
La evitable carga de la búsqueda de la certeza.
Al principio no lo entiendes bien. Después llegan las afirmaciones y todo cobra sentido. La estructura de No llores, vuela (2014) es compleja en la misma medida que interesante. En paralelo dos historias se desarrollan, y el presente baila con flashbacks del pasado, o quizás sean flashforwards… La posibilidad es, sin duda, admisible. El interés dramático se sostiene sobre la culpa. Ese sentimiento es paralelo en la narración y se mueve a lo largo del tiempo.
No llores, vuela se enmarca en corrientes feministas, que, para la conclusión del film, va a reafirmar lo sospechado previamente sobre el carácter de la protagonista, Nana (Jennifer Connelly). Junto a su hijo Iván (Cillian Murphy/Zen McGrath), los roles de género a los que estamos acostumbramos se tornan. Ella se define por su fuerza y tesón, ha superado todos los obstáculos apostados en su camino vital mientras él, no ha superado todas esas trabas con la misma voluntad, reafirmando la postura femenina, sorprendentemente para el siglo XXI, con valores normalmente poco adheridos a la mujer en el cine. Con ello recuerda a caracteres determinantes en la historia del cine, como el de Marlene Dietrich en La Venus Rubia (1932) de Josef von Sternberg.
Es por esto, que las cineastas y el cine periférico guardan mucho poder para cambiar los roles que se han adherido al género en el cine, con sus excepciones puntuales. Encontramos aquí una mujer fuerte, guiada por su propia voluntad y convicciones. Igualmente es una mujer quien lleva estas tramas paralelas a su desembocadura, en ese caso una joven periodista interpretada por Melanie Laurent. No es necesario divinizar la figura de la mujer, pero es necesario quizás llevar este género al extremo al que supuestamente no pertenece, para poder encontrar, en el camino, la igualdad. El cine continúa siendo un portador machista, donde la igualdad avanza a pasos muy lentos. La percepción de géneros está estancada en cómo los cineastas piensan en los personajes, y estos sorprendentemente están condicionados por el género. No es tanto el machismo explícitamente como implícitamente en todo lo que concierne al personaje.
Quizás el punto más débil es el propósito de esconder el clímax, que hace de la narración algo confuso. Con ello, comprender el motor de la historia también resulta complicado, y la experiencia se muestra vacua mirando una bonita composición. El otro punto débil es el déficit en la explotación en el acercamiento espiritual a la naturaleza. Prestando el cine como el formato artístico, quizás falla ese encuentro con el medio ambiente más allá de la filmación del paisaje. Hubiese sido pertinente explotar más formas sensoriales de transmitir las vibraciones naturales a través del cine, porque narrativamente estaría justificado y saldría del mundo narrativo para pasear por el sensorial, que hubiese subrayado ese interés humano que sostiene la película.
Claudia Llosa lleva a sus espaldas numerosas nominaciones y premios en Berlín, Rotterdam y Mar del Plata, un camino del que su nueva película probablemente sea heredero.
P: Tú escribes tus historias, pero ¿te consideras más directora?
R: Mi proceso natural y búsqueda es el papel, aunque me cuesta más porque soy más de la imagen que del papel. Sí que tengo un proceso que me resulta muy natural y muy orgánico, exploro primero en guión y a partir de ahí, doy paso a la dirección, de hecho, yo estudie guión. Yo quería ser guionistas, no tienia intenciónes de dirigir, y cuando he empezado a buscar financiación para mi primer guion Madeinusa (2006) me empecé a reunir con productores y tuve la suerte de conocer a José María Morales, el productor de esta película y de todas las anteriores. Me dijo que este guión sólo le interesaba si lo dirigía yo, pero yo no quería, y él me dijo dirigir es fácil, escribirlo es difícil, y en cierta medida lo comparto con él, aunque la dirección también es dificilísima. Casualmente caí ahí y me encanta, me complementa, en guión hay una parte muy intima y solitaria que se complementa con esa parte más colaborativa y de disciplinas distintas que es la dirección, ahora ya no podría volver al guión…
P: ¿Es una droga?
R: Es una droga, es fascinante, yo creo que eso el contacto con la gente es lo que también me apasiona. De muy joven quería ser psicoanalista y me hubiese faltado lo gregario, la comunicación, el lograr unir visiones distintas en una sola.
P: Aquí la imagen está muy tratado, todo tan frío: incluso la nieve o los actores con unos rasgos muy fríos, ¿vino este trabajo de la estética paralelamente al guión?
R: Siempre hay imágenes muy claras que aparecen mientras estoy escribiendo, por ejemplo esa primera imagen del niño, de ese primer plano del halcón que está enmascarado y lo vas siguiendo como si fuese un personaje más, al que no vas a reconocer directamente, me pareció una imagen tan poderosa que sabía que iba a ser así. A lo demás sí le doy mucha libertad, tengo algunas imágenes en cada escena que me obsesionan.
P: En esta película haces muchas preguntas a las que no respondes explícitamente, una de ellas en concreto es el afán de la protagonista en aferrase en algo que no cree…
R: Las personas nos enfrentamos en momentos concretos de nuestras vidas que nos llevan al límite, recurrimos al mecanismo de encontrar donde sea una sensación de seguridad, de certeza, para poder controlar, y la certeza en inherente a la vida, ese sentido oculto de la existencia con el que finalmente todos los personajes logran tener una comunicación con ese sentido oculto, con esa cosa de no poder reducirlo con palabras. Mis mecanismos probablemente estén más ligados a la ficción, y utilizo esa ficción como un modo de exploración o sublimación, creo en eso, hablo de ese terror a la vulnerabilidad, a ese momento de mayor fragilidad, y como queremos a toda costar encontrar esa seguridad, que no va a llegar, a pesar de los mecanismos que encontremos, y la única diferencia con los mecanismos que yo uso es que el arte acepta más esa subjetividad aunque su fin sin duda no es ese.
P: Como intentar aceptar que te estás autoengañando…
R: Es que yo creo que en ningún momento se engaña, acepta ese misterio y esa no certeza y logra tener una relación genuina con ella, no pretende controlar y ahí su búsqueda. El proceso de Nana es aceptar ese no-control, ni piensa controlar lo que ocurra. No creo que Nana tenga fe ciega sobre lo que hace, cree más en el proceso y en la transformación que implica ese viaje y no pretende poseerlo, eso también es lo que finalmente ocurre con Iván, que busca entender, cómo va a perdonar algo que no comprende, cómo perdonar lo impredecible. Y es una pregunta tan relevante hoy en día…
P: ¿Y cómo fue el trabajo de retransmitirle esa idea a los actores?
R: Ha sido fascinante, todo proceso de dirección con esa alma frente a ti que está entregando sus objetividad implica el dialogo, la escucha, la conexión más humana, y en mi caso, lo que yo encontré con cada uno de ellos fue esa capacidad de comprender la historia, entender la capacidad y dimensión de lo que estaba ocurriendo en cada uno de los personajes, el proceso de entregarte a la expresión del dolor sin regocijarte en él. Dejar que eso ocurra y que ocurra con toda su intensidad no lo hubiese logrado sin su talento y trabajo, ellos me han dado la libertad de contar esta historia. Implica la confianza mutua, esa es la clave.
P: ¿Qué tienen los halcones que no tiene otro animal?
R: Hay algo en el halcón, esa belleza extrema, también ese atractivo agresivo, muy primitivo, muy primigenio, que quieres domesticar, pero es indomesticable y tú lo sabes, pero hay una dependencia con ello, saber en qué momento puede convertirse esto en mi contra y aceptar ese vínculo con ese riesgo. Es esa vulnerabilidad lo que me apasiona de la relación entre un cetrero y un halcón, es muy espiritual y mágica, son como dos imanes, que cuando se unen demasiado se pueden absorber, y cuando se separan, ya no se sienten. Genera una incógnita, que de alguna manera me interesaba para crear la atmosfera.
P: La película parece dar un vuelco a los roles de género, ella es más fuerte de carácter, él parece superar peor los obstáculos de la vida…
R: Él es un hombre que aprende a aceptar su propia vulnerabilidad, todo el rato el tiene una necesidad de que le expliquen, le pidan perdón, y de repente se da cuenta de todo lo contrario, necesita que le perdonen y le da una humanidad, él es el que busca, el que perdona. La película lo que te dice es que en la vulnerabilidad está la fuerza, no en la coraza. Atreverte a ser vulnerable es lo que te da el coraje para enfrentar tu lado más genuino. Coraje viene de corazón, y de actuar según lo que te dicta el corazón, no viene de ser valiente porque me enfrento. A pesar de que está congelado, emprende un viaje muy individual que lo termina descongelando.
P: Entonces, no crees que el personaje de ella sea más fuerte…
R: Para mí la fortaleza no está en evadir, no lo veo así, no creo que sea aparentar seguridad como aceptar la vulnerabilidad, desde mi subjetividad.
Entrevista: Alverto Sánchez (@heyalver)
Fotografía: Tere García