

Sólo en Europa existen más de 10.000 especies invasoras, provocando un grave detrimento de la biodiversidad. En España, el cangrejo americano, la almeja asiática y el alga asesina ponen a especies autóctonas en peligro de extinción. La UE dedica más de 12.000 millones de euros al año a la causa, que se suman a los agujeros económicos que provocan en las zonas invadidas.
Sólo en España se calculan unas 1500 especies invasoras, según el proyecto europeo DAISIE, de las cuales alrededor de ciento cincuenta son dañinas para los ecosistemas y economía de las comunidades autónomas. EL Estado español lucha principalmente contra el cangrejo americano, la almeja asiática, el alga asesina, el mejillón cebra, el mosquito tigre y el picudo rojo de las palmeras. Mientras que Canarias, Andalucía y Extremadura son las CCAA que más recursos destinan a esta batalla, otras como Madrid y Navarra no han invertido apenas nada.
El cangrejo americano amenaza a crustáceos, anfibios y peces de gran parte de los ríos que ha logrado colonizar. Por si fuera poco, el cangrejo americano tiene el hábito de escarbar la tierra destrozando cultivos y plantaciones cercanas a los ríos. Llegó a la península en 1974 cuando se puso de moda su cultivo en granja para el consumo humano. La conquista del Guadalquivir fue la primera consecuencia de su descontrol.
El picudo rojo hace perder el sueño a los responsables medioambientes de Canarias, Valencia, Murcia y Andalucía. Originario del Asia tropical, este insecto rojizo invade palmeras con el objetivo de depositar sus larvas que son capaces de perforar el tronco y destruir la planta. En Almuñécar se detectó por primera vez en 1994. En Canarias, las continuas plagas ponen en peligro la supervivencia de la palmera canaria. Alrededor del mundo, el coleóptero ha sido capaz de llegar a América y África, donde ataca también a cocoteros.

El mosquito tigre puso en jaque a la sanidad catalana en 2004. Causante de picaduras dolorosas y reacciones alérgicas, es vector potencial de más de 20 enfermedades como el dengue o la fiebre amarilla. Se prevé que logre alcanzar todo el territorio nacional y su erradicación vacía las arcas públicas debido a su alto coste. Se trata de una de las especies invasoras más peligrosas del mundo, situándose en todos los rankings nacionales. Mientras que el macho se alimenta de néctar, la hembra posee una probóscide que utiliza para extraer sangre de mamíferos y aves, necesaria para el desarrollo de sus huevos.
La almeja asiática y el mejillón cebra son moluscos de agua dulce y salobre y desplazan especies marinas, dañan construcciones hidráulicas y tupen tuberías a un ritmo vertiginoso. Las pérdidas económicas son millonarias, al igual que suponen un atentado a la cadena trófica. En España llegaron a principio del siglo XXI. El mejillón cebra es originario del Mar Negro, Caspio y Ara. En el Ebro se ha convertido en una implacable plaga, y temiéndose por el resto de cuencas, se financian investigaciones para su erradicación. La cadena trófica se ve alterada a la capacidad del molusco de reducir la concentración de fitoplancton. La almeja asiática tiene un impacto menor, procedente del sudeste asiático, debido a su menor ritmo de reproducción. La almeja asiática prefiere las zonas blandas, limos y arenas. Su daño, a contrario del mejillón, no es por adherencia, sino por acumulación en las infraestructuras en contacto con el molusco.

El Alga asesina es de las especies invasoras marinas más peligrosas. Llegó al Mediterráneo, zona marina más perjudicada por dichas especies, por un error del acuario de Mónaco al derramar por erros ejemplares en 1984. Destruye praderas submarinas y provoca el desplazamiento de especies autóctonas. Actualmente ya ha superado las 3000ha colonizadas en el Mediterráneo, donde la destrucción de la Posidonia y la reproducción asexual del alga, asedian a los ecosistemas propios.
La principal causa de la introducción de estas especias es la acción humana. Modas, transporte de mercancías y descuidos claman la existencia de más controles, regulaciones, directivas y penas. La invasión de la tortuga de Florida, mal conocida como tortuga japonesa, se produjo tras el cansancio de la moda de tenerla como mascota en todo el mundo. En 1997 ya se habían vendido más de un millón de ejemplares en la Unión Europea. Su descontrolada liberación ha mermado la biodiversidad de invertebrados, peces y anfibios.
Equipo ColumnaZero