
El museo ofrece una ecléctica reordenación de su muestra que se vuelca al modernismo.
El Museo Nacional de Arte de Cataluña llevaba tiempo pidiendo un lavado de cara. Un cambio en el contenido de sus salas que le diera vida a este museo en el que el peso del arte medieval ejercía como una petrificante espina dorsal de su interior desde su creación. Por esa razón cuando Pepe Serra se puso al frente de la dirección del museo en 2012 decidió enfocar su trabajo en darle un nuevo aire rejuvenecedor que rompiera con el protagonismo imperante de su colección románica y pudiera mostrar un museo con una colección más atemporal y heterogénea en su contenido. Dos años después la museografía es muy distante a la que imperaba bajo la dirección de Maite Ocaña, un contenido mucho más heterogéneo y una nueva escenografía con unas paredes cuya característica blancura ha dado paso a tonalidades rojas e incluso verdes, y a una nueva iluminación acorde a esta metamorfosis.
Fruto de este trabajo es la reestructuración de la primera planta de la afamada pinacoteca catalana, cuyos 4000 metros y 1300 obras (la mitad de ellas expuestas al público por primera vez) ofrecen hoy una nueva lectura del arte de los siglos XIX y XX que lejos de estancarse en estilos, presenta una variada muestra de todas las corrientes del período.
Un nuevo discurso en forma de Arte Moderno cuya puesta en escena se presenta en tres salas con un recorrido que empieza en el siglo XIX con la ascensión del artista moderno, para centrarse en el modernismo, e incluso el arte de la Guerra Civil y la posguerra. Muestra de esto es que en sus espacios no sólo se pueden contemplar las artes tradicionales, sino también una gran colección de carteles, fotografías o collages que comparten espacio con elementos de arquitectura o artes decorativas presentándose en igualdad de condiciones que los elementos pictóricos clásicos.
Otro de los nuevos ejes de esta remodelación es la exclusión de salas monográficas, ya que se ha huido de la tradicional división en la que se encajonaba el MNAC hasta el momento. Se trata de una muestra en la que impera el eclecticismo tanto en formato como en artistas, los más afamados como Gaudí o Munch, comparten espacio con nuevos descubrimientos y artistas que no habían tenido su correspondiente protagonismo, así como con nombres olvidados dentro de un contexto tanto nacional como internacional, con hegemonía de artistas catalanes pero también nacionales e internacionales y que supera las barreras temporales que lo separaban de otros museos, tales como el MACBA, que ha cedido parte de su colección.
Además la muestra ha querido dar protagonismo a Josep Jujol uno de los artistas catalanes modernistas más genuinos, cuya obra había estado hasta el momento bajo la sombra de Gaudí de quien fue colaborador y junto al que hoy comparte protagonismo dentro de la remodelación.
Recorrido guiado por sus salas…
La ascensión del artista moderno
El recorrido formal por sus salas comienza mostrando el nacimiento del arte y del artista moderno que pretende explicar el cambio en la concepción del artista de mediados del siglo XIX que empieza a abandonar el academicismo mostrando su cara más íntima, dentro de su taller en el que se explica la dualidad entre el artista erudito representado por Fortuny, y el artista bohemio encarnado en la obra de Casas. Retratos de los propios artistas y sus esferas, que pasan a un ataque a la academia y a sus clientes burgueses. Como novedad la introducción de la fotografía, en la que pueden contemplarse algunos de los primeros desnudos fruto de los retratos del cuerpo humano que representan el límite de la pornografía de la época y cuya primicia reside en la muestra de aquellas partes menos gratas del cuerpo humano tales como la celutitis o los granos, no mostrada hasta el momento. Dentro de esta mirada personal también cabe la cara del artista bohemio, el retrato burgués (clase social acomodada de la época de la cual se exponen joyas y objetos personales). Destacan las primeras carpetas de grabados, una sala oriental, y otra de pintura historicista, en la que impresiona el majestuoso lienzo ‘La Batalla de Tetuán’ obra de Fortuny, uno de los cuadros más importantes de la colección. Y por último, las primeras obras de quienes hoy conocemos como reporteros de guerra que reflejan la actualidad de la época con una innovadora colección de fotografías de la Semana Trágica de Barcelona.

Modernismo
La segunda parte de la exposición nos da un vuelco no sólo en el tiempo, sino en el espacio, ya que nos remonta a los modernistas en París. Un París a la vanguardia de la época al que llegan artistas de todos los rincones de la esfera global para plasmar sus obras, dentro del que se reconoce como uno de los mejores períodos artísticos contemporáneos y en cuya colección podemos contemplar a personajes de la escena más bohemia tales como dandis, bailarinas o bebedores de absenta. Tras este paseo por la ciudad de las luces, en el que destaca la gran colección de posters, el recorrido retorna a la ciudad condal, para explicar la escena modernista en Barcelona. Uno de los máximos representantes de esta etapa es el triángulo formado por Casas, Rusiñol y Utrillo, muestras del trabajo de todos ellos se aprecian en la colección. Pero si hay algo en lo que destaca la arquitectura barcelonesa, esto es, sin duda sus casas modernistas de la segunda mitad del siglo XIX. Dentro de esta nueva museografía se encuentran 20 piezas de mobiliario creadas por Antoni Gaudí para viviendas como las casas Calvet, Batlló o La Pedrera.
Guerra Civil
El itinerario concluye con una colección enmarcada en la Guerra Civil y la posguerra. Período del que el museo dispone de una colección de las más importantes dentro del conjunto español, con obras de Juli González y Picasso. El elemento predominante es el cartelismo en forma de mensaje antifascista, aunque también se incorporan la fotografía o el fotomontaje. Dentro de estas destacan muchas de las obras que se expusieron junto al Guernica de Picasso en el Pabellón de la República de París. Sin olvidarnos de espacio para artes más tradicionales con una colección que alberga grabados, esculturas y pinturas que reflejan el drama vivido durante la Guerra Civil.
Caricaturas, publicidad, cuadros, mobiliario modernista, cine e incluso arquitectura. Todo tiene cabida dentro de este nuevo punto de vista que ha querido encaminar las líneas del Museo Nacional de Arte de Cataluña hacia una nueva etapa que lo consolide como uno de los referentes del modernismo, movimiento artístico en el que Barcelona se sitúa al mismo nivel de otras ciudades europeas, pero al que hasta el momento no se le había dado el énfasis que lo aglutinara dentro de una misma colección. Una nueva museografía que no hace distinción de cánones, barreras geográficas o artistas en el que destaca la miscelánea entre artes en su formato tradicional y las llamadas ‘nuevas artes’ dentro de las que el cine o la fotografía juegan un papel fundamental para entender el cambio de la época modernista.
Paula Gil Ocón
@columnazero
[…] Un artículo mío para ColumnaZero. Aquí lo podéis leer: http://columnazero.com/renovarse-o-morir-el-nuevo-discurso-del-museo-nacional-de-arte-de-cataluna/ […]