
Sustos de andar por casa.
El cine de terror comercial experimentó un antes y un después con el estreno masivo, multitudinario y ultrapublicitado de la película Poltergeist -corrían los años 80-. La vocación familiar de la cinta ochentera producida -y dicen que hasta montada- por Steven Spielberg es un modelo comercial que está viendo una época dorada desde que la Blumhouse Productions lanzase una gama de productos de bajo coste y muy interesante rentabilidad; el mérito añadido de estos productos es el de la creación de jugosas e interminables franquicias que parecen lejos de agotarse y siguen dando un buen montón de dinero. En este contexto, una de sus franquicias más rentables, la de la saga Insidious, ha modelado un esquema formal y estético que sirve de patrón para todos los acercamientos comerciales que se hacen al mundo de las posesiones infernales, haunting houses y espectros herederos de la mugre y la decadencia de los fantasmas japoneses que estuvieron tan en boga en la década de los 90. Uno de los nombres sobre los que ha revertido la responsabilidad del éxito de la saga Insidious es James Wan, director y guionista de sus dos primeras entregas. El joven realizador de origen malasio tiene clara la receta para que una película de exorcismos y fenómenos paranormales sea tan digerible para el público como la hamburguesa que se comerán en el centro comercial al salir del cine, una receta basada en el susto fácil, el desconcierto, el enclaustramiento de los personajes en un recinto maldito y en su batalla contra lo sobrenatural. De acá para allá y a golpe de susto resolvió los primeros capítulos de Insidious y su responsabilidad ante las dos entregas de El Expediente Warren (The Conjuring) le va a la zaga.
El Expediente Warren está protagonizado por un matrimonio de investigadores de lo paranormal, el matrimonio Warren, cuya parte masculina, Patrick Wilson, repite como azote de los demonios y espectros en la saga Insidious, una casualidad tan apropiada como meditada a la hora de hacer el casting. El matrimonio Warren se enfrenta a todo tipo de maleficios y conjuros con las únicas armas de su experiencia y una colección de artefactos malditos sacados de todos los casos en los que han trabajado -Annabel, la muñeca diabólica del matrimonio Warren dio lugar a un más que interesante spin off basado en La Semilla del Diablo, de Roman Polanski-. La propuesta hipervitaminada del primer Expediente Warren se extiende en esta segunda entrega, El Expediente Warren: El Caso Enfield, repitiendo el glosario de sustos, apariciones y dudosos giros de guión que tanto gustan al público amante del blockbuster -vaya, hemos olvidado que estamos en verano, la época del blockbuster-, pasando la acción a una vivienda londinense acosada por las fuerzas del Mal. No tendremos suerte alguna en el terreno psicológico, si algún espectador busca alguna arista en los personajes o en sus motivaciones y diatribas cotidianas va a encontrar muy pocas. Esta cinta, que repite, como no podía ser de otra manera, la estética setentera y de rancia guardarropía en la que se ambienta la anterior, sólo ofrece una colección de trucos, un glosario efectista que nos lleva a la nada más absoluta.
Como muestra de la noñería y la escasa fuerza narrativa y formal de El Expediente Warren: El Caso Enfield, tengamos presente uno de los fotogramas de la película en la que Ed Warren (Patrick Wilson) se defiende de las fuerzas malignas con un crucifijo de ridículas dimensiones; considérese esta imagen como indicativo de una propuesta a la que le falta carácter y que no pretende en modo alguno violentar al espectador, ni aún con el tamaño de los símbolos religiosos que exhibe a modo de recetario contra lo paranormal. Ignorantes como somos de la parte real de la película (el matrimonio Warren existe y se dedican a la investigación paranormal), lo que podemos concluir es que El Expediente Warren: El Caso Enfield es una cinta que responde a la necesidad de ofrecer un producto veraniego a bajo coste y en el que no hay la menor implicación por parte de director, productores y guionistas por ahondar en los aspectos psicológicos y personales del matrimonio de investigadores y de las víctimas del maleficio -como echamos de menos títulos como El Exorcista-, aún incluyendo la coletilla “basado en hechos reales” ¿En este punto vemos algo que difiera de las tres entregas de Insidious y la primera del Expediente Warren? Realmente no. Y para eso me quedo en casa y me pongo el bluray de El Último Exorcismo, ahí hay un farsante que se hace pasar por exorcista, pero al menos me hace reír.
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Alfredo Paniagua
@columnazerocine