
La película más polémica del 2013 está a la espera de recibir sus merecidos galardones con las estimadas nominaciones a los Óscar entre muchos otros, y el ya reconocido premio con la Palma de Oro a la mejor película en la pasada edición del Festival de Cannes. Columnazero ha invitado a una mujer y a un hombre a hablar de esta obra y de todo lo que su sensualidad llegó a provocarles.
ELLA. Clara Gavilán.
Tras tres horas de película, cuando por fin se encendieron las luces del cine, realmente no sabía bien cuál era mi sensación. Desde su inicio la película se me presentó con un ritmo desordenado, muy particular. El exceso de detenimiento en determinadas escenas y sin embargo, los grandes saltos temporales en otras, me molestaron, me dejaron insatisfecha e inquieta. Quería saber más, y quería saberlo mejor. También me molestaba la sensación de no controlar correctamente de cuánto tiempo estábamos hablando, cuánto tiempo había pasado entre una escena y otra, y cuántos años iba cumpliendo Adèle. Sí; mi primera sensación fue sin duda la de confusión e insatisfacción. Y lo más extraño de todo es que a pesar de eso, tenía claro que era una película que me había gustado. Entonces… ¿qué estaba ocurriendo? Había empatizado con el vacío que siente Adèle con su primer novio. Había deseado matar a las cotillas e inmaduras de sus compañeras de clase. Había abierto mucho los ojos cuando Adèle se introduce en su primer bar de lesbianas. Había deseado tanto como ella que Emma la besara. Me había estremecido en el asiento durante las interminables y crudas escenas de sexo. Había sufrido con sus inseguridades. Había entendido que su infidelidad realmente no lo era. Había llorado durante su crudo reencuentro con Emma. Y había sufrido con su soledad. Lo había hecho todo con Adèle. Todo.
Entonces… ¿Por qué esa sensación de insatisfacción? ¿Por qué necesitaba saber más? Vale, vale, un momento: ahí está la clave. No lo sabía todo, no lo entendía todo. Tenía una visión sesgada de la historia. Y en este momento terminé de entender porqué el director había decidido cambiar el título original de la historia: El azul es el color más cálido, por otro mucho más simple y evidente, pero definitivamente, revelador: La vida de Adèle. Son los propios ojos de Adèle los que me están contando su historia. Mis ojos sólo han podido ver lo que ella alcanzaba a ver. Esto puede resultar una evidencia, pero a mí terminó de darme la clave… No puedo entender más que ella. No puedo saber más que ella. Y ahí reside precisamente el encanto. Es su vida. Son sus recuerdos. Y así configuramos todos nuestras propias vidas cuando nos sentamos con nosotros mismo y hacemos un repaso de ésta. Seleccionamos determinados momentos que se vuelven definitivos, y descartamos otros que quizá pintaban formas pero que murieron por sí solos sin mayor desarrollo. A veces también sabemos la causa y la consecuencia, pero no conseguimos vislumbrar si lo que sucedió en medio fue real o no. Ahora, eso sí; los minutos que fueron reales podríamos detallarlos segundo a segundo. La sensación que nos queda al echar la vista atrás, es de confusión, y en muchas ocasiones, de insatisfacción ante el por qué sucedió esto. Y efectivamente, a veces… ¿Qué más da lo que pasó en el medio? Sin embargo… ¿Cómo olvidarse de aquellas noches de sexo donde cada segundo contaba?
La vida de Adèle no es una película de amor… Es una película de cómo percibe Adèle el mundo que le rodea y de qué es lo que ella ha considerado relevante seleccionar. Quizá, si hubiera seleccionado otros fragmentos, la historia no hubiera acabado como acaba. Quizá si ella hubiera considerado importante contarnos cómo reaccionaron sus padres cuando les contó que Emma no era su profesora de filosofía sino su pareja, no se sentiría tan sola y tan perdida cuando Emma le cerró la puerta en la cara. Quizá Adèle no ha considerado importante contarnos la impresión y la inseguridad que le supuso enfrentarse al cuerpo de una mujer desnuda porque sólo es capaz de recordar la excitación y ansia con la que ella vivió ese momento. Quizá Adèle no seleccionó… Quizá simplemente vivió su historia sin pensar. Si no hubiera sido así, no sería la vida de Adèle, sería la vida de otro.
Así es esta vida contada, tan aleatoria como cualquier otra vida. Tan real como que los mocos colgando en pleno llanto se nos cuelan entre los labios. Tan irracional como que los momentos más brillantes de tu vida no llevan diálogo pero llevan una canción que se te clava en la mente. Tan concreta como que un cruce de miradas puede suponer el cambio más importante de tu vida. Tan banal como quedarte dormida en el culo de tu pareja después de hacer del amor. Tan excitante como probar una ostra por primera vez. Tan lícitamente subjetiva, que no hay nada más que analizar.
ÉL. Jorge García.
Me encargan un texto en el que dé mi visión particular como hombre acerca de La Vida de Adèle resaltando todos aquellos aspectos que más me hayan llamado la atención dentro del film de Kechiche. Tarea difícil por una parte ya que las sensaciones que el arte trasmite a cada uno son subjetivas y más aún las opiniones que tiene uno formadas sobre los temas que sugiere. Partiendo de que uno debe dejar de lado la técnica cinematográfica y las cuestiones más objetivas, le doy varias vueltas y comienzo a escribir.
En primer lugar, si tuviera que elegir el elemento de la película que más me ha impresionado como espectador y persona de a pie, sería sin duda esa capacidad que tiene la cinta para trasmitir sentimientos tan complejos como el amor, la pasión o el desamor; y por otro lado esa búsqueda irrefrenable de la vida que inunda a los personajes principales de la obra. Me centraré en un primer término en lo segundo, ya que se puede establecer un parámetro de causa y consecuencia entre ambos puntos.
Es de destacar el magnetismo con el que la película te atrapa desde su inicio. Siendo yo un hombre y la protagonista una mujer, puedo llegar a verme identificado en ciertos aspectos existenciales con Adéle. Algo, por otro lado, casi inaudito y que hace que por un momento me pare a pensar en otros ejemplos cinematográficos similares. Recuerdo a Scarlett Johansson en Lost in Traslation, a Monica Vitti en La Aventura o a Ana Karina en Vivir su Vida, personajes femeninos retratados con suma delicadeza que expresan la búsqueda del ser dentro de la acción novelada. Pero aquí el vinculo es mucho más fuerte por la manera tan minuciosa en la que está retratado ese anhelo que padece su protagonista e incluso otros personajes por encontrar el fin último que moldee su ser. La capacidad de elección del individuo como hombre libre, las oportunidades que se fueron presentando en el trascurso del tiempo, los rechazos, las aspiraciones, la consecuencia de los actos y la determinación de los mismos como medio para lograr esa definición de la esencia del ser humano. Este halo existencialista que es mencionado en la película es el fin último y el motor que mueve toda la trama. Algo sumamente tan complejo es retratado de manera tan sutil que uno puede llegar a olvidar el propósito de la obra, sugerido ya desde el propio título.
Dentro de búsqueda irrefrenable de la esencia, se encuentra el hallazgo del amor, su trascendencia y condicionante a casi todo lo demás. Máxima expresión de la bondad humana reflejada sobre todo en Adèle. Una chica de 18 años que lo padece y lo desarrolla como si se tratara de una enfermedad terminal, llevándolo hacia el límite sin importar las consecuencias que pueda tener para su ser. Es reveladora, en este aspecto, la escena de la película en la que Emma anima a Adèle a desarrollar su vocación artística y Adèle le responde que ya se siente realizada completamente amándola, trasmitiendo un sentimiento sin esperar nada a cambio. El retrato del amor en sì, como definición deontológica, puede que sea más real incluso que en la propia vida, ya que uno tiene la sensación al salir del cine que jamás llegará a amar a esos extremos. El amor y su consumación en la pasión están representadas en el film a través de una serie de escenas de contenido sexual de una belleza realista inaudita en todo el cine anterior. Jamás llegue a ver una escena tan perfecta en estos términos como la primera entre Adèle y Emma que roza los 10 minutos de duración. Otro medio de expresión narrativo utilizado en la cinta como enlace para transferir al espectador los sentimientos de la ficción son los labios de Adèle, presentados siempre en primer plano, cuya sensualidad es evidente tanto cuando come espaguetis como cuando practica el Cunnilungus.
Por otra parte, la condena que sufre la protagonista por la infidelidad, no es más que un vinculo narrativo meramente circunstancial para mostrar de forma plena la antítesis del amor, el otro gran sentimiento que ocupa gran parte del film; el desamor. La película deja a entrever que el amor solo puede acabar con el desamor o con la mera convivencia pacífica. Reflejado esto, en primer lugar, en el devenir de la relación entre Emma y Adèle y cuya punto cumbre es alcanzado en esa escena tan intensa y tan triste de la cafetería. También es mostrado en la primera relación de Adèle ó de una manera indirecta en el divorcio de los padres de Emma. En segundo lugar, y de una manera más liviana, el reflejo de la impasividad de ciertos personajes que permanecen juntos en el trascurso de la obra; los padres de Adèle que actúan como sonámbulos incapaces de trasmitir un sentimiento de reciprocidad cuando aparecen en escena. Incluso esa supuesta estabilidad que alcanza Emma al final de la cinta con su nueva relación y de la que podemos deducir que no contiene la chispa de la anterior.
La película toca otros temas, pero desde mi punto de vista, como parte de una intrahistoria que de alguna forma son necesarios para marcar el devenir o no de los personajes. Pequeños obstáculos que son bordeaos o llevados por delante mientras se recorre el camino principal, circunstancias que pueden llegar a influir o no en los personajes. Las cuestiones sociales relativas a ambas familias, la educación cultural de ciertos personajes o el tema de la homosexualidad cuya trascendencia en el film creo que es el mismo que el que tiene la pesca en El viejo y el mar de Hemingway. Al fin y al cabo son meros vínculos utilizados para contar una historia y que no interfieren en esa trasmisión de sentimientos que ofrece el film aunque puedan llegar a condicionarlo. Por ejemplo, la búsqueda de la identidad sexual que ocupa la mayor parte de la primera hora de la cinta es al fin y al cabo un viaducto necesario para poder mostrar de una manera más satisfactoria en términos de realismo los sentimientos que se irán prologando durante las dos horas siguientes. Al menos es mi manera de verlo. Al fin y al cabo la gran virtud que posee La Vida de Adèle, a mi entender, es la capacidad de vivir la historia dentro de la propia ficción y experimentar dentro de ella más allá de los cambios fisiológicos que puedan provocar ciertas escenas de contenido sexual.
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Clara Gavilán (@Clara_Gavilan)
Jorge García (@JorgeAnsorena)
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