
Las nuevas producciones de Ridley Scott parecen estar perseguidas por un halo de controversia. Ya vimos que su última entrega xenomórfica, Alien Covenant, gustó a muy pocos y se ganó el epíteto de «la peor entrega de la saga Alien»; justo o injusto, Alien Covenant era un refrito de ideas descartadas de su primer Alien, pero a veces hasta hacía gracia la pátina de clasicismo literario que imprimió a la película. El caso es que su siguiente título, Todo el dinero del Mundo, está teniendo problemas por motivos bien diferentes, pero igual de molestos para los productores y para el resultado final de la película en la taquilla. Pero no vamos a adelantar acontecimientos y repasemos, en primer lugar, los detalles de esta producción desde su guión hasta su aspecto formal.
Todo el dinero del mundo es una película basada en un hecho real y cercano en el tiempo, el caso real del secuestro en Italia del nieto del multimillonario Jean Paul Getty (Christopher Plummer), un magnate del petróleo tan famoso por su riqueza como por su misantropía. Todo ocurrió en el año 1970, cuando el alevín del clan familiar, John Paul Getty III (Charlie Plummer), es secuestrado por una organización paramilitar italiana. La madre del joven, Gail Harris (Michelle Williams) solicita la ayuda del patriarca de la familia para que pague la cuantiosa suma que solicitan los secuestradores, pero éste desecha esa posibilidad dado que orgullosamente no quiere ceder a la extorsión del grupo armado. Gail Harris termina contratando los servicios de del ex-agente de la CIA Fletcher Chase (Mark Wahlberg) para intentar convencer a Getty y encontrar pistas fiables sobre el paradero de su hijo.
Por poco verosímil que nos pueda parecer este argumento, sucedió en realidad, y la película de Ridley Scott, aparte de glosar esta historia, viene a relatar de forma imperiosa algo que todos sabemos, y es que el neoliberalismo y el ego de los bendecidos por esta depredadora doctrina económica ha creado una nueva moral en la que la vanidad del ser humano, bien arropada de millones de dólares, ha creado a personas que se creen por encima del bien y del mal, superhombres en un mundo cuyos sucesos pasan ante sus ojos sin que deban inmutarse. Ese es el perfil de Jean Paul Getty, hombre sin muchos escrúpulos e impasible ante la desgracia, por muy cerca que le salpique. Todo esto figura en el guión de David Scarpa, que se encarga del libreto de este blockbuster invernal, dando pie a escenas de acción y localizaciones en escenarios exóticos -el rodaje transcurrió entre los países de Jordania, Italia y Reino Unido- que quizás no tuvieran lugar en la historia real. No obstante, el cine es cine y muchas veces las historias, por muy reales que sean se deben adornar de emociones, pasión y suspense para ser digeridas por el público, y es así como Todo el dinero del mundo resulta ser un híbrido entre un thriller con aspiraciones dramáticas, una fábula moralista de difuminada moraleja y un retrato bufo y costumbrista de la sociedad italiana de los 70.
Todo el dinero del mundo tiene el tono acostumbrado de Ridley Scott, véase: atmósferas saturadas de luz, paletas de colores contrastadas, planos cortos o muy cortos, montaje atropellado, algo de sadismo -el demoledor escena de la amputación de la oreja al nieto de Getty-, escenas de acción en las que es complicado saber lo que ocurre, y que dan cierta sensación de falta de puesta en escena…nada nuevo bajo el sol para esta película que presume de culterana pero cuyo resultado final nos resulta tan plano como el obtenido en otro reciente thriller del director británico, El consejero, una película con un elenco tan poderoso como Todo el dinero del mundo pero con unos resultados igual de mediocres.
Y hemos mencionado al elenco de Todo el dinero del mundo, un plantel de actores sobresaliente entre los que destaca el veterano Christopher Plummer en el papel de Jean Paul Getty. Será una sorpresa para gran parte del público español saber que Christopher Plummer forma parte de Todo el dinero del mundo debido al «borrado» de Kevin Spacey de la película. El actor norteamericano ya había rodado toda la parte de su guión cuando estalló el escándalo sexual que le ha recluido en uno de los ostracismo más severos habido en Hollywood desde la caza de brujas del macartismo. Fue el productor Harvey Weinstein el primero en ser denunciado públicamente por abusar de su posición de poder y solicitar servicios sexuales de actrices que querían participar en sus producciones, desatando un escándalo sin igual, con una onda expansiva que alcanzó de lleno a Kevin Spacey, presunto abusador de jóvenes a los que seducía gracias a su posición de «vaca sagrada» en esa ciudad de los sueños que es Hollywood. Ante el seguro fracaso comercial de la cinta si Spacey aparecía en ella, Ridley Scott y los productores de Todo el dinero del mundo, que ya llevaban invertidos 40 millones de dólares, decidieron eliminar todas las escenas en las que apareciera el actor y sustituirlo por Christopher Plummer, nombre pensado en primer lugar para encarnar al antipático multimillonario. Dicho y hecho, Plummer fue contratado y rodó todas las escenas de nuevo, y de Kevin Spacey nunca más se supo excepto en el recuerdo que ésta y otras reseñas que los medios especializados dedican a Todo el dinero del mundo, y todo esto a menos de un mes y medio del estreno de la cinta en el American Institute Festival.
A pesar de este lavado de cara, Todo el dinero del mundo ha sufrido un retraso que no ha beneficiado demasiado a su carrera comercial. No obstante, el escaso eco que está teniendo en taquilla no lo podemos achacar solamente a este repentino cambio de planes, quizás Ridley Scott debería replantearse el ritmo de su carrera actual, tomarse las cosas con más calma y filmar de forma menos apresurada, planificando mejor sus proyectos y dejando de reventar buenos guiones. El libreto de Todo el dinero del mundo es muy bueno, la potencia de su discurso está ahí, omnipresente en cada uno de los diálogos y situaciones, pero el manejo de este material tan sensible por parte de Ridley Scott ha convertido a ésta, a priori, interesante propuesta, en un pastiche que va de lo dramático a lo burlesco, sin una medida que ayude al público a ponderar qué está viendo y cuál es el mensaje definitivo que la película quiere transmitir. Veremos si la próxima película de Ridley Scott lo consigue, y no tardaremos mucho en saberlo si rueda al ritmo tan vertiginoso como lo está haciendo en la actualidad, quizás en menos de un año tengamos otro título de su factoría en nuestros cines.
Alfredo Paniagua
@columnazero