con el paso del tiempo, los malos recuerdos se van para no volver. Dicen que la memoria es selectiva, aunque quizá sería mejor pensar que los selectivos somos nosotros.
Según un estudio llevado a cabo por el doctor Roland Benoit, neurocientífico del Medical Research Council Cognition and Brain Science Unit (Cambridge), y publicado en la revista Neuron, las personas podemos expulsar recuerdos o sustituirlos por otros cuyo contexto sea similar pero más agradable. “Un mal recuerdo puedes, de alguna manera, o expulsarlo o intentar pensar en otra cosa, como tal vez las vacaciones que pasaste con esa pareja antes del terrible momento de la ruptura”, señalaba Benoit.
Los participantes en el estudio fueron sometidos a una resonancia magnética funcional que hizo reparar a los científicos en que, en el caso de sustitución de recuerdos, la zona cerebral que trabaja es la relacionada con la memoria consciente. Mientras, en el caso de querer olvidar ese pedacito de nuestra memoria, el hipocampo es inhibido por el córtex prefrontal cuando en la otra situación ambas partes trabajan en conjunto. «Saber que procesos distintos contribuyen al olvido puede ser útil, porque la gente, naturalmente, puede hacerlo mejor en un enfoque u otro”, señaló Roland Benoit. Quien no olvida es porque no quiere.
Pablo Cañeque