
Apenas 13 minutos necesitó Katy Perry para inundar de color el University of Phoenix Stadium, en Arizona, con una actuación que comenzó con la artista a lomos de un león. La californiana sorprendió y no defraudó.
Una actuación llena de color, disfraces y pirotecnia. Quizá se quedó corta en cuanto a repertorio pero ‘Roar’, ‘Dark Horse’, ‘I Kissed a Girl’, ‘Teenage Dream’, ‘California Gurls’ y ‘Firework’ sirvieron para que Katy diera un espectáculo a la altura del Halftime de la Super Bowl en contra de lo que muchos esperaban.
¿Lo mejor?
Primera, que Perry demostrase que sabe actuar sin playback y encima bien, que era algo que todo el mundo temía. O demasiado playback, o demasiado grito sin él. Y ella estuvo acertada en su justa medida.
Segunda, la escenografía que sin grandes complicaciones fue eficaz y espectacular de principio a fin. La entrada sobre el león, la curradísima coreografía con piezas de ajedrez en ‘Dark Horse’, los disfraces de tiburón que seguramente crearán tendencia y, por supuesto, el apoteósico final con una Katy Perry sobrevolando el estadio combinando un espectáculo de luces a sus pies y el de fuegos artificiales sobre ella.
¿Lo peor?
La fugaz aparición de Lenny Kravitz que fue un visto y no visto a pesar de haber sido anunciado como el invitado estrella, aunque dejó una más que digna rockera versión de ‘I Kissed a Girl’. Y, por el contrario, el exceso de la intervención de Missy Elliot que se hizo eterna y se comió prácticamente el tramo final de la actuación con un estilo poco propio de Katy Perry.
Katy Perry nos ofreció un espectáculo que, aunque no se recuerde como el mejor halftime de la historia, sí es una muy buena actuación a la altura de un evento internacional como la final de la Super Bowl. Y por ello la perfomance del Halftime ha pasado a ser parte también del cuerpo de Katy Perry que, después de su actuación, se ha tatuado un 49 en números romanos simbolizando el número de esta última edición de la Super Bowl
Esther Blanco