Guatemala es el país en el que más mujeres mueren asesinadas de Latinoamérica. Se calcula que dos mujeres mueren a manos de hombres como consecuencia de la violencia machista.
Torturas, cuerpos mutilados, cuellos degollados, salvajadas que en Guatemala se viven todos los días pero que en España raramente se mencionan en los periódicos. Ni siquiera puede cuantificarse el número de muertas ya que muchas están desaparecidas. Los últimos datos de 2010 dicen que 800 mujeres perdieron en lo que ha acabado por denominarse “feminicidio”. A la violencia de género se suman los crímenes cometidos por el crimen organizado y las mafias de narcotráfico como forma de sembrar el terror y controlar a la población.
Las agresiones sexuales están arraigadas en la sociedad guatemalteca. Socialmente siguen cargando con el estigma social y la vergüenza de denunciar una violación lo que acalla a muchas. 4000 denunciaron este último año algún tipo de agresión sexual y es mucho mayor el número de las que no denuncian y esperan que los agresores dejen de pegarles y con suerte no las maten como les ha ocurrido a vecinas.
El “feminicidio” en Guatemala sería inviable si el sistema financiero no lo permitiera. Los bancos y los empresarios que blanquean dinero que proviene de negocios ilegales como el tráfico de drogas y de armas o la prostitución, y si la justicia osara tocar a los criminales se estaría produciendo un ataque directo al corazón del sistema financiero.
En 9 de cada 10 familias guatemaltecas se ha producido algún tipo de violencia contra las mujeres de la casa, indica La Asociación de Mujeres de Guatemala. Solamente se rompe este patrón en mujeres que tienen acceso a la educación. Cambiar esta situación pasa por romper patrones de siglos, celosamente vigilados en una sociedad aferrada a valores medievales, y requiere de la colaboración de distintas organizaciones internacionales que hagan por educar a las mujeres de una sociedad extremadamente pobre.
La intención de la violencia sexista es la de devolverlas al ámbito doméstico a la mujer, evitar que conquiste nuevas parcelas sociales. Por desgracia, Guatemala no se trata de un caso asilado, aunque menos conocido que los casos de ciudad Juárez.
Ana Pérez López
Foto: Alonso Díaz