Madera quemada.
Resulta irónico, pero ser demasiado prudente implica un riesgo. En principio, los tópicos son una apuesta segura, una forma de garantía frente a las creaciones experimentales cuya conclusión acostumbra a ser impredecible. Pero los tópicos, como el fuego, necesitan manos expertas que eviten una propagación. Los directores perspicaces saben jugar con tópicos, saben emplear recursos manidos para sorprender a la audiencia ofreciendo una falsa sensación predictiva. En otros términos, conocen la estrategia del pescador: lanzan el cebo, aguardan a que los espectadores confiados muerdan el anzuelo y entonces recogen el sedal. James Wan, entre otros directores de cine de terror, usa con frecuencia métodos que manipulan la capacidad de anticipación del público. Insidious (2010) es un caso paradigmático, una película saturada de clichés que, sin embargo, rompe los esquemas del espectador en el momento preciso.
Pero Stiles White no es James Wan y en Ouija la sucesión de tópicos no deriva de una táctica elaborada, sino de una simple carencia de originalidad. La película es un producto compuesto de excedentes, residuos y material reciclado, envasado y distribuido para la venta masiva a los desdichados adolescentes del planeta Tierra. Por causas que ignoro, Hollywood asocia la minoría de edad con el mal gusto y considera que la juventud no merece un cine inteligente, sugestivo y original. Y menciono Hollywood porque Ouija, ópera prima de Stiles White, cuenta con el amparo de una figura central en la industria cinematográfica de Estados Unidos, el productor de una extensa lista de remakes basura Michael Bay (también director de películas de presupuesto estratosférico como Armageddon, Pearl Harbor o Transformers).
Ouija, además de ser predecible, estéril y lánguida, tiene otro centenar de defectos. Yo soy un tipo peculiar, me gusta el gore, y si una película de miedo no me asusta espero que, en compensación, me repugne. Es decir, si el film no logra provocar un efecto emocional en el espectador pienso que debe suscitar una respuesta sensitiva, sea o no agradable. Pero el refresco Ouija, no conforme con reunir ingredientes de mala calidad, es light y sin cafeína. En mi modesta opinión, asistir a una película de terror adolescente que elude la sangre y el sexo es una experiencia menos estimulante que acudir a misa.
Es significativo que Ouija, pese a pertenecer a la opulenta familia de Hollywod Hills, sea un film de bajo presupuesto. Supongo que los productores han optado por invertir en publicidad y reducir costes en asuntos triviales como la calidad de la película. Una decisión que otros expertos en el mainstream han tomado en los últimos años, sobre todo en obras destinadas a un público adolescente, como son The Purge: La noche de las bestias (2013), las secuelas de Paranormal Activity o las primeras entregas de la saga Crepúsculo. La idea es crear la versión cinematográfica de la comida rápida, el Fast Film, cuyo lema sería “produce rápido, vende bien y recauda millones”.
Si Insidious emplea la pesca con mosca, Ouija prefiere la pesca de arrastre. Stiles White, también guionista del film, prescinde de engaños sutiles y giros argumentales que desorienten a los espectadores, y sencillamente barre el fondo marino capturando peces somnolientos. Por desgracia, finalizado el tedioso espectáculo, resulta complicado recordar que, en el transcurso de los 89 minutos, hay imágenes turbadoras y alguna secuencia bien construida.
La ouija es un artefacto mágico, una tabla de madera que cobra vida en reuniones amistosas, un umbral y también un juego de final inesperado. Stiles White, demasiado obediente para jugar con artefactos que exceden el pronóstico, ha sustituido la ouija por el juego de la oca, donde avanza de puente en puente, llevado por la corriente.
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Adrián Abril (@PublioElio_)
@ColumnaZeroCine
