Deshumanizando.
Drama ambientado en la segunda Guerra Mundial que muestra los horrores que deja a su paso este tipo de acontecimientos, desde la visión del director húngaro János Szász (Opium, diario de una mujer poseída, 2007), que vuelve a mostrar interés por este tema, retratado esta vez desde el punto de vista de la niñez.
Dos hermanos gemelos deben compartir su infancia con su abuela para evitarles los horrores de la postguerra sin que esto sea fructífero. Egyik y Masik vivirán alrededor de una atmósfera de muerte, violencia y destrucción. Debido a esto deciden endurecer su cuerpo y su mente llevándoles a perder la inocencia, la moral, y la humanidad.
La narrativa de Szász es tan meticulosa y medida que se percibe claramente cada uno de los diferentes pasos y procesos por los que ha querido llevar la historia para culminar con el final deseado. Las cuestiones morales que se muestran son innumerables entrando en un continuo bucle de interrogantes sobre lo que es correcto y lo que es negativo; y sobre todo, el conflicto continuo con el propio ser humano.
Las leyes o normas creadas se van poniendo en entre dicho continuamente, hasta el punto que llega el momento en el que prefieres ver a un animal comiendo en un charco porque así es su naturaleza, que a cualquier ser humano desobedeciendo lo que se supone que es su naturaleza establecida, dejando claro que por más normas y debates que establezcamos no somos más que simples animales con unas dosis de consciencia que por desgracia solemos utilizar para lo perjudicial en vez de para la mejora de al menos el propio ser humano.
El mensaje que muestra “El gran cuaderno” es tan directo y claro que no deja ningún lugar a la imaginación del espectador. Lástima que esto sucede cuando el director demuestra un gran despliegue imaginativo con secuencias como la del ataque de los aviones ejecutados solo con las sombras de estos y que es más espeluznante que si lo mostraran.
Pero hay un claro enemigo del film, que es la contextualización. Nos traslada a un momento ya pasado, y fácil de reconocer como uno de los peores pasajes de la historia. Esto hace que se sienta desplazado de nuestro momento, de nuestra actualidad. Como algo que se hizo y quedó anclado en el pasado. Y con semejante mensaje que ha querido transmitir el director húngaro, no es precario decir que debería haber recurrido a la inventiva de una historia coincidente con nuestra temporalidad, para así dejar claro que seguimos cometiendo el mismo error una y otra vez. Y que esa monstruosidad que se nos desvela no está nada alejada de los sucesos que acontecen en nuestro deshumanizado presente.
Szász nos deja un film perturbador muy específico y contundente, que sabe tratar con pulso firme y con una dirección de actores muy potente que invita a la credibilidad de los sucesos.
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Miguel Ángel Postigo (@miguel_postigo)
@Columnazerocine