
La biología del xenomorfo.
De todas las sagas del cine fantástico hay una que brilla con luz propia, la saga Alien, una franquicia que ha sabido mantener, gracias al empeño de su productora (Fox Entertaintment), un sabio equilibrio entre la sostenibilidad de los ya seis episodios, más otros dos crossovers, Alien Vs Predator. Lejos de presagiarse un desgaste progresivo de su argumento y estética, la saga Alien cuenta con un plus a la hora de renovar sus planteamientos basados en una mitología que fue bosquejada en su primer episodio, Alien el octavo pasajero (Alien, 1979), dirigido por el británico Ridley Scott. Este realizador nunca se desvinculó del desarrollo de saga; aún más, se ha encargado de dirigir personalmente los dos últimos capítulos de una nueva trilogía a modo de precuela, capítulos añadidos que clarifican y lanzan el universo Alien a nuevas dimensiones, lejos del acotamiento, la linealidad y el hermetismo de sus primeras entregas.
La génesis de Alien el octavo pasajero es paralela a la de algunos de los grandes títulos del cine norteamericano de género de finales de los 70. La libertad creativa de que disfrutaban los realizadores a sueldo de los grandes estudios y la eclosión del cine de ciencia ficción, ampliada por una visión estética contemporánea y visualmente estimulante (podemos citar al filme de George Lucas THX 1138 como abanderado y pionero de esta nueva forma de ver el cine de ciencia ficción), revoluciona la escena del género. Alien el octavo pasajero es, sin duda, la piedra angular de una forma de hacer cine de ciencia ficción que marcaría un antes y un después, y cuya herencia no deja de bendecir las ideas más interesantes del panorama actual.
Referencialmente, la génesis de la idea de Alien el octavo pasajero la podremos encontrar en la cinta de serie B, IT! The terror beyond space (1958), pero fue el guionista Dan O´Bannon, que previamente había colaborado en el libreto y reparto de la ópera prima de John Carpenter Dark Star (1974), el que aporta algunas de las ideas más interesantes a la película de Ridley Scott. La productora Brandwayne se asocia con Fox en una aventura que prometía dar en el clavo mezclando la space opera, el terror gótico y una revolucionaria visión de la entidad alienígena diseñada por el artista suizo H.G. Giger. Ridley Scott dotó a la nave Nostromo de una estética sucia, lejos de la estilizada visión del vehículo aeroespacial que el público pudo contemplar en 2001: Una odisea en el espacio (1968) de Stanley Kubrick.
Alien el octavo pasajero lanza al estrellato a Sigourney Weaver, actriz británica cuyo rol como la Teniente Ripley marcaría un antes y un después en la forma cinematográfica de ver a una heroína: la mujer frente al monstruo ya nunca se amilanaría ni gritaría de pavor como sucedía en los filmes clásicos. Sigourney Weaver repetiría su papel en las otras tres entregas que conforman el primer bloque de la saga: Aliens El Regreso (1986), Alien 3 (1992) y Alien Resurrection (1997). La progresión del personaje consigue sus mejores registros dramáticos en Alien 3, donde una Ripley, torturada por las experiencias vividas en los anteriores episodios, termina con sus huesos en una prisión estelar, contaminada por un alienígena, gestante y a la espera de que su pecho reviente para dar a luz a una reina alien. No obstante, la británica ya se había ganado a pulso su reputación de icono erótico del cine fantástico en Alien el octavo pasajero, donde demuestra su valentía ante la amenaza y exhibe un físico portentoso y estilizado. En plena era Reagan (1981-1989) y con la explosión del revanchismo militarista que puso tan de moda las películas de explotación sobre la Guerra de Vietnam, James Cameron, también guionista de Rambo (1985) consolida, en Alien El Regreso, la imagen de la Teniente Ripley como una mujer de armas tomar, combatiendo con a tiro limpio contra una colonia de aliens.
Junto a este nuevo estereotipo de heroína combativa, la reinvención de la figura del androide y, por ende, de las formas de interacción de la inteligencia artificial con los humanos, sería otra de las constantes de la saga, aspecto determinante y pilar esencial de los guiones de todas las entregas, a excepción el dudoso trabajo que realiza Winona Ryder en Alien Resurrection como frágil y dolente androide, donde se nos ofrece una interpretación aburrida, aquejada de una estruendosa falta de personalidad. La programación de los androides de la saga alien cuestiona las leyes de la robótica promulgadas por Isaac Asimov y serán, en casi todos los casos, los intereses de la compañía Weyland, propulsora de las expediciones coloniales, los que definan el propósito oculto de las expediciones contando con sus androides como quinta columna y garantes de esos intereses, siempre relativos al desarrollo de armas biológicas.
Las saga alien nos ofrece la panorámica de un futuro hiperbólico en el que las expediciones espaciales para colonizar otros planetas plantean una situación incierta en la Tierra. El siguiente título en la filmografía de Ridley Scott fue Blade Runner (1982), en el que se planteaba un escenario terrícola superpoblado y una industria basada en la explotación y el colonialismo de otros planetas gracias a androides sintéticos llamados «replicantes». El giro que Ridley Scott ofrece a la saga en la primera entrega de su trilogía para la precuela cuenta con el androide David (Michael Fassbender) como garante de los intereses de la compañía Weyland, y más concretamente de su fundador, Peter Weyland (Guy Pierce), un androide con un extraordinario nivel de conciencia de sí mismo y un pensamiento existencialista muy parecido al de los replicantes de Blade Runner.
Aliens El Regreso fue la cinta con más acción de la saga. Los marines coloniales, fuerzas de choque de un gobierno terrícola fiscalizado por la compañía Weyland son los encargados de realizar una operación de búsqueda y destrucción parecidas a las seek & destroy del ejército norteamericano en Vietnam: otra cacería de bichos, comenta uno de los miembros del pelotón del cabo Hicks (Michael Bieh), dando a entender que estos marines ya están acostumbrados a limpiar los planetas a punta de pistola para extender el colonialismo por toda la galaxia. No obstante, los colonos son usados como conejillos de indias, como material instrumental al servicio de la compañía para desarrollar las armas biológicas. Si en Alien el octavo pasajero son los miembros de la tripulación del Nostromo las víctimas propiciatorias, en Alien El Regreso lo serán las tropas de asalto de la compañía. En Alien 3 la compañía no dudará en exterminar a los internos de la cárcel espacial para llevar a la encinta Ripley a la Tierra, y en Alien Resurrection las sofisticadas técnicas de clonación y manipulación genética buscarán la mejora del arma biológica a costa de las vidas de colonos nuevamente. En la continuación de Prometheus (2012), primer título de la nueva trilogía, la reciente Alien Covenant (2017), la nave colonial porta más de 2.000 colonos en estado hibernación, aparte de unos centenares de embriones humanos aptos para su desarrollo. El desenlace de la película dibuja un aciago panorama en la que, por puro ego, una mente criminal que está dispuesta a expandir la amenaza xenomorfa a la colonia aún no formada.
Prometheus supone el retorno a la franquicia de Ridley Scott. El control de Scott sobre el producto final es absoluto y el realizador plantea una trilogía a modo de precuela que finalice en el primero de los episodios de la saga, esto es, en Alien el octavo pasajero. Prometheus no es una película sobre xenomorfos, es una película sobre el universo alien, concretamente sobre los ingenieros que se vislumbran en la cinta de 1979 en forma de aquel space-jockey con el pecho abierto por la explosión de un xenomorfo. Si bien el guión es bastante endeble y carente de la férrea lógica de otras entregas, la película ofrece una punto de vista singular y traza el camino para ulteriores capítulos. Ayudada por los últimos avances en tecnología de efectos especiales logra crear atmósferas sumamente atractivas y soluciones visuales novedosas, gracias a un sólido diseño de producción. Su continuación, Alien Covenant, es una cinta que posee un buen planteamiento pero que lo desarrolla con irregularidad, aunque posee la virtud de dar un enfoque clasicista al guión, usando elementos intertextuales y estéticos del movimiento romántico, la Roma clásica y la civilización sumeria para montar una historia que pivota en torno a la figura del demiurgo, del creador, y de su responsabilidad ante la obra creada y ante la manipulación de la naturaleza como fuerza imbatible que éste se cree con la capacidad y la obligación de vencer.
Resumir la saga de Alien es tarea complicada por todo lo que lleva implícito su imaginario y el impacto que ha tenido en nuestra cultura popular. También es una tarea extensa, son muchos los aspectos a considerar, desde los puramente artísticos o visionarios hasta los crematísticos, que hacen que los ríos de tinta que se escriben sobre todas las entregas les consideren como piedras de toque de una ciencia ficción que ha crecido a la luz de la figura xenomorfa. La vuelta tras la cámaras de su creador original, Ridley Scott, supone la resurrección de un mito por parte de su propio creador. La evolución de la saga desde el terror gótico hacia multiplicidad de registros y lecturas es un aliciente que cualquier aficionado no debe pasar por alto y resignarse a la nostalgia de los primero títulos. La saga evoluciona y pronto se desprenderá de su cordón umbilical para buscar otros mundos, la próxima entrega, Alien Awakening, cuyo rodaje está previsto para 2018 supondrá otro punto de inflexión para el desarrollo de la franquicia que esperemos que nos lleve a universos mucho más lejanos.
Alfredo Paniagua
@columnazero