EL OBTURADOR: JÖRG BUTTGEREIT

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Jörg Buttgereit, director nacido en la Alemania Democrática en 1963, es mundialmente conocido por haber dirigido el primer filme erótico de necrofilia Necromántic (1987). Su carrera de estética agresiva comenzó a la edad de 17 años cuando un corto suyo sobre un zapato deportivo explotando a cámara lenta (Exploiting Sport Shoe, 1980) apareció en la televisión en un documental sobre el punk. Tras ese bautizo continuó orientándose más a lo macabro que a lo grotesco, donde se evidencia una inclinación orgánica e industriosa por indagar en lo tabú, a la vez que una especie de fascinación.

Específicamente su trabajo explora la perversión abonando una perspectiva a este tema histórico de la curiosidad de los hombres. Como acotación se puede decir que el tono narrativo es consistente y sin suturas evidentes acerca al espectador a planteamientos incómodos sobre la naturaleza humana. Aunque por momentos pueda pasar por gore, su trabajo proyecta una pericia estructural singular. Hacer un ejercicio de interpretación de la simbología de sus historias lo vuelven un director al que vale la pena revisar.

Como podría intuirse, Jörg Buttgereit está a caballo entre el existencialismo y el nihilismo, y es justamente en su obscuridad donde recae su mérito y fuerza, sin embargo no deja de haber algo de inocente en la manera de contar que deja al espectador con la sensación de presenciar el producto de una sinceridad escalofriante. Por ejemplo, Necromantic es la historia de una ruptura amorosa. Como motivo de la separación se tiene el despido de un joven que trabajaba recogiendo cadáveres, por lo que ya no se pueden proveer él y su pareja del objeto de su parafília por lo que su compañera lo abandona. Tras la ruptura él se ve imposibilitado para satisfacer su libido tortuosa, condición que lo lleva a una conducta criminal autodestructiva .

Una premisa importante de esa obra es que la pulsión erótica y la pulsión tanática son una sola y en ese sentido se hermana con una tradición dramática ancestral, que hacen repensarlo como un artista que recupera el sentido ritualista del drama que está más próximo al teatro de la crueldad de Antonin Artaud que al cine gore.

Este director cocina en la mente del espectador, imágenes crudas cuya operación se activa a modo de disertación filosófica, crítica social y fresco mental, a modo de las mejores obras de la literatura moderna. Si se le puede criticar es quizá un poco en el abuso visual que debe pactar con el espectador, sin embargo el merito artístico en su trabajo, es patente.

Alejandro Vázquez

@aerodiolesi

@Columnazerocine

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