Solo, solito, solo.
Una extraña película sobre la supervivencia que roza el cine experimental, y que tiene como motor a un Robert Redford sin nada de diálogo, solo, frente a los 106 minutos de metraje.
La trama de Cuando todo está perdido es muy sencilla. Un hombre de avanzada edad sufre un accidente en su barco. A partir de esto, ha de luchar por seguir viviendo frente a las inclemencias oceánicas.
No hay nada más, ni personajes, ni subtramas, ni dudas, ni nada. Solo estamos ante esto.
El tratamiento que ofrece J. C. Chandor (“Margin call”, 2011) es bastante correcto, por lo que en lo técnico no echamos en falta mucho. Además el film tiene un poderoso sonido que conduce el film casi como si de otro personaje se tratara. Estos apartados, unidos a la BSO de Alex Ebert, y el tener a un actor de la talla de Redford, hacen que parezca que estamos ante un film de naufragio de estilo comercial. Nada más lejos de la realidad. Ya que mostrar un guión de este metraje sin ni un solo diálogo y sin más interacción que el personaje con el entorno de su barco, se antoja más cercano a lo experimental que a cualquier otro tipo de cine salido de Hollywood.
Además, hay varias cosas que rondan en torno al personaje que hace que se tambalee en cierta medida lo que se plantea, o mejor dicho, el hecho de que en pantalla, no ronda nada que te haga trasladarte a algo que pase más allá del océano. No tenemos familia, ni amigos, ni pasado, ni presente. No hayamos emoción alguna, ni vínculo emocional con lo que está en el interior del barco, ni con lo que no se presenta en el exterior. Si a esto le añadimos que nos presenta a un personaje cuyo actor tiene 77 años, ¿por qué el espectador ha de temer por la vida de este personaje, y qué puede hacer que deseemos que se aferre a ella? Sencillamente, nada. Y aquí es donde más se aleja el film del espectador, quedándose en un simple ejercicio formal con un intento de ahondar en lo inexplorado.
De esta forma, presiento el guión y todo lo que le rodea como un riesgo ficcionado para no arriesgar y quedarse en algo llano y que ni va a gustar ni va a dejar de gustar. Dentro de la solidez de un trabajo correctamente llevado hay un vacío que ni en guion ni en dirección se preocupan en ningún momento de llenar. Para evitar que el espectador se haga alguna pregunta, lo mejor es eliminar cualquier tipo de consigna. Así, llegamos a tener frente a nosotros una pantalla ocupada por una imagen y un sonido, pero solo eso.
Estamos ante una cinta ciertamente olvidable.
[vsw id=»f3jJKguUlAM» source=»youtube» width=»425″ height=»344″]
Miguel Ángel Postigo
@miguel_postigo
@columnazerocine