
Hace menos de un mes, las más insignes personalidades del cine se dieron cita en el Festival de Cannes. Jacques Audiard, László Nemes, Hou Hsiao-Hsein o Yorgos Lanthimos fueron algunos de los grandes triunfadores, aunque el simple hecho de participar en una de las secciones del festival ya es un reconocimiento meritorio. Así lo afirmó en 2009 un joven Xavier Dolan cuando a la edad de 20 años su primera película fue elegida para la sección Un Certain Regard del festival francés. En esta 68ª edición el director no compitió, pero formó parte del jurado.
A sus 25 años constan en su haber cinco largometrajes, todos ellos presentados en Cannes, a excepción de su filme Tom à la Ferme (2013) que lo hizo en el Festival de Venecia. Por si fuera poco, su último trabajo, Mommy (2014), compartió ex aequo galardón con Jean-Luc Godard, en la ciudad de la Costa Azul. Estamos ante un realizador al que no se le puede juzgar por su juventud, pues, como él mismo dice, no hay una edad adecuada para empezar a contar historias.
Canadiense de nacionalidad, director de cine, actor y guionista de profesión, son algunas de las cosas que definen a Xavier Dolan. En el desarrollo de sus películas, le gusta tener el mayor control posible; no le basta con supervisar el proceso, necesita participar activamente para plasmar en la pantalla la nitidez de sus ideas. Claridad, ímpetu y seguridad no le faltan al quebequés. Cuando se piensa en los filmes de Xavier Dolan, lo primero que viene a la mente son sus espectaculares escenas. La ideal síntesis de iluminación, perspectiva, vestuario y música logra embaucar al espectador y agudizar la percepción de las sensaciones latentes en cada giro de cámara.
Dirigió su primer filme a la temprana edad de 19 años, a pesar de que el guión llevaba escrito desde que tenía 16. J´ai tué ma mère (2009) fue el resultado, y ocho minutos de ovación, tras ser proyectada en la Croisette, su consecuencia. Les Amours Imaginaires, su siguiente trabajo, no se demorará más de un año. Cabe mencionar una secuencia de esta película en la que los dos protagonistas, cada uno enfocado de manera separada en planos intercalados, caminan a cámara lenta por una calle con su indumentaria más elegante mientras de fondo suena Bang Bang, de la cantante Dalida. La impresión de haberse introducido en la subjetividad de los personajes es inevitable, se tiene la certeza de compartir sus emociones.
A continuación estrenaría Laurence Anyways (2012), seguida de Tom à la Ferme (2013) y finalmente Mommy (2014). Y es en esta última en la que el trabajo de realización actúa de forma más clara como retrato de la situación vivida por los personajes. Mediante un formato de 1:1, se enclaustra a los protagonistas en los píxeles de una pantalla vertical, logrando transmitir el pesado agobio de la realidad en escena a las espaldas del público. Solo en determinados momentos, cuando su suerte parece dar un repentino cambio, el formato vuelve al acostumbrado panorámico.
Sin embargo, no todo son aplausos y alabanzas para el joven director. Sus más acérrimos detractores insisten en que sus películas están más cerca del videoclip que del género cinematográfico. Curiosamente, realizó el video musical de College Boy para el grupo francés Indochine. Aun así, Dolan rechaza estas críticas indicando que no tiene nada que ver la técnica del videoclip con la del celuloide. Por otro lado, en la manera de abordar los temas es donde se concentran la mayor parte de las juicios negativos. Existe cierto consenso en que todavía le falta profundidad argumental. La psicología de sus personajes no es plana o vacua, pero tampoco levanta expectación.
La falta de vacilación y el pasmoso manejo del lenguaje cinematográfico que Xavier Dolan demuestra auguran un inquietante futuro para él. Desde luego, no se le debe perder la pista. Por ahora, tiene ya algunos proyectos entre manos, como la película The Death and Life of John F. Donovan, que narra la historia de un ficticio actor de Hollywood, cuyo estreno está previsto para el 2016.
El enfant terrible del cine actual no titubea cuando dice: 19 años mirando a la gente, estudiando todas sus acciones, todos sus movimientos, cómo parpadean, cómo sonríen, cómo lloran, cómo gritan, cómo reaccionan al amor… 19 años de eso es suficiente para una vida entera de creación. ¿Con qué nos sorprenderá en el futuro?
Manuel Lorenzo Bouzada
@columnazerocine