Como si de la galardonada película BURIED de Rodrigo Cortés habláramos, podemos encontrar casos donde la muerte no ha sido el problema: desde personas enterradas que aún mantienen las constantes vitales hasta otros que parecen despertar de un largo sueño. Los casos más extremos y más sorprendentes desgranados para ColumnaZero.
La señora Blunden (siglo XVII)
Casada con un comerciante de Malta y afincada en Basingstoke (Inglaterra), fue encontrada en 1674 sin conocimiento, pálida y fría, y con ella, botellas de brandy y adormidera. Concluyendo que la masiva ingesta de esta sustancia era el autor del crimen, Hampshire fue el escenario del entierro de la mujer, al que el marido no pudo atender.
Días después, unos niños descubrieron una serie de ruidos gemidos que procedían de una de las tumbas, descubriendo después de no recibir crédito alguno por sus familias que la señora Blunden no había muerto. Una vez dado el aviso, el viudo pidió la orden para la exhumación del cadáver. Tras un examen post-mortem una vez que nada más podían hacer, descubrieron que la mujer no había muerto, sino que había entrado en estado de shock, pues el cadáver estaba mucho más magullado que el día de su muerte: muñecas rotas, uñas limadas y el rostro desencajado.
Rosario Zuazagoitía (1832)
Cuando Rosario murió, en 1832, su hermana Carmen -quien después se casó con el viudo-, le ató las manos con un pañuelo, para simular que estaba rezando.
Cuando Carmen falleció, unieron sus restos con los de Rosario para introducirlas después en el mausoleo familiar. Al abrir la tumba, encontraron sus manos desatadas, su cuerpo en otra posición, incluso se hallaron trozos de uña incrustados en la urna.
Mujer desconocida (1877)
Diciembre de 1877, la «Gaceta Médica Británica» publica un artículo sobre el caso de una mujer enterrada en una fosa común. Días después del suceso, la tierra que tenía encima fue removida para sepultar ahí otro cuerpo y se observó que la manta en que el supuesto cadáver de la desconocida estaba envuelto se hallaba totalmente agujereado. La mujer incluso se había roto las extremidades tratando de salir de allí.
Madame Bobin (1901)
Diagnosticada de fiebre amarilla en 1901 en su regreso a Gran Bretaña desde Senegal a bordo de un barco y embarazada, fue puesta en cuarentena y dada por muerta cuando los músculos y cara palidecieron y se pusieron rígidos.
Unos días más tarde, una enfermera del hospital donde pasó la cuarentena le dijo al padre de la mujer que el cuerpo de su hija no estaba frío y que en su abdomen había músculos trémulos, que parecía estar viva. Los restos se exhumaron y se descubrió el cadáver de un recién nacido muerto por asfixia. La autopsia reveló también que Bobin falleció de asfixia y que no había contraído fiebre amarilla.
Li Xiufeng (2012)
Beiliu (China), una mujer de 95 años sorprendía a sus familiares tras salir del ataúd, movida por el hambre, seis días después de su supuesta defunción. Una de las nietas de Li encontraba a su abuela en la cocina, preparando la comida, después de encontrar vacío el ataúd. La tradición china defiende que el muerto debe permanecer en su casa varios días antes de proceder al entierro, para que los allegados puedan presentar sus respetos.
«Dormí por mucho tiempo. Después de despertar, sentí mucha hambre y vine a cocinar algo para comer. Empujé mucho la tapa antes de poder salir «, dijo Xiufeng.
Los médicos que la examinaron después del incidente, dijeron que la mujer sufrió una muerte artificial, durante la cual se pierde la respiración, pero la temperatura corporal se mantiene. La tradición china le salvó la vida, pero también la dejó sin nada, ya que cuando una persona muere, la costumbre del país obliga a quemar sus pertenencias.
Alberto Avellana
@albergamkee