
Blue is the warmest color.
Cuando la esencia lo inunda todo.
La nueva película del director francés- aunque nacido en Marruecos- Abdel Kechiche (que ya nos había deleitado con Cuscús en 2007) es una película muy valiente. Valiente por muchas cosas. Para empezar, por su arriesgada duración (180 minutos) que se usa para contar la historia de la chica de 17 años del título que tiene dudas sobre su sexualidad y que se acaba enamorando de Emma, una artista joven unos pocos años mayor que ella. En segundo lugar, por su uso explícito (e implícito) del sexo. Es difícil encontrarse películas donde las escenas sexuales estén tan justificadas y sean tan relevantes como en este film. El periodo de descubrimiento, tanto personal como sexual de Adèle, van de la mano y se complementan totalmente, creando un círculo simbiótico que explica la madurez de la protagonista en el devenir del relato. Por ello, no deja de ser muy reconfortante comprobar como Kechiche ha huido de todos los prejuicios posibles y se ha enfrentado, desvergonzado, al reto de contar su historia de la mejor manera posible pese a la polémica que esta clase de escenas siempre pueden causar en el espectador.
Sin embargo, todo está medido a la perfección en La vie d’Adèle. Los diálogos son muy verosímiles y las conversaciones se alargan, sin aburrir en ningún momento, con esa calma necesaria para construir una historia creíble. Gran parte del mérito de la película es mostrar muy lentamente la atracción que las dos protagonistas se generan y como está se va acrecentando con el paso de los minutos hasta que irremediablemente estalla.

Y Kechiche nos lo muestra con innumerables primeros planos, nada de música y sólo el uso de la expresividad de las dos protagonistas, increíbles las dos. Adèle Exarchopoulos hace una interpretación sensacional y es una digna candidata al premio a mejor actriz. Una mirada suya es tan capaz como de conmover a cualquier espectador de la sala como de traicionar nuestra empatía hacia ella. Su Adêle ante todo resulta creíble por la naturalidad de la actriz, que repitámoslo, se arriesga a todo en esta película. No menos mérito tiene la cada vez más conocida Léa Seydoux (que apareció tanto en Misión Imposible 4 (Brad Bird, 2011) como en Midnight in Paris (Woody Allen, 2011) ) cuyo personaje resulta el contrapunto perfecto a Adèle. Ella tiene el reto de hacerla descubrirse a sí misma, mostrarle otros caminos y hacerla madurar. Y lo consigue.
El azul, tan característico del pelo de Emma, acabará inundando la vida de Adèle y dándole un giro de 180º. Claro que este cambio se nos cuenta con escenas bellísimas, brillantemente filmadas, desde aquella que tiene lugar en el parque, cuando las dos chicas están tumbadas mirando el cielo, muy cerca la una de la otra, donde Kechiche graba el roce suave, casi imperceptible, de hojas perennes y caducas de los árboles a los que miran; hasta la que tiene lugar en la casa de los padres de Adèle la primera vez que va a verla Emma.
La vie d’Adèle es en definitiva un gran viaje a la esencia de una relación muy profunda, donde los diálogos juegan un papel muy sobresaliente, así como las interpretaciones del dúo protagonista. Una gran adaptación de la novela gráfica Azul, de Julie Maroh.
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Martín Villares
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