
“Una gran lección del cómo hacer un cine sencillo pero directo al corazón”. Miguel Ángel Postigo.
Nacido en Nebraska en 1961. El cine del director y guionista estadounidense, tiene como principal característica, esa dualidad que mezcla el cine comercial y el de autor, o como él mismo indicara, un cine que remite a la comercialidad de los 70. Por ello, suele tener ese toque humano y sincero, basado siempre en historias cotidianas cuya complejidad está en el interior de los personajes más que en la aparente trama.
Sin duda, su hilo conductor siempre es la comedia satírica, aunque quizás se despegara más en “A propósito de Schmidt”, 2002, pero desde sus inicios con “Ruth, una chica sorprendente”, 1996, no ha dejado de sorprender y permanecer entre las mejores películas de cada año que filma alguna con ese toque humano y sátiro.
Aunque supeditado por la industria, sus intenciones son de un cine de autor, arraigado en lo que le marcó en su adolescencia como espectador y que ahora muestra como creador, sin despegarse de esas temáticas que preocupaban a los realizadores de la década de los 70.
En su primer film ya demuestra esos toques de gran director convirtiendo una historia poco atractiva y típica de tvmovie del sábado por la tarde, en algo que se puede saborear y sacar algo de provecho con cuestiones cercanas y amenas, con unas escenas intensas que involucran al espectador.
Con “Election”, 1999 y “A propósito de Schmidt”, nos vuelve a contar de forma sátira una especie de patetismo en sus personajes principales y la búsqueda por encontrar un nuevo camino y sentido a sus vidas. El buen trabajo con actores de la talla de Jack Nicholson le reafirma como gran creador de personajes con una amplia gama de registros de los que suele sorprender la capacidad de potenciar la comedia dentro de un aparente drama circunstancial.
Con “Entre copas”, 2004, Alexander Payne confirma su predilección por las road movie y los buddy movie, con una sencilla narración sobre la amistad, las crisis existenciales, las expectativas vitales, etc… Bajo un matiz y dominio emocional con escondidos simbolismos con los viajes y el vino, para cargar a los personajes de enorme carisma dentro de sus decadentes apartados personales. Siempre destacando la interpretación de Paul Giamatti hasta el punto de casi atribuirle todo el mérito al genuino actor.
Siete años pasan hasta que vuelve a filmar otro de sus destacados films, “Los descendientes”, 2011. Entre medias, su colaboración con la película de episodios “Paris, je t´aime”, 2006; y la serie “Hung”, 2009.
En los descendientes, Payne se centra en un drama familiar que comienza con una narración en off que sirve para introducir de forma muy hábil la realidad de la trama. El film conducido con serenidad por las interpretaciones y la sosegada música es un esfuerzo por crear conflictos donde quizás no los hay, algo habitual en el director, salvo que en esta ocasión no le funcionan como en otros momentos para meter la sátira tan apreciada en su filmografía.
Y por fin nos llega su último film, “Nebraska”, 2013; donde expone el máximo de su talento, cogiendo lo mejor de sus films anteriores para conjuntarlo todo en unos personajes completísimos bajo una premisa tan sencilla y humana que sorprende a cada paso que da.
Alexander Payne sigue siendo un director con una filmografía no muy extensa, pero que con cada paso que da, demuestra que acierta y va dejando resquicio de lo que puede ser un gran autor. Sus personajes siempre muy humanos y cercanos, con excepcionales trabajos sobre lo cotidiano y lo mundano. La gran complejidad reside en saber trabajar ese sentimiento y pensamiento intrínseco en cada una de nuestras complejidades. Un trabajo nada desechable y con una gran lección del cómo hacer un cine sencillo pero directo al corazón.
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Miguel Ángel Postigo
@miguel_postigo