CRÍTICA CINE: CREED, LA LEYENDA DE ROCKY

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Una crítica de Alfredo Paniagua para ColumnaZero.
Una crítica de Alfredo Paniagua para ColumnaZero.

Silvester Stallone ha sido considerado un cadáver cinematográfico desde hace dos décadas. Perteneciente a una generación de actores de músculo -ese cine de acción que ocupó los billboards durante toda la década de los 80-, el actor de ascendencia italiana ha sabido nadar a contracorriente y a atreverse, no sólo a revisar a sus personajes más populares, también a crear un saga autoparódica con todas las estrellas de acción de los últimos treinta años, Los Mercenarios. Buen olfato o simplemente pura casualidad, sus nuevas producciones caen en gracia aún ofreciendo al público esa vuelta de tuerca que para muchos es imposible de digerir; y su nueva apuesta es Creed. Silvester Stallone retoma en Creed el personaje de Rocky Balboa, creado en 1976, y de forma más indirecta el de Apollo Creed, némesis afroamericana del boxeador blanco que aparece en un capítulo posterior de la saga y muere en el ring a manos de un ruso muy malo y tramposo, interpretado éste por la también estrella de acción Dolph Lungred.

Las vicisitudes de Rocky Balboa, ahora mayor, arruinado y más cerca de sus humildes orígenes que de la gloria que le cubrió en otras entregas de la saga, le lleva a redimir al díscolo hijo de Apollo Creed, Adonis Johnson (Michael B. Jordan). La dinámica de este argumento es de sobra conocida para los espectadores que han fagocitado la saga Rocky. La épica de los planos de Creed no es nueva, Ryan Coogler quiere transmitir las mismas emociones que otras entregas de la saga, especialmente la del capítulo V -dirigido casualmente por el realizador que arrancó la franquicia, John G. Avildsen-, pero su condición de cineasta llegado de la escena independiente ha aportado aire fresco a la realización de la película mediante una filmación más realista, e incluso cercana, en algún momento, al género documental. Creed no quiere quedarse en la mera contemplación de un icono cinematográfico y repetir mecánicamente la fórmula del éxito, apuesta por una cinematografía más fresca y agresiva, y también llena de humanidad.

CRÍTICA CINE: CREED

Creed está repleta de guiños a una saga que marcó la forma de entender las películas de boxeo y, no obstante, el previsible guión y la correcta dirección de Ryan Coogler crean una cinta entretenida y sin mayores y loables pretensiones que la de satisfacer a su fandom, capturar sus corazones con un guión sencillo y humano; el resultado de esta película es un poco paradójico, es una cinta tan conmovedora como fácilmente olvidable. Si éstas son las claves del éxito de Creed, podemos aseverar que han funcionado con matemática precisión: sus numerosas y sorprendentes nominaciones a los Globos de Oro, Oscar y diversos certámenes de críticos, podrían consolidar la carrera de Silvester Stallone en su madurez y rubricar el valor de la saga Rocky de cara a un imaginario colectivo intergeneracional.

Con Creed, y más ampliamente la saga Rocky, nos hallamos ante un fenómeno propio de la cultura popular que fiscaliza nuestro ocio desde el amanecer de los grandes iconos norteamericanos. Rocky Balboa es uno de estos iconos y el público más joven quiere compartir el territorio emocional por el que ya deambularon sus padres hace tantas décadas, de ahí que Rocky Balboa y Creed sean, por separado y juntos, personaje y película, entes que forman parte de nuestra sociedad de consumo y tienen cierto funcionamiento autónomo de cara a su venta como producto en todas sus variedades (merchandising, DVDs, etc.); es el signo de los tiempos, lo que no impide que podamos disfrutar de Creed como un espectáculo digno y con cierta solidez cinematográfica.

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