Detrás de un título tan horrible, se encuentra una de las mejores comedias que vamos a poder ver durante el 2014. Guillaume y los chicos ¡a la mesa! es de todo menos normal. Así lo hizo ver el público de Cannes en la última edición del festival, que tras la proyección del film, aplaudió durante 15 minutos demostrando su satisfacción. Y ojito al dato, porque Guillaume Gallienne (el director, actor protagonista y guionista de la película) será, muy posiblemente, uno de las personalidades que más va a dar que hablar en el mundo del cine.
Muchos ya lo comparan con Woody Allen o Billy Wilder, y es que Guillaume Gallienne es un hombre polifacético que ha demostrado con su primera película su enorme talento y originalidad. Se trata de una adaptación a la gran pantalla de una obra de teatro que escribió el propio Guillaume, con la cual obtuvo el Premio Nacional de Teatro de Francia en 2010.
¿Y cuál es la clave? En primer lugar, se trata de una historia autobiográfica que cuenta la vida de un joven llamado Guillaume, quien tiene una crisis de identidad sexual provocada por la adoración que siente hacia su madre, así como por el entorno familiar en el que se ha criado. Lleva toda la vida intentando ser el chico más femenino posible (llegando a sentirse una niña), imitando a su madre hasta tal punto que su propio padre confundirá a su hijo con su esposa. Y todo ello está contado por Guillaume, el cual hace un monólogo de su vida sobre un escenario de teatro, intercalándose con escenas, a modo flashback, de su vida. Por tanto, estamos ante uno de los primeros ingredientes para que una película guste al público: originalidad.
En segundo lugar, Guillaume y los chicos ¡a la mesa!, tiene como protagonista de la película al mismo protagonista de la historia real: Guillaume Gallienne. Al ser una obra autobiográfica, no habría nadie mejor que Guillaume para hacer de él mismo; pero, lo que ya supera toda realidad, es que el propio Guillaume interpretará también el papel de su madre. Un actor que da vida a los dos protagonistas de la película: él mismo y su madre. Su espléndida interpretación, así como el hecho de contar una historia que él ha vivido, tratando el tema con suavidad y buen gusto, provoca que gane la credibilidad y empatía del espectador con todo lo que hace, incluso en el giro que da su personaje al final. Añadimos ingredientes: buena interpretación, delicadeza y verosimilitud.
Y el tercer punto clave, que es el que distingue a esta película y la enaltece sobre otras obras cinematográficas, es el buen uso del lenguaje cinematográfico, o incluso, si se quiere, la utilidad artística del mismo, que nos acerca a una buena realización al más puro estilo Almodóvar. A veces tendemos a pensar que una comedia no puede ser una pieza cinematográfica ejemplar, pero es posible que “Guillaume y los chicos ¡a la mesa!” sea una de las excepciones que rompen la regla. Las relaciones entre el escenario en el que está Guillaume con los episodios de su vida, no suelen ir al corte, sino que el polifacético director ha optado por combinar ambas disciplinas artísticas de una forma muy original: saltando de una a otra, jugando con los planos cerrados que se abren en un espacio diferente e, incluso, a través de los movimientos de nuestro protagonista.
Además, la fotografía es muy destacable, con una iluminación y una puesta en escena muy variante, acorde a cada escenario. De hecho, sorprende, cuanto menos, la cantidad de escenarios en los que se desarrolla el film. Y no sólo en Francia; puesto que Guillaume se traslada a diferentes países, en los que aprovecharán los estereotipos para enriquecer esta comedia. Es el caso de la Línea de la Concepción (Cádiz), donde aprenderá a bailar sevillanas, así como Inglaterra, donde vivirá en un internado rodeado de inglesitos.
No os dejéis guiar por el título y si tenéis la oportunidad, id a verla. Desde luego, es una película que consigue no dejarte indiferente; o te gusta o la odias. De lo que no cabe duda es que Guillaume Gallienne dará mucho que hablar.
Blanca Ramos [Info Blanca Ramos]
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