LA POCIÓN DE INVISIBILIDAD

Un artículo de Miguel Veríssimo para ColumnaZero (Fotografía: Tere García)
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Entrevista a Luis J. Molina, Ingeniero en Telecomunicaciones y joven investigador de la Universidad de Extremadura. En la actualidad es estudiante de Posgrado en la Universidad Carlos III de Madrid.

Nada por aquí, nada por allá. Podría parecer un truco de magia, pero la invisibilidad tiene más que ver con la física computacional que con las varitas y las chisteras. Los superordenadores y los nuevos algoritmos matemáticos avanzan a tal velocidad, que no parece descabellado pensar que dentro de un par de décadas lo invisible será algo cotidiano.

Pero la invisibilidad ya es una realidad, el ‘ver para creer’ es historia. Ahora es el tiempo del perfeccionamiento, de encontrar nuevas fórmulas, más potentes y eficaces, para conseguir engañar al ojo. Una de estas nuevas técnicas se conoce como la Poción de Invisibilidad.

Luis J. Molina (Badajoz, 1990) es investigador e Ingeniero en Telecomunicaciones, pero su verdadera pasión son los coches. “También pueden ser invisibles, como el de James Bond en Muere otro día”, explica. Su participación en el proyecto del catedrático Luis Landesa, como investigador en el departamento de Tecnología de Computadores y Comunicaciones de la UNEX, le ha valido el Premio al Mejor Expediente Académico en el Grado en Ingeniería de Sonido e Imagen en Telecomunicaciones. Gracias a una beca del Ministerio de Educación pasó a formar parte del equipo del profesor Landesa. Fue entonces cuando tomó forma su Trabajo de Fin de Grado, dedicado a la ‘Poción de Invisibilidad’.

“Ya existían técnicas que demostraban que la invisibilidad era posible”, se apresura a aclarar, “pero lo que se proponía con este modelo era demostrar que se pueden conseguir resultados mejores con una técnica novedosa y distinta”, asegura. La diferencia entre la ‘Poción’ y la técnica tradicional conduce de nuevo hacia al terreno de la magia, concretamente al universo de Harry Potter. “Las técnicas previas se basan en poner una ‘capa invisible’ externa al objeto”,  explica, “de tal forma que cuando la luz incide sobre él, esta capa hace que los rayos se curven y aparezcan por su parte posterior”.

LA POCIÓN DE INVISIBILIDAD
Luis J. Molina (Fotografía: Tere García)

Sin embargo, la ‘Poción’ no recubre los objetos de material invisible, sino que se introduce dentro de ellos. “En vez de tratar con rayos, utilizamos una técnica llamada ‘de cancelación de scattering’, es decir, un procedimiento que se basa en contrarrestar el campo de luz dispersado por un objeto”, comenta. “Cuando una luz incide sobre un cuerpo, se refleja. Sólo vemos un objeto cuando la luz incide sobre él, se refleja y llega a nuestros ojos. Sin embargo, la luz no reflecta igual en todos los puntos del cuerpo. Por tanto, se genera un modelo al que llamamos “patrón de campo”, que nos indica cómo se refleja la luz en cada punto”, expone.

El mago descubre poco a poco el truco. “Al introducir la capa dentro, lo que queremos es que ésta genere un ‘patrón de campo’ que sea justamente el contrario al del objeto. De esta forma, cuando la luz incida sobre el cuerpo, la suma resultante de ambos ‘patrones de campo’ será nula. Es decir, se compensa”, asegura. Al ver cómo se arrugan los ojos del entrevistador en una mueca de concentración se apresura a aclararlo. “Es matemático”, dice, “los dos ‘patrones de campo’ se compensan. Esto provoca que el objeto no refleje la luz ni se generen zonas de sombra. Esto hace que el objeto sea invisible al ojo humano” explica tan convencido como el que asegura que ‘dos y dos’ son cuatro.

Sin trampa ni cartón. No se trata de un juego de espejos ni de ninguna ilusión óptica. “Estamos hablando de algo plenamente funcional como lo que describía Julio Verne en su novela El secreto de Wilhelm Storitz”, dice. No obstante, como todo buen truco, la magia necesita de un contexto adecuado para poder realizarse con éxito.

Uno de los principales condicionantes es el tamaño. La verdadera invisibilidad aún está lejos de hacer desaparecer a la Estatua de la Libertad, como David Copperfield. A este respecto, la física actual sólo es capaz de tratar con formas sencillas y de volumen muy reducido. “Hacíamos invisible una esfera de entre 400 y 600 nanómetros”, reconoce Molina. La limitación se explica por la gran potencia que se necesita para llevar a cabo los ensayos. “Para hacer esta simulación se requiere tener ocupado el 50% de los recursos del supercomputador Lusitania de Trujillo, Extremadura, durante cinco días ininterrumpidamente”, añade.

El ordenador es un elemento fundamental en el estudio de la invisibilidad. El terreno virtual, guiado por los potentes cálculos de los supercomputadores, es un perfecto campo de pruebas, un camino previo que es necesario recorrer antes de que lo invisible se pueda tocar. “Si ya es complicado hacer algo invisible de forma virtual, será mucho más difícil conseguirlo a nivel físico”, asegura. “Para realizar este tipo de experimentos físicamente se necesitan metamateriales o ‘materiales exóticos’, es decir, elementos que no se encuentran en la naturaleza y que se diseñan a medida para un propósito específico”, explica. “Se trata de materiales caros y complicados de construir”, apostilla.

Sin embargo, para Molina, estos impedimentos podrían resolverse en un futuro no muy lejano. “Las limitaciones que tenemos ahora son meramente técnicas. Las capacidades de los equipos informáticos aumentarán en el futuro y además, los algoritmos de computación tendrán versiones aún más potentes”, afirma. En su opinión, los condicionantes físicos que, por el momento, impiden la construcción de objetos invisibles, se resolverán gracias a la ingeniería de materiales.

Una vez se solventen, lo invisible se podrá tocar, oler e incluso comer. Los maestros de la cocina de vanguardia podrán experimentar con sabores que no se ven o con platos a los que falta un ingrediente que el comensal debe descubrir. Sin embargo, para Molina, la principal aplicación práctica de la ‘Poción de Invisibilidad’ queda muy lejos de los fogones. “Lamentablemente, el primer fin práctico que se nos ocurre es el militar. Hablamos, por ejemplo, de aviones que pudieran ser totalmente invisibles, no sólo a efectos de Radar”, afirma con un gesto de contrariedad.

‘Un gran poder conlleva una gran responsabilidad’. La frase de Peter Parker se puede trasladar al mundo de la magia, de esta magia peculiar donde las varitas son ordenadores y los conjuros complicadas fórmulas matemáticas. “Me gustaría que no se usara con fines militares”, subraya Molina. Aún quedan años por delante para conseguir perfeccionar el truco. Cuando llegue la gran función del estreno, el público deberá quedarse boquiabierto. El reto de la ciencia será que entonces, en la platea, haya más espectadores pensando en la medicina que en la guerra.

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Redacción: Miguel Veríssimo (@mverissimo90)

Fotografías: Tere García (@ChuliMostaza)

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