CRÍTICA CINE: BLUE RUIN

Una crítica de Thara Báez para ColumnaZero Cine.
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Una crítica de Thara Báez para ColumnaZero Cine.

Alabada por la crítica y con una larga lista de premios concedidos en los más importantes festivales de todo el mundo, Blue Ruin, segunda película del director y guionista Jeremy Saulnier, no deja indiferente.

Etiquetada en el género de thriller, se nos presenta un film cuanto menos atípico dentro de este género; empezando por un protagonista, Dwight (Macon Blair), que se aleja del tipo duro americano que podríamos esperar. Dwight es un treintañero que se encuentra sumido en una terrible decadencia remarcada por el hecho de que vive en su coche, un destartalado Pontiac azul; come de las sobras que la gente deposita en la basura y lleva una vida rutinaria y vacía. Es miedoso, torpe y demuestra muy poca resistencia al dolor físico. Las primeras palabras del protagonista se producen a los treinta minutos del comienzo del film. Hasta ese momento, todo el trabajo actoral es pura gestualidad, miradas y silencios, lo cual tiene más mérito teniendo en cuenta la poblada barba (empezó a dejársela ocho meses antes de conseguir financiación) que cubre su rostro hasta que se produce el giro definitivo de la trama. Un personaje adorable con el que resulta imposible no desarrollar una tremenda empatía.

Además de la buena elección del protagonista, Saulnier revisita temas tan manidos y universales como la familia, la venganza, el aislamiento social, la bondad y la maldad humana. Lo que lo convierte en especial es la brillante forma de intercalar drama y comedia, guiños al mismísimo Tarantino y tintes de inusual road movie, con bellísimos planos de carreteras interminables y poco transitadas. Un impactante retrato de la América profunda, la América de los aislados que fueron olvidados por su propio sistema.

La estructura técnica de la película y la elegante fotografía, del propio Jeremy Saulnier. ayudan a concebir este film como joya independiente. La gran cantidad de planos detalle, recurso bastante ajeno a los thrillers por la configuración de un ritmo lento, dotan a la cinta ciertas pinceladas de drama intimista en la primera y en la última parte de la película. En medio de la trama, el ritmo se vuelve vertiginoso debido a una sucesión de acciones rápidas. Es ahí cuando se disfraza, con el envoltorio de thriller, un giro inesperado donde Dwight se ve envuelto en una cadena de sucesos que parecen quedarle grandes, pero, a pesar de su aparente debilidad, no se rinde.

La venganza, tema principal de la película, le dota de una resistencia que, en una reversión del mito de Sansón, cuando se desprende de su barba (máscara tras la que esconde sus miserias y sus miedos), adquiere una fuerza que no esperábamos; mostrando al espectador, en un impactante plano ante el espejo, su rostro desnudo. Dwight se ha deshecho de su caparazón y está dispuesto a llevar a cabo su venganza, una palabra que parece no caber en la personalidad de este complejo personaje, en un vano intento de desprenderse de una herida abierta con la que ha intentado convivir; como si se resignase a la autoflagelación como única solución por no haber sabido readaptarse, ser una persona “normal”.

No hay banda sonora durante la película, pero al final suena, de manera muy acertada y significativa, I’ve got no regrets (No me arrepiento). Y es que, a pesar de todos los hechos acontecidos, Dwight no se arrepiente porque parece entender que hay heridas que no pueden cerrarse y con las que hay que convivir de por vida. El espectador lo purga, lo entiende y también cree que no debe arrepentirse. Es en esa comprensión y cariño hacia el personaje donde radica parte del éxito de la película.

El film cierra, acompasado por la canción, con una tormenta a la que sucede un día apacible y soleado. De nuevo, se retoma el ritmo lento y los planos detalle. Todo vuelve a ser como antes, aunque la experiencia que ha vivido Dwight le ha enseñado a perdonarse. Vuelve a su coche (y a su vida) construyendo de este modo una preciosa estructura cíclica.

Blue Ruin es, por tanto, una apuesta muy interesante en el campo de los thrillers que, últimamente y de manera general, es un género estancado y repetitivo en patrones argumentales. Este thriller se atreve a romper los límites convencionalmente atribuidos al género y va mucho más allá, alcanzando una profundidad que logra tocar al espectador, que sale de la sala sintiendo haber disfrutado de algo novedoso e inteligente; de un pulp noir atípico, bello, entretenido y, en definitiva, conmovedor.

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Thara Báez (@tharabaez)

@ColumnaZeroCine

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