CRÍTICA CINE: JOHN WICK, PACTO DE SANGRE

Una crítica de Alfredo Paniagua para ColumnaZero.
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Una crítica de Alfredo Paniagua para ColumnaZero.
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Sucede a veces que hay películas que se producen destinadas a un público objetivo muy concreto, el caso de John Wick (2014),un filme protagonizado por Keanu Reeves y dirigido a cuatro manos por los desconocidos Chad Stahelski y David Leitch. John Wick es un título que rebosa en adrenalina, una especie de respuesta tecnificada a la ola de los shooters hongkoneses que contaron con el legendario John Woo como abanderado en la década de los 80. John Wick es una película que desborda acción y violencia, suprimiendo la carga poética de filmes como The Killer (1989) o de la saga A Better Tomorrow por una acción más rápida y manchada de hemoglobina pixelada -los trucajes clásicos en los tiroteos relucen por su ausencia en John Wick-. La película fue abandonada a su suerte por su distribuidora en Estados Unidos, obteniendo un escaso impacto en el momento de su estreno. No fue así en su distribución en formato doméstico y por televisión, que se convirtió en una cinta de culto para los amantes del cine de acción.

Parece que el éxito subterráneo de John Wick abrió los ojos a los productores y decidieron tomarse más en serio su continuación, no así el peso argumental y dramático de la historia, que sigue siendo tan plana como en su título predecesor. John Wick: Pacto de Sangre (2017) se plantea como la película de acción de la temporada y cuenta con una distribución a nivel mundial. Entre tanto, la única posibilidad de conseguir ver la entrega anterior es comprando un bluray o DVD censurado y sin subtítulos en el mercado internacional. Las vicisitudes en la distribución de algunos títulos son difíciles de explicar a veces.

Keanu Reeves interpreta a John Wick, un asesino a sueldo cuya pericia en el arte de matar nos ofrecerá un buen número de set-pieces de acción difíciles de olvidar por su extrema violencia y desparrame de hemoglobina. Si en la entrega anterior este hitman sale de su retiro cuando pierde a toda su familia -siendo la muerte de su perro el catalizador final de una venganza a sangre y fuego-, en esta ocasión, debido a un juramento que hizo a un colega de profesión, Santino D´Antonio (Riccardo Scamarcio). John Wick viajará a Roma para enfrentarse a un buen grupo de peligrosos asesinos. No hace falta decir que estos asesinos poco tendrán que hacer ante un sicario como Wick, frío y perfeccionista en su profesión como pocos. Completan el reparto nombres conocidos como John Leguizamo (ya presente en la primera película) y Laurence Fishburne.

Si antes comparábamos, con absoluta justicia, a este prototípico asesino con el que Chow Yun-Fat interpretó en la famosa cinta de John Woo, The Killer, el díptico de John Wick -al igual que la mayoría del cine de acción norteamericano- sufre de desposesión de dramatismo, no hay lírica en su narrativa, solamente acción motivada por un deseo extremo de venganza. La comparación con The Killer u otros títulos facturados en el contexto hongkonés de aquella época tiene su razón de ser en la levedad moral con la que ambos títulos encaran un cine de acción desprejuiciado donde se sobredosifica el plomo. Pero además John Wick: Pacto de Sangre contiene un elemento cuanto menos interesante: un entramado conspirativo sirve de sustento al argumento de la película. John Wick se ve inmerso en un mundo paralelo al nuestro, un mundo de ambición y crimen que parece un eco de aquel universo grecorromano repleto de magnicidios y conjuras al que los «malos» de la película hacen buen honor. Estas sonoridades a aquella época pretérita aparecen en multitud de detalles en toda la película, sólo empecemos por señalar que se desarrolla en Roma y que la mayoría de los personajes de la película tienen nombres grecorromanos, aparte de sus incontables referencias estéticas que encontraremos a lo largo del metraje.

Merecen mención una gran número de buenos momentos, de escenas de acción que no defraudan aún por parecernos ya vistas en el capítulo anterior de la saga, como el tiroteo en el club nocturno. En esta ocasión Chad Stahelski se encarga de la dirección en solitario, y su bagaje como especialista y coordinador de acción se hace notar, y mucho, en el tratamiento de la acción, en los movimientos de cámara y en el crescendo de las situaciones, mucho más interesantes, aún a riesgo de causar cierta sensación de déjà vu, que en la primera entrega.

John Wick: Pacto de Sangre es una película más sólida que la su antecesora, y no solamente en el planteamiento de la acción o en la intensidad de sus momentos más álgidos. Chad Stahelski y su guionista Derek Kolstad han logrado imprimir un mayor misticismo al personaje de John Wick. Pese a lo plano de la trama y la acusada ausencia de lirismo, hay factores que calan de forma inconsciente en el espectador, llevándole a transitar un plano realmente místico, y es que tanto la adecuada actuación de Keanu Reeves como el halo de misterio que sugieren algunas lagunas narrativas dotan al personaje de un aroma «zen» difícil de explicar. John Wick: Pacto de Sangre es una de esas películas que se convierten en clásicos de culto por mérito propio ya que, a pesar de sus carencias, logran atrapar al espectador en una tierra de nadie donde todo es posible, y eso nos gusta y mucho.

Alfredo Paniagua

@columnazero

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