La Gran Belleza de Paolo Sorrentino. El truco de la mundanidad.
Eléctrica, intensa y emocionante. La película italiana que ha sido galardonada como la Mejor película Europea del 2013, pasará a la posteridad como una de las grandes obras del arte italiano.
La película de Sorrentino rompe con el estilo barroco de sus trabajos anteriores para construir una obra postmoderna, plagada de detalles acerca de la vida, la polis y su mundanidad. Habla de un mundo mucho más veraz de lo que pueda parecer. El mundo de la vida, donde todo es una farsa, y el ser humano esconde un pasado demasiado extenso y pesado. La belleza encontrada en el arte es lo único perenne de la vida.
“El ser se desgasta por goteo” dice Jep Gambardella (Toni Servillo), el protagonista de esta historia. Un personaje que pertenece a la aristocracia italiana desempañando la función de escritor de un mundo tan incomprensible como su vida. Un personaje que vive en frente al coliseo romano, en frente a un elemento que representa la historia de la humanidad, y que ve como Jep Gambardella se aflige con el paso del tiempo, se consume ante el persistir del ser humano y el disfrute de un mundo que no le pertenece.
Todo está resguardado bajo la cháchara y el ruido, el silencio y el sentimiento, la emoción y el miedo. Los demacrados e inconstantes destellos de belleza. La decadencia, la desgracia y el hombre miserable.
Jep Gambardella vive en un mundo donde la fiesta es el truco de lo mundano, el truco de las apariencias. Donde todo late por una magia trucada, ya que no es real. Una aristocracia que ya no sirve para nada. Personajes que emplean una función social pero que ignoran su propia existencia llegando a ser ridículos e inservibles. Personajes que poseen todo y viven cobijados en Roma frente al silencio de su soledad. El silencio de las calles nocturnas y las miradas de sus esculturas. Aquello que de alguna forma, no se aflige ante el paso del tiempo.
En La gran belleza la iglesia contrae un gran peso y más tratándose de Roma y su historia. Donde hay humanos con fe en Dios, y otros con fe en sí mismos, pero ambas muertes conllevan un mismo destino.
Epicuro decía:
“La muerte es una quimera: porque mientras yo existo, no existe la muerte; y cuando existe la muerte, ya no existo yo.”
Y quizá sea esa la manera por la cual la existencia de la vida atormente a las personas en su mayor y mediana intimidad. Porque el letargo de sus días solo son inmortales para todo aquello que carezca ya de vida y no se desgaste. El arte y la historia.
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David Couso
Buen analisis!
Sin duda, David Couso es el gran motivo por el cual se debe leer esta revista. No pretendo menospreciar, simplemente matizar y ubicar. +10