EL OBTURADOR: EL DIABLO SOBRE RUEDAS

Un artículo de Alfredo Paniagua para ColumnaZero.
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Un artículo de Alfredo Paniagua para ColumnaZero.
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El 45 aniversario de la ópera prima de Steven Spielberg.

Hace ya 45 años nada más y nada menos que un conductor avanzaba tranquilamente por una carretera secundaria del Medio Oeste norteamericano. Un adelantamiento poco afortunado a un herrumbroso camión que transportaba una cisterna de productos inflamables haría que David Mann (Dennis Weaver), el conductor de un Chrysler aerodinámico, vaya a ser perseguido con increíble saña por el citado camión, de cuyo conductor poco se conoce excepto sus botas de cowboy y sus manos.

Estrenada hace cuatro décadas y un lustro en España con el nombre de El Diablo Sobre Ruedas, el nombre original de la ópera prima de Steven Spielberg es Duel, un nombre con sabor a western que no saca partido a los matices “diabólicos” presentes en el libreto firmado por Richard Mattheson. Concebida para la televisión, El Diablo Sobre Ruedas contaba con un primer montaje de 74 minutos pero la rotundidad con la que fue acogida en la pequeña pantalla hizo que la productora Universal adquiriera los derechos sobre el telefilm y lo convirtiera en un híbrido de 90 minutos de duración, tal y como lo conocemos hoy en día. Steven Spielberg ejecuta una obra en la que el suspense y la acción priman sobre el dibujo de los personajes, apenas atisbado el conductor del camión por razones que explicaremos a continuación, tampoco sabemos mucho del perseguido David Mann, cuenta más de él la angustia del acoso que sufre que los breves apuntes que hay sobre su vida personal. Aparentemente, el realizador se aleja de la corriente de terror imperante en la época, el American Gothic, pero nada más lejos de la realidad, El Diablo Sobre Ruedas es una intensa cinta en la que una criatura diabólica (ese camión oxidado, cargado con sustancias inflamables y con unas fauces donde muestra las matrículas de sus víctimas) vaga por las polvorientas carreteras rurales americanas al acecho de algún infortunado al que mandar al infierno, una vuelta al American Gothic, destilado en forma de poderoso thriller y road movie que cuenta con una sobria dirección, pulso y conocimiento de los códigos del género.

EL OBTURADOR: EL DIABLO SOBRE RUEDAS

Vista con la enorme distancia que nos separa de su estreno, El Diablo Sobre Ruedas sigue palpitando, es una película que, a pesar de los peros que hoy le podamos poner, genera las mismas emociones que hace 45 años. Steven Spielberg domina el tempo cinematográfico, controla la escena, el plano, la sugerencia; todo en la película está preparado para una sudorosa persecución hasta las mismas puertas del infierno –con ese climático final-. El anonimato del conductor del camión hace pensar en él como el jinete de una bestia infernal, de un demonio; la escena de la “rueda de reconocimiento” en la cafetería de carretera refuerza el anonimato del conductor del camión, igual que sucedía con los enmascarados y/o anónimos sectarios de otros títulos American Gothic como Carrera con el Diablo (Race with the devil, 1975). La inquietud ante lo inexplicable, rallano en lo absurdo de una persecución sin cuartel, conecta al espectador con el perseguido Dennis Weaver, un actor que logra transmitir la angustia y la incerteza de los caprichosos e ignotos motivos de esa carrera a muerte. Si en estos años estamos viendo como los subgéneros que parió el American Gothic se están deconstruyendo –como el neoslasher It Follows (2014)-, El Diablo Sobre Ruedas es una película que repiensa algunos de los códigos del American Gothic de manera muy temprana: el satanismo y la presencia del asesino implacable y sin rostro son tópicos que están omnipresentes en el cine de terror de esa época (mitad de los 60 hasta principio de los 80).

EL OBTURADOR: EL DIABLO SOBRE RUEDAS

El Diablo Sobre Ruedas goza de una excelente salud. Es obvio que el avance las técnicas narrativas y visuales han progresado y hacer un título siquiera parecido sería imposible ni aún para una producción independiente; no obstante, el sentimiento de agobio y sudor frío que transmiten sus imágenes o la maestría con la que Spielberg rueda cada escena, apurando el suspense hasta sus últimas posibilidades, nos ofrecen el perfil de un cineasta visualmente potente, con cariño en los detalles, en los gestos, y buen conocedor de rosario iconográfico fuertemente arraigado en el imaginario de la cultura norteamericana.

Alfredo Paniagua

@columnazerocine

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