
Es 1990, momento de expansión económica y cultural. El estereotipo de la época es un hombre trajeado, cosmopolita, probablemente ejecutivo de alto poder adquisitivo. Dos coches en su vivienda unifamiliar de las afueras en la que vive con su mujer y dos coma cinco hijos. Comienzan a popularizarse los progresos tecnológicos, como los primeros teléfonos móviles de aspecto y tamaño antediluviano. La televisión por satélite irrumpe en los hogares, proporcionando miles de canales comerciales poblados de publicidad hipnótica. Internet da sus primeros pasos hacia el consumo masivo. La globalización hace que un hecho pequeño sucedido en cualquier parte sea conocido y absorbido por la esfera mundial.
El cine de ciencia-ficción florece entre las nuevas tendencias tecnológicas y progresos científicos. La mecanización del cuerpo humano, las agencias transnacionales, los conglomerados comerciales gigantescos capaces de controlar naciones, son algunas de las constantes de éste género durante esta época. Por lo tanto los cyborgs, los robots, la red, los piratas informáticos, cibercriminales y terroristas, serán elementos partícipes de las películas que vamos a recomendar.
En primer lugar y por orden cronológico, situamos Acción Mutante (1993) de la entonces joven promesa del cine español, Alex de la Iglesia. El cineasta venía de producir Mirindas Asesinas, imprescindible corto con el que se dio a conocer en 1991. La película que le permitió consagrarse como director, nos transporta a una dimensión bizarra en la que el grupo terrorista que da nombre a la cinta, secuestra a una bella señorita de su propia boda. El líder del grupo, Ramón Yarritu (Antonio Resines) es una mente criminal que utiliza a su banda para vengarse de las personas guapas y ricas. La historia transcurre en el año 2012 con todo el sabor de la España de los 90: vascos de boina calada, equus y palitos de merluza entre cargueros espaciales y el famoso planeta Axturiax. La película, quizá el máximo exponente de la ciencia ficción patria del momento, destila humor negro por los cuatro costados: burlas a las deformidades de los personajes, traiciones que dan risa, puntos “gore” con personajes que vuelan por los aires… Una producción inefable que recibió varios premios Goya y que cuenta en la producción con el propio Pedro Almodóvar.
Nuestra siguiente parada se produce en el año 1995, un año prolijo en obras de ciencia-ficción cyberpunk, el género literario que nos sumerge en distópicas realidades tecnológicas, habitadas por personajes de novela negra, expertos en informática que utilizan la tecnología para implementar sus cuerpos. Johnny Mnemonic es un buen ejemplo de ese universo alternativo: un hombre transporta archivos informáticos literalmente metidos en la cabeza mediante un implante conectado a su cerebro. Este tipo de “correos” son utilizados por las grandes corporaciones para mover información de forma segura y son controlados en el proceso por la mafia japonesa, los Yakuza. Alguien les traiciona y uno de los trabajos sale mal. Johnny consigue huir, comenzando una carrera contrarreloj en la que su vida estará amenazada por los asesinos y por el fallo que producirá la sobrecarga de información que finalmente se filtrará a su cerebro.
Johnny Mnemonic es el título uno de los cuentos de William Gibson, padre de la literatura cyberpunk. El propio autor se encargó de realizar el guión final para la película. Se trata de una película denostada por la crítica que, a mi juicio, guarda una gran interpretación de los caracteres cyberpunk, además de tratarse de una película de acción entretenida con todos los detalles de una producción noventera. Además cuenta con la aparición estelar de Takeshi Kitano, elevado a cineasta de culto en los últimos años.
Ghost in the Shell (1995) es otra muestra de cómo la literatura de ciencia-ficción de esta época ha llegado a calar en el cine. Esta obra anime del director nipón Mamoru Oshii se alimenta de la idea que Philip K. Dick vuelca en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? más tarde traducida en Blade Runner (1982): androides más humanos que los humanos. En realidad, la obra adaptada del comic homónimo de Shirow Masamune relata las aventuras de la misteriosa Mayor Kusanagi, comandante de una pequeña unidad de élite especializada en operaciones de choque que se encarga de investigar el caso de un conocido ciberterrorista apodado “El titiritero”.
La historia acontece en medio de fantásticos avances que permiten “cibernetizar” el cerebro humano para dar lugar a “cibercerebros” mediante los cuales pueden comunicarse por Internet, almacenar datos y procesar información de manera más eficiente. Nuevas habilidades y posibilidades en el campo de la medicina y la ciencia aplicadas a la carne humana. Las personas admiten la utilización de miembros “prostéticos” como parte cotidiana de la vida y es normal administrarse “implementaciones” para estas piezas artificiales. Un clásico dentro de su género, Ghost in the Shell nos sumerge en una visión alucinante del futuro, lleno de dilemas éticos sobre el alma, la personalidad, el individualismo y la progresiva deshumanización de las personas a causa de la tecnología.
No solo de cyberpunk viven los años 90. Nos adentramos en la historia de Doce Monos (1995), obra del Monty Python Terry Gilliam, que narra el experimento mediante el que un convicto, James Cole (Bruce Willis) es enviado al pasado desde el año 2035; un futuro asolado por una enfermedad que ha reducido los humanos en la Tierra hasta su casi extinción. Todo se originó en un atentado terrorista perpetrado por parte de un comando ecoterrorista llamado “El ejército de los Doce Monos”. En 1996, liberan un virus que produjo la muerte de más de cinco millones de personas. Para desgracia de Cole, la tecnología de viaje en el tiempo no está perfeccionada y es enviado en primer lugar a 1990. En el pasado, Cole entra en contacto con la psiquiatra Dr Kathryn Railly (Madeleine Stowe) y con Jeffrey Goines (Brad Pitt), el hijo perturbado de un famoso científico. Juntos deberán darle forma al puzle apocalíptico del cual depende el devenir de la humanidad.
La atmósfera laberíntica y oscura proporciona una historia de viajes en el tiempo e intriga conspiranoica, en la que se intercalan escenas de humor negro con otras de gran contenido filosófico. Una auténtica celebración de la locura, en la que la muerte y animales de zoo campan por sus respetos. Sobresaliente banda sonora.
Concluimos este viaje con la primera entrega de una saga que se ha ganado el podio por su excelente calidad. Nos referimos a Matrix, un film que supuso una revolución para los efectos visuales a los que el cine nos tenía acostumbrados. El argumento ganador de cuatro Oscar narra el suceso mediante el cual el hacker informático antes conocido como Thomas A.Anderson entra en contacto con una extraña red de personas perseguidas por el gobierno y las autoridades. Bajo el nombre de Neo (Keanu Reeves), conoce a Trinity (Carrie Anne-Moss), una legendaria hacker que le presentará al cerebro del grupo insurgente, Morfeo (Laurence Fishburne). En una increíble revelación, Neo conoce la verdad: la realidad es solo una recreación virtual creada por una máquina para mantener a los humanos sojuzgados. En el “mundo exterior” viven una encarnizada lucha contra las máquinas, que controlan la superficie terrestre forzando a los humanos a refugiarse bajo tierra.
De vuelta a lo cyberpunk, los Hermanos Wachowsky firmaron esta arrolladora cinta en 1999. Pese a que resucitaba lo mejor de la corriente literaria, los elementos se reinterpretaron desde un punto de vista más visual, con gran impacto y cuidadas coreografías que quedaron para siempre en la retina de los espectadores. También inolvidables los brillantes diálogos entre los personajes. Cómo olvidar aquella sentencia de Morfeo que afirmaba que “los seres humanos ya no nacen: se les cultiva”.
Por supuesto se nos quedan en el tintero obras míticas de los 90 como Clase de 1999 (1990), Desafío Total (1990), Jurassic Park (1993), Stargate (1994), Mars Attacks! (1996), El quinto elemento (1997) o Pi: fe en el caos (1998). En otra ocasión trataremos de ellas. Esta muestra es un bloque compacto de filmes que recogen la esencia oscura de la ciencia-ficción de una década, la cual se opone a la claridad prístina que experimentó el género con la entrada del Nuevo Milenio. De cuando se comenzaba a desconfiar del futuro y sus avances tecnológicos.
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Benito Díaz
@columnazerocine