
Un paseo por la vereda de las musas del Barroco
Algunos de los literatos más importantes de nuestro país llegaron a decir de ella que debería cambiar su nombre por el de Villanueva de las musas. Lo cierto es que sus calles y rincones han sido inspiración de todo tipo de artistas y por ella han paseado caballeros, nobles y escritores que encontraron en este privilegiado entorno su cobijo. Situada en una hermosa llanura a 880 metros sobre el nivel del mar y con un clima de extremos al que los autóctonos ya están acostumbrados: helado en invierno y asfixiante en verano.
Villanueva de los Infantes, tierra de labradores y labradoras con la piel curtida al sol, de uva, de vino, de aceite, de platos típicos y de buen comer. Pero también de cultura, de arte, de letras y de humanidades. De gentes humildes, amables y con esa generosidad que solo quienes se han criado al acogedor arrullo de un pequeño pueblo como este conocen. Miguel de Cervantes y Saavedra no quiso acordarse de su nombre en 1605. Quizá un despiste del escritor, tal vez una incógnita para atraer la curiosidad de sus lectores o puede que incluso un acertijo para aquellos que desearan adivinar la ciudad natal del hidalgo más internacional, Alonso Quijano, conocido en todo el mundo como Don Quijote de La Mancha. El enigma tuvo que esperar cuatro siglos para ser resuelto, pues no será hasta el año 2004 cuando un grupo de catedráticos de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) -liderados por el catedrático en Sociología Francisco Parra- se plantee como un reto descubrir el famoso Lugar de La Mancha.
Sin embargo, a pesar de que serán muchos los homenajes y festividades que la localidad celebrará en torno a la figura de Don Quijote tras este reconocimiento, lo cierto es que no es la literatura de Miguel de Cervantes lo único que da renombre y convierte a esta localidad manchega en un enclave único en nuestro país, pues se trata de un lugar con un vasto pasado, un interesante presente y, sin duda, un futuro prometedor.
Llámese Villanueva de las musa
De sus calles casi simétricas, rectas y cortantes, propias de un trazados romano, se desprende un aire humanista y literario. De cada rincón de sus fachadas y portadas parduzcas se destila un aroma a cultura, a letras y a arte a los que los autóctonos de este pequeño municipio manchego no han querido renunciar. Pues Villanueva de los Infantes es campo, pero también es amor por el mundo del saber, como demuestra el testimonio de algunos de los autores más importantes de nuestro país:
«De hoy más, porque la envidia no se atreva,/pues Jiménez Patón enseña y prueba/que están en su retórica difusas,/llámese Villanueva de las musas/y no de los Infantes Villanueva».
Son las palabras de Lope de Vega las que, con estos versos, reconocen que tras los muros y rincones de Villanueva de los Infantes se escondieron durante el Barroco las luces y misterios de las musas que se encargaron de susurrar al oído de los artistas para lograr traer a sus mentes la inspiración y la paz que les permitieron escribir sus relatos y versos.
Aún hoy sus calles nos invitan a perdernos y respirar la inspiración de la que se impregnó en su día Cervantes, ya que a pesar del tiempo transcurrido los destellos de las musas de las que hablaba Lope de Vega en su poema continúan danzando por los rincones de esta localidad. Pero todo aquel que quiera hallar a las escurridizas musas requerirá de paciencia, ojos bien abiertos y ganas de aprender.
Es fin de semana al mediodía y este, que es un pueblo de costumbres, no falta a una muy nuestra: cerveza en mano y mesas llenas. Gentío, voces y risas vuelan por el aire de una mañana otoñal en la que familias enteras de infanteños y turistas disfrutan del sol veraniego. Nos encontramos en la Plaza de San Juan. Para comenzar el recorrido por esta villa de las musas situamos nuestros pies en esta glorieta presidida por una escultura rematada con el busto de Francisco de Quevedo, otra de las figuras insignes de esta localidad.
Bajo la suela de los zapatos ondula el empedrado de una calle que nos recuerda que nos encontramos en un enclave histórico. Mientras las risas de los infanteños resuenan en la cabeza ponemos el rumbo hacia la Calle Cervantes, pero antes de comenzar a andar dirigimos nuestra mirada hacia la izquierda de la Plaza. El edificio que se despliega ante nosotros es el convento de Santo Domingo. Dos fachadas: una en el lugar en el que nos encontramos, la otra en la calle Frailes. Quienes decidan explorar su interior a través de la puerta que se encuentra en la Plaza de San Juan descubrirán que las diferentes capillas que conforman el interior del templo poseen inscripciones y escudos nobiliarios datados en 1626, 1627 y 1770. Aquellos que decidan adentrarse en el edificio por la puerta lateral accederán a la parte en la que antaño se ubicaba el convento. Hoy, podremos descubrir allí la Hospedería del Buscón de Quevedo con diferentes estancias, desde habitaciones hasta un claustro de ladrillo mudéjar donde, desde 1981, se celebra el Festival Internacional de Poesía, organizado por la Orden Literaria de la localidad que, como no podía ser de otra forma, hace honor con su nombre a Francisco de Quevedo. Una habitación llama particularmente la atención de los visitantes del lugar. Se trata de la celda en la que pasó sus últimos días el escritor Francisco de Quevedo.
Polvo serán, mas polvo enamorado
Francisco de Quevedo y Villegas afirmó en su poema Amor constante más allá de la muerte –uno de sus más célebres- que tras la muerte el cuerpo sería ceniza, pero tendría sentido. “Polvo serán, mas polvo enamorado”, fueron exactamente sus palabras.
Enamorado o no, eso no lo sabemos, lo que sí se puede demostrar es que el cuerpo de Quevedo descansa hoy en la Iglesia de San Andrés Apóstol de Villanueva de los Infantes. El 8 de septiembre de 1645 expiraba en una de las celdas del convento de los Dominicos de este municipio manchego una de las plumas más prodigiosas de la literatura de nuestro país. Con él se llevó todo su ingenio. Como herencia para el resto de mortales dejó un legado literario de inestimable calidad.
Fue una persona polémica y con una vida convulsa hasta el final de sus días. Ostentó los títulos de Caballero de la Orden de Santiago y Señor de la Torre de Juan Abad (municipio situado a unos 20 kilómetros de Infantes). Llegó en enero de 1645 a Villanueva de los Infantes con un estado de salud mermado. Pasó sus últimos días entre las cuatro paredes de su celda en el convento infanteño. Aquellos que quieran dejar volar su imaginación y pensar sobre cómo fueron las últimas horas de este escritor del Siglo de Oro, tendrá fácil esta tarea, pues el Ayuntamiento de la localidad manchega permite la entrada de manera gratuita a la habitación en la que Francisco de Quevedo pasó sus últimos días. Lo que vemos quizá decepcione a quienes hayan creído que el escritor pasó el final de su vida entre lujos, pues lo que nos encontramos es una habitación austera y pequeña para una persona con su renombre.
Dentro de la estancia un mobiliario escaso: un par de mesillas, un baúl y una cama. En la antesala un escritorio y un poema enmarcado que nos muestra que este escritor no abandonó la paz que le proporcionaban las palabras ni en aquellos momentos en los que sentía que la muerte le tendía su mano:
Ya formidable y espantoso suena/dentro del corazón el postrer día;/y la última hora, negra y fría,/se acerca, de temor y sombras llena.
Por la senda de las musas
En este fin de semana veraniego los infanteños más benjamines aprovechan el rato en compañía de sus compañeros de aventuras comiendo chucherías y corriendo por esta calle peatonal aprovechando el buen tiempo y las vacaciones, queriendo hacerlos eternos y permanecer ajenos a la “vuelta al cole” del próximo septiembre. En sus miradas se lee la paz e inocencia propia de quienes pueden disfrutar de su niñez con tranquilidad. Los niños continúan con sus juegos y carreras mientras nosotros seguimos por esta calle que ahora nos sitúa al lado del convento de las dominicas de la Encarnación. En sus puertas ya no aguardan las religiosas de antaño, sino que hoy encontramos a los pies del edificio la terraza de un bar. Los tiempos cambian. El edificio llama la antención por sus tres plantas de altura y su extensión, que cubre toda una manzana. El convento fue fundado en 1598 y en las inscripciones que se contemplan en su entrada podemos leer fechas que hacen alusión a la primera mitad del siglo XV. Un edificio entero de piedra y ladrillo que, siguiendo la tradición del encintado toledano, es de traza sencilla y está cubierto por teja curva. Con las desamortizaciones vividas durante el reinado de Isabel II el edificio pasará a manos del Estado en 1872 quien lo cederá al municipio. Hoy este lugar continúa sirviendo para rendir culto, pero no a ningún dios ni religión, sino que lo hace a la cultura, pues sus muros cobijan ahora el Auditorio Municipal de la localidad. El edificio colindante con este convento nos ayuda a apreciar la importancia de los contrastes. En su planta baja encontramos el acceso al Mercado del pueblo, mientras la planta superior está dedicada desde hace unos años al Museo de arte contemporáneo, por historia y modernidad no están reñidas.
En la siguiente esquina nos topamos con otro tesoro la Casa del Caballero del Verde Gabán, uno de los personajes más interesantes y crípticos del Quijote. Sus actuales propietarios reciben con amabilidad y paciencia a todo aquel viajero o curioso que quiera entrar a visitarla. Un gran patio presidido en el centro por un pozo hace de recibidor. Sin nada que envidiar a los míticos patios andaluces, pero fiel a su estilo castellano, con pórticos sobre columnas toscanas con zapatas y galerías superiores con pies derechos y balaustradas y con entrada a la cueva subterránea.
Seguimos andando hasta terminar la Calle Cervantes mientras nos seguimos topando con lugareños que se niegan a regresar a casa para la hora de la comida y prefieren seguir sacándole jugo al sol en la terraza de un bar rodeados de los suyos. Llegamos hasta la Plaza Mayor, a nuestra izquierda Don Quijote y Sancho nos saludan -con sus inseparables Rocinante y Rucio. Nos situamos en una de las plazas con más encanto de toda Castilla-La Mancha, con una planta trapezoidal y salida a cinco calles, como si inevitablemente cualquier recorrido en este municipio tuviera que concluir en este lugar. Rodeada por amplias balaustradas de madera a un lado. En los otros una sucesión de arcos de medio punto dan armonía al conjunto arquitectónico. En uno de sus laterales se ubica el Ayuntamiento de la localidad. Y en la parte Norte encontramos la Iglesia Parroquial de San Andrés Apóstol edificio declarado Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento en el año 1975 y en el que reposan, por fin, en paz y a la vista de los curiosos y feligreses los restos de Francisco de Quevedo.
Antes de finalizar nuestro recorrido merece la pena que visitemos otro lugar. Se trata del Pósito o Alhóndiga, situada en la calle General Pérez Ballesteros. En un primer momento este edificio construido en torno a 1573, con un gran patio flanqueado por un conjunto de arcos de medio punto, sirvió como casa-almacén para la compra-venta de grano pero en 1715 pasó a convertirse en algo bien diferente: una cárcel. Grabados en las columnas de su patio interior quedan aún los ecos de los pensamientos de algunos de los presos que pasaron por allí en forma de inscripción. Funcionaría como prisión hasta que en 1983 se restaurara y cambiara radicalmente su labor y se convirtió en Casa de Cultura y entre las paredes de su planta superior alberga la Biblioteca Municipal de la localidad.
Un pisto para conquistarlos a todos.
Villanueva de los Infantes es un lugar rodeado por el folklore, las tradiciones y las fiestas populares. Entre las más emblemáticas destacan las Cruces y Mayos, declaradas de Interés Turístico Regional en 1999 y que comienza cada madrugada de 30 de abril con las rondallas que recorren el pueblo cantando el Mayo a las Damas, para continuar ya el día 2 de mayo con el día de las Cruces bebiendo, comiendo y disfrutando de las canciones populares acompañados de familia y amigos.
Pero si hay un evento multitudinario en esta localidad esa es la Fiesta del Pimiento celebrada el primer fin de semana de septiembre desde hace ya doce años. Se trata de una fiesta que ha logrado cautivar a infanteños y turistas.
¿Imaginan una receta con la que lograr alimentar a más de ocho mil personas? Pues en Villanueva de los Infantes lo han hecho. Con una sartén con cuatro metros de diámetro y productos de la tierra como el tomate, el pimiento o el aceite de oliva virgen extra con Denominación de Origen del Campo de Montiel, todos ellos donados por los agricultores y las cooperativas de la zona. Una receta de estas dimensiones requiere de varios días de preparación, por ello el proceso comienza la tarde del sábado durante la que en torno a trescientos voluntarios se reúnen para realizar la “cortá del pimiento”, como ellos lo llaman. Al día siguiente, el primer domingo de septiembre a primera hora de la mañana se continúa con el “escaldado del tomate” y en torno a las ocho de la mañana se procede a encender la lumbre que calentará este pisto elaborado también por voluntarios y del que en las últimas ediciones de la fiesta se han alimentado más de ocho mil personas.
En la pasada edición de esta fiesta la localidad registró un total de 25.000 visitas en un solo fin de semana. Gracias al atractivo del pisto, pero no solo eso. Durante este mismo fin de semana el entorno histórico y cultural del municipio parece volver a su etapa dorada, pues la Plaza Mayor, la Calle Cervantes y la Plaza de San Juan se pueblan con más de medio centenar de puestos que conforman este mercadillo cervantino, mientras los aromas y sabores del Renacimiento recorren las calles de la localidad y una gran variedad de actividades, dirigidas a grandes y pequeños, durante todo el fin de semana nos hacen imaginar que los humanistas y artistas del pasado aún pasean por estas calles.
Comida y productos típicos para un fin de semana en el que los infanteños tampoco se olvidan de su baile tradicional. Durante la noche del viernes y el sábado se celebran en el privilegiado emplazamiento de la Plaza Mayor las Jornadas Nacionales de Folklore, donde la Asociación Folklórica anfitriona, Cruz de Santiago, abre todas las muestras de bailes. Un evento que marca el calendario folklórico de toda España y que ha conseguido ganar fama internacional gracias a sus doce años de andadura.
Un evento para aprovechar los últimos coletazos del verano, las últimas noches de distensión disfrutando además de la gastronomía más típica de Villanueva de los Infantes rodeado de un entorno que cautiva por su magia e historia.
Celia Ruiz Alfonsea
@columnazero