
«La industria del cine se ha encargado de inmortalizar a numerosos actores y actrices a lo largo de la historia. Pero son más aún los que han acabando por desaparecer del mapa cinematográfico. Sobrevivir a la gran montaña rusa que supone Hollywood no es fácil, y es que el éxito viene y tras un parpadeo se va.» Kevin Spacey
Hace once años, uno de los grandes decidió tomar otro camino. Hubo quien le tachó de loco, de inconsciente. Hubo quien aseguró que estaba tirando su carrera por la borda, pero nadie presagió, ni siquiera él mismo, el vuelco que daría su vida. Se mudó de Los Ángeles a Londres, cambió el sol californiano por la lluvia y los estudios cinematográficos por los escenarios. Se convirtió en el director artístico del Old Vic Theatre, se subió a sus tablas y dio rienda suelta a su talento. Puso en orden sus prioridades y rechazó cualquier proyecto que le alejara demasiado tiempo de la capital inglesa.
Ricardo III fue uno de sus grandes trabajos. La gran aventura shakesperiana que le renacería tras American Beauty (1999), con Sam Mendes. Llevó la obra por los cinco continentes, desde San Francisco a Pekín; estuvo al borde de un «ataque al corazón», y es que es un papel que demanda mucho físico y mentalmente; indagó en Shakespeare como nunca antes y experimentó la mala educación de algunos espectadores, que abrumados por la presencia del actor no dudaban en fotografiarlo y grabarlo durante la representación. Como resultado grabó un documental con el objetivo de demostrar al mundo lo mucho que el teatro puede ofrecer. El resultado, titulado «Now», recorre ya las salas norteamericanas e inglesas en busca de agradecimiento. Agradecimiento por este oficio, la interpretación, y ese lugar mágico, el teatro.
Lo normal es cegarse por las incandescentes luces de Hollywood, la fama, las fiestas y sobre todo el dinero. Sin embargo, él parece haber sucumbido a otra cosa. Al placer que desprenden los escenarios al ver la reacción del público en vivo y en directo. Al vivir y experimentar la historia junto a ellos y, sobre todo, a la gran oportunidad que el teatro brinda al actor, el volver al pasado cada tarde, cada noche, interpretando y reinterpretando, corrigiendo los errores y potenciando los aciertos.
Su otro gran proyecto, que le alejó y le alejará de los escenario al menos una temporada más, fue sin duda House of Cards. Entre una nube de éxitos televisivos (Breaking Bad, Juego de Tronos, Orange is the new black…) el remake norteamericano supo ganarse a la audiencia gracias, no solo a un maravilloso equipo, sino por la innovadora apuesta de Netflix. Tras «El ala oeste de la Casa Blanca«, ninguna otra serie había conseguido reflejar tan bien una realidad que sin duda supera la ficción. Una propuesta, que lejos de ser alocada, ha sabido consolidarse en numerosos países, especialmente USA (donde ha sido recompensada con un Emmys y un Globo de oro). Renace, junto a Netflix, una idea que se reinventa, evitando el estreno tradicional y haciendo así un solo lanzamiento con la temporada al completo. Pero ¿por qué este cambio?
«Hemos aprendido la lección que la industria musical no aprendió. Den al público lo que quiere, cuando lo quiere, en el formato que lo quiere y a un precio razonable, y así probablemente lo comprarán en lugar de robarlo.» Kevin Spacey
A pesar de la gran dedicación mostrada al teatro, no ha apartado el cine de su vida, pero bien es cierto que se ha centrado más en producir grandes films, como la oscarizada «La red social» o «Capitán Phillips», que en protagonizarlos. Lo sorprendente, sin embargo, es que aún así ha conseguido sacar algo de tiempo para dedicar a los demás.
Hubo un actor no hace mucho, Jack Lemmon, que descubrió al joven actor de Nueva Jersey, convirtiéndose así en algo más que su mentor.
«Si has triunfado en el negocio en el que querías triunfar, si has conseguido tu sueño, entonces es tú obligación invertir una buena parte de tu tiempo en bajar el ascensor de vuelta a todos esos artistas emergentes, para así ayudarles a empezar”Jack Lemmon
Esto fue lo que Lemmon le transmitió en su día, una filosofía que tiene muy presente. Quizás por eso creó una fundación con la que dar becas a jóvenes promesas de la interpretación. Quizás por eso acudió a sus clases y les aconsejó. Y quizás sea por eso por lo que ahora, ya con su carrera consolidada, trata de devolver parte de lo que aquella tarde del 73 el gran Jack Lemmon le dio. Aunque tal vez sea la nostalgia lo que le mueve, esa famosa creencia de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Puede que sea eso lo que le empuje a reinventarse, sin dejar de ser fiel a su estilo y plasmando en las nuevas generaciones todo aquello que le hizo tocar el cielo.
Desde el día en el que aceptó la propuesta del teatro inglés, ha llovido mucho. Kevin está más ocupado que nunca, pero al parecer, va siendo hora de cerrar una etapa. Tranquilos, no va a dejar ni el cine, ni el teatro, ni la televisión, eso sí, ya es oficial que deja, tras 11 años, la dirección artística del Old Vic. Volverá a hacer las maletas para poner rumbo a casa, dejando así su segundo hogar. No cierra puertas, al contrario, las abre, experimenta, vive y sobretodo disfruta.
La industria del cine ya no es esencial, hay vida más allá, y por lo que respecta a Kevin Spacey, Hollywood puede esperar.
Elena López
@Columnazerocine
Me parece fantástico el artículo. Me encanta Kevin Spacey. Y es estupendo saber de estos actores de Hollywood y más aun cuando hacen cosas interesantes. Estoy de acuerdo con su opinión sobre una posible solución a la piratería.
Un saludo
Me ha encantado el articulo. No esataba al tanto del estilo de trabajo de Kevin Spacey. Me gusta el actor y me ha gustado un poco mas la persona, el articulo me ha hecho ver cosas que desconocia. Chapo !!!
Un saludo