REFLEXIÓN

ELECCIONES CATALUÑA: ESTO ERA TODO

Esto era todo. Un Mas ido a menos en la que probablemente sea la peor estrategia política concebida en mucho tiempo. El President no sólo no ha capitalizado el supuesto incremento del fervor independentista, sino que ha perdido 12 escaños tras convocar (muy) anticipadamente y por decisión propia las elecciones.

Mas ha quedado lejos de la mayoría absoluta que reclamaba: obtiene 50 escaños frente a los 68 que conceden dicha mayoría. Huelga decir que ningún dirigente adelanta unas elecciones con la perspectiva de obtener peores resultados que en la anterior cita electoral, sino con la perspectiva exactamente contraria. De hecho, si se convocan comicios anticipadamente es porque el convocante percibe un momento especialmente favorable a sus intereses electorales, o porque las expectativas futuras son tan negativas que es mejor atajar la “sangría” a tiempo. Éste último fue el caso del Presidente gallego, Núñez Feijóo, que, al contrario que Mas, sí acertó.

Es por eso que, aunque CiU haya sido primera fuerza (y a bastante distancia en votos y escaños de la segunda, ERC), la suya pueda considerarse una victoria con sabor a derrota. Fueron unas elecciones en evidente clave plebiscitaria (“sí” a la independencia vs “no”) en las que el fenómeno de la personalización irrumpió con más fuerza que nunca (Mas como alguna clase de “líder del destino de la nación”). Se identificó a CiU con Mas y a Mas con su propuesta de referéndum, por lo que no es descabellado pedir su dimisión: él y su plan, ambos uno, han fracasado.

“La voluntad de un pueblo”, rezaba el eslogan electoral de CiU. Celebrados los comicios, parece que la voluntad del pueblo catalán respecto de su encuadre en España ha variado poco; desde luego, mucho menos de lo que el enorme ruido hacía presagiar. Es fácil comprobarlo: la correlación de fuerzas entre partidos favorables al soberanismo y partidos desfavorables al mismo apenas cambia con respecto a 2010, fecha de las últimas elecciones. El electorado catalán ha vuelto a mostrarse tan dividido, tan plural, como siempre, y puesto que lo que verdaderamente habla son los votos (no la retórica partidista, ni los medios), muchos respiramos tranquilos después de que haya quedado patente que no hay nada parecido a la marea social independentista que algunos pretendían hacer ver.

Eso no oculta algunas cuestiones importantes. La primera es que ERC, tradicional fuerza independentista, ha pasado de 10 a 21 escaños: un aumento espectacular que la convierte en auténtica triunfadora de estas elecciones. Entra en escena, asimismo, Candidatura d’ Unitat Popular (CUP, 3 escaños), partido situado más a la izquierda que ERC pero que comparte con éste el impulso independentista. Muchos, ante la opción de escoger, prefieren lo real a la copia que siempre tuvo mucho de pirueta interesada (y es que, ¿cuándo fue el independentismo la tendencia dominante entre las filas de CiU?). Por ello, aunque Mas no haya logrado el respaldo previsto, no debemos obviar que el independentismo sí parece haber avanzado y que las “heridas” o “brechas” entre España y Cataluña sí parecen haberse hecho mayores y más dolorosas; fruto, entre otras cosas, de la sentencia del TC sobre el Estatut (las declaraciones Wert-idas, definitivamente, no ayudan). Dicho de otra manera: quizás CiU no haya obtenido el respaldo esperado no tanto porque no haya una mayoría de catalanes favorable a su plan (CiU y ERC solos suman más de la mayoría absoluta del nuevo Parlamento), sino por su fuerte impronta derechista, sus contestados recortes sociales… O incluso por una (de momento, creo) macabra maniobra del Gobierno central y del periódico referente de la derecha, El Mundo, filtrando aquél y publicando éste un informe (sin firma, ni sello, ni…) que involucraría a Mas y al ex Presidente de la Generalitat, también de CiU, Jordi Pujol, en operaciones de corrupción (cuentas en Suiza incluidas). Había miedo, y eso ya es en sí revelador.

Una segunda lectura importante fruto de estas elecciones es cómo el planteamiento de la cuestión soberanista ha sido central en la campaña (hasta el punto de desplazar el debate económico y social, más importante si cabe en una Comunidad arruinada), y cómo ello ha logrado movilizar al electorado, que sintió la necesidad de pronunciarse en una cita descrita como histórica y decisiva para el devenir de Cataluña: acudió a las urnas casi el 70% de los votantes, segunda cifra más elevada de la historia democrática de la región. ¿El corolario? La polarización electoral que una cuestión planteada, como digo, en clave plebiscitaria ha causado: aumentan PP y Ciutadans por un lado (éste último mucho más que aquél), y ERC y CUP (éste último no aumenta, sino que surge) por otro. En medio, el PSC, cuya tibia, pero también poco elaborada, propuesta federalista no ilusiona (pierde 8 escaños), haciendo que lo ocurrido en Cataluña no sea más que el reflejo a escala regional de la desilusión que transmite el PSOE a nivel nacional. Van ya unos cuantos “reflejos”.

Queda ahora el “después de”, que en escenarios electorales sin mayorías absolutas es quizá lo más importante, pues entran en juego los contactos entre partidos, el contraste de programas, las ofertas, transacciones… El juego político propio de las alianzas o coaliciones, en definitiva. Sólo con el tiempo sabremos si ERC y CiU son capaces de dejar de lado sus diferencias en materia económica y social para abrazar juntos la aventura independentista, o si por el contrario las discrepancias van a ser mayores que la ilusión por un proyecto que, no en vano, nació muerto. Podría incluso darse la paradoja de que el PP, el más temeroso frente al órdago independentista, facilite la gobernanza a CiU ante probables acuerdos económicos y sociales que CiU nunca podría alcanzar con la izquierda. Al fin y al cabo, PP y CiU nunca fueron tan diferentes.

De cualquier manera, lo peor que podría hacer el Gobierno central es pensar que el posible fin de Mas (ya le ocurrió a Ibarretxe) suponga el fin de la problemática. Lo único que ha logrado el Gobierno es ganar tiempo, que, en realidad, es lo que ha hecho cada sucesivo Gobierno central. Hacen falta voluntad, inteligencia y altura de miras para reformar un modelo de Estado que, como tantas otras cosas en este país, demanda cambios a gritos.

Jorge Herrera Santana

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