CRÍTICA CINE: CAFÉ SOCIETY

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Un artículo de Alfredo Paniagua para ColumnazeroCine.

¡Esto es Hollywood!

El incansable genio de Woody Allen no abandona su rutina de dirigir un película al año. Con un ritmo de producción constante, el cineasta neoyorquino parece haber cogido la carrerilla en un momento de su carrera en el que otros directores suelen pensar en el retiro. Hay que achacar, a este frenético modo de engrosar su lista de producciones, que parece que el bueno de Allen se ha encasillado en un estilismo un poco cansino, en una puesta en escena que asemeja mucho a sus otros títulos de la última década, quizás porque está enamorado de un tipo de historias en el que la simpatía y felicidad de los personajes prevalece por encima del feísmo que se ha impuesto en las comedias de cine independiente de Hollywood.

Después de The Irrational Man (2015), cinta interesante y que rompía la monotonía de las películas dirigidas por Woody Allen en los últimos cinco o seis años, llega Café Society (2016), una película que lleva de nuevo al director a la ciudad de Los Ángeles en los años 30-40, dibujando un universo burgués donde las preocupaciones sociales o las lecturas pragmáticas de la sociedad de aquel entonces quedan sepultadas bajo una gruesa capa de glamour burgués, rememorando una época que, desde el punto de vista visual, y en el cine moderno, sólo vamos a encontrar en aquellos severos dramas que usaron esta década para descubrirnos que había una enorme brecha entre las clases sociales en esa época, o que la burguesía andaba enzarzada en una interminable caza y captura del hedonismo más vacuo (El Gran Gatsby, por ejemplo, es una acertada muestra de esta tendencia). Alejada de esa lectura, Café Society es una tragicomedia irónica y divertida en sus formas, pero inquietantemente árida en su contenido.

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Café Society hace referencia a ciertos locales que la gente de la alta sociedad y el espectáculo usaban para eludir la Ley Seca. «Café Society» es un término que también nos imprime esa sensación de mal disimulada opulencia en el que se mueve el reparto coral de cualquier película de Allen y en el que el protagonista, Bobby Dorfman (Jesse Eisenberg), decide probar suerte, abandonando la seguridad de su hogar en Nueva York en busca del éxito y la aventura en los negocios de la industria hollywoodiense. Kristen Stewart secunda a Jesse Eisenberg interpretando a una joven que iniciará al protagonista en los secretos y protocolos de las largas y enjundiosas charlas y cafés, en los aperitivos interminables, en definitiva, en la utilización del código de alta sociedad de Los Ángeles para lograr medrar en un mundo complicado y muy competitivo donde el glamour y la apariencia lo es casi todo. La joven actriz -en permanente alza- aporta la sensibilidad y candidez que la heroína romántica de Woody Allen necesita para encandilar al bisoño aspirante a rico burgués; la elección de Kristen Stewart, para este filme y para otros que no dejan de estrenarse, muestra a una talentosa intérprete que ha sabido alejar de sí los fantasmas adolescentes de la saga Crepúsculo en pos de una carrera profesional más firme y prometedora.

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Woody Allen cuenta por primera vez con Vittorio Storaro, el legendario director de fotografía de Apocalypse Now, que le ayuda a hacer posible la recreación de una época, la sublimación en cine de las luces y las sombras de un mundo extinto que parece sacado de un cuento de hadas. La responsable del vestuario, Suzy Benzinger incide en la tesis de que la puesta en escena del Hollywood de aquella época era un mundo irreal, fabuloso y creado ad hoc para satisfacer la necesidad de escapismo de un país que estaba sumergido, o a punto de hacerlo, en una Guerra Mundial. Woody Allen, autor del libreto y responsable de la voz en off -narrador- que se oye en la película, concibe la estructura narrativa como la de una novela, donde su labor como narrador es testimonial, aportando su propio punto de vista a la historia.

Café Society es una pieza que tiene un buen encaje en la filmografía de Woody Allen, en ese imaginario fabulístico y fabuloso donde encontramos a personajes ávidos de psicoanálisis, a prefiguraciones de afroditas que satisfacen complejos edípicos y a retratos de microcosmos sociales muy alejados de los parqués que el común de los mortales estamos acostumbrados a pisar. Con todo ello, y pese a no ser ésta una de las etapas más prolíficas de la filmografía de Woody Allen, Café Society está dotada del buen pulso que ya advertimos en Irrational Man y que nos hace volver a creer que el genio de Allen está tan vivo como antaño.

Alfredo Paniagua

@columnazerocine

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