Este país va camino de convertirse en el país de las “no explicaciones”.
El Rey y la Infanta. Que el Rey ha hecho muchas cosas adecuadamente es verdad. Pero basta un error o varios de calado para echar por la borda (y si no echar por la borda, al menos sí degradar) el trabajo de años. Esto es especialmente cierto en el caso de las personas con proyección pública: “Haz mil cosas bien, que si la última la haces mal, te recordarán por ello”. Lo peor no es la ya célebre cacería (sufragada, dicen, por un jeque), sino varios correos que, al parecer, demostrarían la mediación del Rey en aras de que su yerno (la joya de la Corona, desde luego) obtuviese los contratos públicos que pretendía. A la Monarquía parece haberle entrado mucha prisa por callar al ex socio de Urdangarin, Diego Torres. Y qué decir de la Infanta Cristina… Participaba de las sociedades de su marido, vivía rodeada de lujo, pero “no sabía nada”. El juez Castro, puesto como ejemplo de osadía, ni siquiera la cita a declarar. Lo dicho: una osadía de primer orden.
Bankia. La fusión de siete cajas malas debía dar como resultado un banco bueno (?!), y una vez se ha demostrado que era mucho pedir, el “intento” nos va a costar en torno a 24.000 millones de euros en total: la nacionalización bancaria de mayor envergadura realizada hasta la fecha en España. Se acude en auxilio de una entidad privada con dinero público (lo que ya es suficientemente grave), pero es que, además, se pone en riesgo al país por cuanto la intervención enciende las alarmas respecto del conjunto del sistema financiero español, hasta ayer “el más sólido del mundo”. Y, pese a todo, no da explicaciones ni Rato, ni ninguno de los consejeros (hasta sindicalistas había, era tal la magnitud de “la fiesta”), ni nadie. El único que iba a hacerlo era el hasta hace unos días gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, pero entonces (¡casualidad!) anuncia que se marcha antes de lo previsto, cosa que (¡casualidad!) le impedirá comparecer ante el Parlamento. Siempre nos quedará la investigación puesta en marcha por la Fiscalía General del Estado que (¡oh, no!) depende del mismo Gobierno que hasta ahora ha vetado toda posible explicación pública. Bankia, “el banco del PP”.
Dívar. Quizá no se explique porque, en su caso, poco hay que explicar. Porque, cómo explicar tanto viaje a Marbella: ¿es que Marbella es la capital judicial de España, y nosotros sin enterarnos? ¿Es que computan como gastos oficiales cenas de una o dos personas, o estancias de varios días para asistir a un acto de apenas unas horas de duración? Dívar se declaraba “limpio” jurídica, política y hasta éticamente. Sin-vergüenza, claro que sí. ¿Ser y parecer? ¿Qué es eso?
Rajoy. Elegido por las urnas para tomar decisiones… Y (¡ah!) para explicarlas. Cuando no se escabulle por los pasillos del Senado (ni eso hizo bien), pasa la patata caliente a sus ministros, que se contradicen entre sí, dando un espectáculo lamentable más propio de un país bananero. Se ve que esto no tiene efecto en la prima de riesgo. Las manifestaciones ciudadanas sí, claro.
Que los dirigentes públicos den explicaciones de su gestión no es un capricho: es una obligación. Más aún en tiempos de crisis (también emocional), con unos ciudadanos en extremo susceptibles que, por eso, están más alerta que nunca (una de las pocas bondades de las crisis…). La accountability o rendición de cuentas se sitúa entre los principales indicadores de salud democrática, por lo que, cuanto menor es aquélla, peor es la calidad de la democracia en cuestión. La rendición de cuentas es, literalmente, explicar las cuentas. Qué menos, tratándose de nuestro dinero, ¿no?
Jorge Herrera Santana
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