
El destxokado.
Cuadrilla. m.sg. Grupo de amigos cercanos. Sinónimo de pandilla.
Bajera.m.sg. Local, de pequeño o medio tamaño, en el que las cuadrillas pasan el rato charlando, jugando a la play, bebiendo, fumando e, incluso, teniendo relaciones íntimas con algún invitado o invitada (normalmente por la tarde y por las noches del fin de semana). Las bajeras suelen alquilarse a grupos mixtos que pagan una mensualidad por poder ocuparla. Bajera es un término empleado en Navarra. Txoko es el sinónimo utilizado en el País Vasco.
La RAE no dice nada parecido a la definición que me he tomado la libertad de dar al concepto “bajera” o «txoko». Sin embargo, son términos más que conocidos en el norte del país.
Mi cuadrilla de Pamplona nunca tuvo una bajera. No nos pusimos de acuerdo o no fuimos lo suficientemente valientes para enfrentarnos a las condiciones del alquiler de uno de los tantos locales para matar los ratos. A pesar de no pertenecer al núcleo duro de ninguna bajera, era inevitable caer más de una tarde y más de una noche en txokos ajenos. La de un amigo, la de una amiga, la de un familiar… Siempre está La Bajera que abre su puerta a los “de fuera”.
Las bajeras son comunidades semi-anárquicas en las que (casi) todo puede pasar porque (casi) todo está permitido. Habrá días en los que las chicas se quejen porque los chicos no han levantado su trasero de los sucios sofás en toda la tarde con la excusa de un torneo del PRO; otros días los chicos se quejarán porque ellas han decidido hacer la merendola de cumpleaños decorando las paredes con globos, lazos de colores y otro tipo de cursiladas; y habrá también noches en la que alguno, que tenía pensado dormir en el mugriento sofá, se quedara en la calle porque ya hay alguien ocupándolo.
El mundo de las bajeras es, precisamente, todo un mundo. El adolescente crece conforme los días pasan entre esas cuatro u ocho paredes. La bajera se convierte en el nido de la madurez para cientos de grupúsculos adolescentes. El ambiente de la bajera evoluciona al tiempo que los miembros se hacen más altos y cultivados. Las conversaciones de fútbol se convierten en debates políticos; los jueguecitos de besos se convierten en arrebatos de pasión; los amigos se convierten en hermanos. Puede ocurrir que algunos, extraños y precoces, decidan un día cruzar la puerta, despejar la mirada ante el sol natural y experimentar un mundo desconocido lejos de la cuadrilla.
El protagonista de A Escondidas (2014), la nueva película de Mikel Rueda, es uno de esos extraños. Rafa (Germán Alcarazu) decide alejarse y seguir sus instintos. Todo empezará en una discoteca en la que se cruzará con Ibrahim (Adil Koukouh), un chico marroquí que sobrevive en Bilbao y busca la manera de ser un ciudadano legal más. En Rafa afloran nuevos sentimientos, algo confusos y que pocos a su alrededor respetarían, ni siquiera los de su propio txoko. Sin comerlo ni beberlo pasará a ser el que camina a contracorriente. Escapa. Se libera. Rafa se desbajera, se destxoca.
Son nuevos tiempos. Mikel Rueda nos lo recuerda o nos lo advierte. Las bajeras han cambiado. Aunque parecía que dentro de esos txokos el tiempo se detenía y «todo seguía igual», los tiempos muertos de esos locales no escapan a los cambios culturales y sociales del exterior. Cambios imperceptibles incluso para los propios jóvenes que, inconscientemente, llevan consigo vivencias al pequeño local muy diferentes a las que llevaban los de la cuadrilla inquilina anterior.
A Escondidas es una llamada de atención a todos aquellos que piensan que hablar de juventud es lo mismo ahora que hace dos o tres décadas. Porque permanecer, lo que se dice permanecer, sólo permanecen el sofá polvoriento y los turnos de limpieza.
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Entrevista a Germán Alcarazu y Adil Koukouh, protagonistas de la película.
Leire Romera.- Germán, tu eres del País Vasco, perteneces al mundo que se refleja en la película y tendrás tu cuadrilla como Rafa… ¿Crees que la película da una visión realista de la vida de un adolescente en ese ambiente?
Germán Alcarazu.-Sí, yo creo que sí. Yo soy un chaval de barrio y la película es lo mismo. Mi cuadrilla en la realidad es igual que la de la película. Cuando empecé a trabajar con el resto de actores de mi cuadrilla en la ficción era como si nos conociésemos de toda la vida. Encajábamos a la perfección. Además tuvimos mucha libertad, de actuación y de expresión. Si veíamos que no podíamos decir una palabra le decíamos a Mikel “Oye, Mikel, yo esto lo diría de esta otra manera” y él lo aceptaba. Nos daba mucha libertad y eso le daba mucho realismo a la historia. Podíamos expresarnos como lo haríamos en nuestro entorno.
L.R.- Entonces, ¿Consideráis que Mikel ha sido un buen director y os ha escuchado cuando habéis querido?
Adil Koukouh.: Sí porque Mikel siempre quería mantenerse fiel con la realidad. Él nos trataba como si fuésemos de su familia. Hacíamos una piña. Por eso ha salido una película, en mi opinión, tan buena. Siempre estaba ayudándonos, aconsejándonos… eso se agradece mucho porque no siempre los directores están encima apoyando. Mikel es una persona muy cercana y le gusta ayudar a la gente. Y luego, entre nosotros también nos retroalimentábamos.
L.R.- Los temas que se tratan en la película no están normalizados en todas partes y en todos los ambientes. ¿Qué opináis sobre el debate de estos mismos temas entre los jóvenes? ¿Puede afectar a la película en cuanto a recepción?
G.A.- Yo creo que al ser una película que trata diferentes temas como la homosexualidad, la presión de grupo o la inmigración, muchas personas diferentes se pueden identificar con lo que se cuenta. De distintas maneras, el público puede sacar un mensaje positivo de A Escondidas. Algo que puede aplicar a su propia experiencia. A Rafa, mi personaje, le cuesta mostrar sus sentimientos, pero con sólo una mirada ya te está contando todo lo que le ocurre. Hay un momento en el que ya le da igual y lo muestra. Es verdad que hay muchos jóvenes que viven esto. Cuesta mucho expresar los sentimientos… pero siempre llega el día.
L.R.- ¿Vosotros habíais estudiando arte dramático o algo relacionado con el cine antes de formar parte de este proyecto? ¿Cómo llegáis al casting?
A.K.- Yo estuve con un representante ensayando y luego hice tres castings con Eva y Yolanda. Fue un proceso un poco intenso porque eran dos horas al día en formato Casting-Ensayo. Iba preparándome poco a poco. Para Germán fue diferente… ¿Eran seis castings?
G.A.- Sí, fueron seis castings. El equipo de la película buscaba a chavales por los institutos y fueron por todos los centros. Yo en principio no pensaba presentarme porque me veía con muy pocas posibilidades, pero al final los amigos y los profesores me animaron. Tuve suerte. Es curioso porque en ningún momento nos decían de qué iba la película. Creo que si lo hubiesen contado no se hubiese presentado ni la mitad. Hicieron bien en no decirlo hasta el final. Al principio me impactó porque no me lo esperaba pero al leer el guión no me lo pensé dos veces.
A.K.- El guión te anima a hacer esta película. Es imposible negarse. Sabes que la gente se va a sentir identificada. Yo sabía desde el principio de qué iba la película.
L.R.- Y ahora, ¿tenéis planeado o formáis parte de algún otro proyecto?
A.K.- Ahora mismo no, pero estoy ansioso porque aparezca otra oportunidad. Esto nos hace felices. El cine es lo nuestro y nos encanta.
G.A.- Yo en mi caso también estoy esperando a ver si sale algo. Espero que sí. Esto es lo que me apasiona. Agradezco mucho que me hayan dado la oportunidad de aparecer en esta película, algo que muchos chicos querrían.
Leire Romera Catalán (@LeireRC)
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