
Guy Ritchie se consagra en el mundo del cine independiente británico con el sobrenombre de “el Tarantino inglés”. Sí es cierto que el cine de Guy Ritchie disponía de una narrativa que se basaba en el giro continuo y la sorpresa, y que el género cinematográfico que transitó fue el del cine policíaco, combinado con malsanas dosis de humor negro, donde el exceso y lo alocado de sus personajes imprimían cierta fuerza a sus películas. Pero, siendo honrados, Guy Ritchie no consiguió hacer escuela de su estilo. Sobrevaloradas por la crítica y con gran éxito de público, sus primeras películas han resistido muy mal el paso del tiempo. Un vistazo a Lock & Stock (1998) o a Snatch: cerdos y diamantes (2000) se hace duro y tedioso. Rockanrola (2008) fue el último título de esa etapa de su filmografía, Rockanrola era un título más estilizado, con un estilo visual más cuidado, pero también más estandarizado, preparando el terreno para el que sería su debut en un tipo de cine más comercial. Ahora el enfant terrible Guy Ritchie se dedica a rodar blockbusters. Y no diremos que ahora sus películas son mejores o peores, su filmografia actual pertenece a otro entorno comercial muy diferente al que comenzó.
Antes de dirigir Rey Arturo: la Leyenda de Excalibur (2017) Guy Ritchie tiene tres títulos que ya forman el corpus de su nueva etapa filmica. Los dos primeros tienen que ver con la revisión de un icono cultural británico por excelencia, Sherlock Holmes. Las dos entregas (2009 y 2011) tuvieron una gran aceptación entre el público más generalista, y ofrecieron a Ritchie las credenciales necesarias para afianzar su carrera como realizador de películas con abultados presupuestos. Tras la comedia de espionaje Operación U.N.C.L.E (2015), Rey Arturo: la Leyenda de Excalibur es su película más ambiciosa hasta la fecha, la que ha disfrutado de mayor presupuesto y que está siendo más y mejor vendida en las salas comerciales como blockbuster veraniego.
El guión de Rey Arturo: la Leyenda de Excalibur es una adaptación muy libre del consabido ciclo artúrico. En la era de la hipertecnología, narrar la saga del Rey Arturo o siquiera una aproximación a ella, que cuente con la implicación del público más joven, es apostar por el fracaso de la película. Ya quedó muy atrás aquella obra maestra de John Boorman, Excalibur (1981), irrepetible obra de arte que cuenta con una factura diametralmente opuesta a la película de Guy Ritchie, donde el fenómeno digital es una constante desde el primer al último fotograma frente a la creación puramente artesanal y atmosférica de Boorman.
Arturo (Charlie Hunnam) es joven maleante que vive en las calles de Londonium buscándose la vida. Desconocedor de su verdadera identidad, un cúmulo de circunstancias le pondrán en sus manos la espada Excálibur, que usará como símbolo para unir a su pueblo y derrotar al usurpador Vortigem (Jude Law), responsable de la muerte de sus padres y del destierro del joven Arturo. Una misteriosa mujer, Guinevere (Astrid Bergès-Frisbey), ejercerá como particular “Dama del Lago”, ayudando a Arturo con el manejo de la espada y en la derrota de sus demonios interiores. A partir de ese momento, la acción se lanza a una vorágine de batallas, efectos especiales y una estética videoclipera a la que Guy Ritchie nunca ha querido -ni ha intentado- renunciar.
La puesta en día de la leyenda artúrica cuenta con ingredientes que sintonizan de manera muy afortunada con el público más joven. En primer lugar, Arturo ya es una persona de la calle, bregado en combates callejeros y delincuencia de bajo nivel, un perfil más cercano al de un pícaro pendenciero que al de una persona predestinada al trono de Inglaterra. Llama la atención la introducción de numerosos personajes de color, sin duda un guiño a la realidad multicultural de la Inglaterra de hoy en día. El principal personaje femenino, Guinevere, es una chica muy joven, misteriosa y portadora de un halo que combina una sensualidad muy fresca con una intelectualidad muy alejada de los estereotipos que, en el cine clásico, se ha dotado a la Dama del Lago. El romance entre la bella Guinevere y el musculoso Arturo es casi un hecho desde el momento en que éstos se encuentran en la pantalla. Cabe señalar también un detalle de atrezo que no pasa desapercibido: apenas vemos hombres con largas melenas o prominentes barbas, un nuevo paso adelante en lo que se refiere a la estética de los personajes, que abandonan definitivamente el look mugriento medieval en pos de una apariencia más limpia y atractiva para el público actual. Como vemos, poco queda al azar en esta producción que apuesta por un éxito seguro.
Los efectos visuales suponen algo nunca visto en el cine británico (la película está coproducida también con dinero de la Warner norteamericana). Gran Bretaña posee una industria cinematográfica saneada, pero nunca se había atrevido con una producción tan sumamente compleja desde este punto de vista. Si cogiéramos como referencia algún título anterior con el que cotejar los resultados que vemos en pantalla, los momentos más espectaculares de Rey Arturo: la Leyenda de Excalibur guardan un gran parecido con las escenas de batallas y luchas más inspiradas de las saga de El Señor de los Anillos, o la mucho más reciente saga de El Hobbit, las seis películas dirigidas por el neozelandés Peter Jackson.
Guy Ritchie parece tenerlo claro, apuesta a caballo ganador y deja atrás su dudosa carrera como cineasta independiente. El blockbuster es un terreno donde se siente más a gusto, pisa seguro y firme en películas donde la hipérbole, el efectismo y la espectacularidad son los componentes que más peso tienen. El ex-marido de Madonna conoce bien los resortes de un cine comercial que da rienda suelta a sus pulsiones de cineasta posmoderno, pulsiones que, precisamente, chirriaban de manera estruendosa en su primera etapa fílmica. Con Rey Arturo: la Leyenda de Excalibur, al igual que hizo con el díptico dedicado a un acrobático Sherlock Holmes, se sitúa a la cabeza de los realizadores britanicos de cine comercial, y ya se anuncia que su batuta dirigirá una nueva versión de Aladino, un nuevo reto para el realizador que parece que no encuentra techo a su carrera.
Alfredo Paniagua
@columnazerocine