EL OBTURADOR: PETER JACKSON, EL SEÑOR DE LAS BESTIAS

Un artículo de Benito Díaz para ColumnaZero Cine.
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A quien más y a quién menos en el mundo del cine, le suena el nombre del director oscarizado y galardonado con el globo de Oro y  BAFTA. Pero hubo un tiempo en el que el realizador no era conocido. Un tiempo previo a la famosa saga de “El Señor de los Anillos” y a sus legiones de fans. Cuando no era más que un joven talento nacido en 1961 en Pukerua Bay, Nueva Zelanda.

Estando cercano el estreno de “El Hobbit: la desolación de Smaug”, segundo trabajo de la nueva trilogía de “El Hobbit”; seguimos la carrera de un director cuyo éxito ha crecido exponencialmente hasta convertirse en referencia para toda una generación. Jackson es ahora el resultado de un desarrollo cinematográfico que abarca desde el cine “gore” más maníaco hasta el delicado tratamiento de un drama o la historia inmortal de “la bella y la bestia”.

Dicen que Peter Jackson vio la película clásica “King Kong” cuando era pequeño. Le resultó una historia realmente espectacular e increíble. Decidió en aquel momento que se convertiría en director de cine. Más tarde, un amigo de sus padres le regaló una cámara de Super 8. Desde entonces, ese joven de aspecto desenfadado y grandes lentes nos ha brindado un imaginario de historias impactantes, adaptaciones literarias, remakes y bestias fantásticas que a nadie han  dejado indiferente.

En la trayectoria del cineasta podríamos distinguir dos épocas: la primera abarcaría sus primeros trabajos (1987-1994). En ella, Jackson estaría buscando su público quizá preguntándose si a alguien le interesaría un montón de “gore” y chistes grotescos. Estas primeras incursiones fueron historias macabras y divertidas, en las que incluimos “Bad Taste” (Mal gusto), “El delirante mundo de los Feebles”(Meet the Feebels) y “Braindead: Tu madre se ha comido a mi perro”.

EL OBTURADOR: PETER JACKSON, EL SEÑOR DE LAS BESTIAS

“Bad Taste” (1987) cuenta el intento de invadir la Tierra por parte de una avanzadilla de extraterrestres caníbales que controlan la mente de los indefensos pobladores de Kaihoro (Nueva Zelanda). Es el primer largometraje de Jackson (fue presentado en el Festival de Cannes y premiado en otros). Una producción de bajo presupuesto y totalmente artesanal: casi cualquier aspecto de la película se realizó a mano, amateur. Así por ejemplo, las ametralladoras que portan los actores son réplicas de una sola pieza hechas a mano por Jackson. Incluso el propio autor interpreta dos de los papeles más extraños de la cinta. Una producción que tardó cuatro años en concluirse, dado que los actores son amigos cercanos de Jackson a los que convenció para rodar y nunca cuadraban sus tiempos libres. La película fue un éxito que sentó las bases para un cine “gore” bizarro, humorístico, de bajo presupuesto y toques de cine amateur.

“El delirante mundo de los Feebles” (1989), trata de la historia de un espectáculo musical para la televisión protagonizada por una serie de demenciales marionetas al estilo de “Barrio Sésamo”. La escena tras los focos y el glamour del programa esconde una realidad de artistas fracasados, adictos a las drogas, promiscuos, perversas ratas del mundo del espectáculo que no dudan en pisotear a los demás si con ello salen ganando. Una divertidísima e incómoda película en la que los estereotipos del mundillo se encuentran con la crítica mordaz del cineasta. Mención especial para la moscarda de la prensa amarilla, particularmente desagradable y que a los periodistas nos toca de cerca.

Su tercer trabajo no es otro que “Braindead, tu madre se ha comido a mi perro” (Dead Alive, 1992), un auténtico clásico del cine “gore” que sentó las bases del género, dando lugar a una producción que mezclaba el humor negro con la casquería más infame que haya podido darse en la pantalla. El argumento explica cómo una desconocida enfermedad del interior de la selva se extiende por la educada sociedad neozelandesa transformando a las personas en zombies hambrientos de carne humana. El “paciente 0” es la madre de Lionel Cosgrove (Timothy Balme) que las pasará canutas para disimular que su madre es un zombi podrido y repugnante. ¡Qué decir de una película así! Tremebundamente divertida, es poco recomendable para estómagos sensibles y gente que busca una historia de amor (¡que la hay!).

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En ese momento, el público que seguía el trabajo de Peter Jackson podría definirse como una mezcolanza de seguidores de películas de bajo presupuesto con altos contenidos de vísceras, vómitos y humor de dudoso gusto. Sin embargo, en cualquiera de estos trabajos (como en los posteriores) pueden observarse detalles que harían de Jackson un gran cineasta: todo personaje tiene una profundidad psicológica brillante (incluso en los casos del mono-rata o el bebe-zombie), la narrativa visual comprende un camino retorcido pero lógico y desatacar el uso de los efectos especiales para transmitir sensaciones desagradables al personal.

Por eso llama la atención que Jackson se inclinase por una historia tan seria y sensible como la que se narra en “Criaturas Celestiales”, título que alude directamente a los ángeles, otras criaturas mitológicas. En este filme se narra los sucesos que acontecieron a una pareja de amigas que descubren la homosexualidad en la rígida sociedad neozelandesa. Una relación que desembocará en tragedia y  la apertura del “Caso Parker-Hume”. Una historia real que conmocionó Nueva Zelanda en los años 50. Un relato apasionante que nos descubre a un Jackson recóndito, íntimo, con preocupaciones que nos eran desconocidas hasta el momento.

Nos centramos ahora en las apariciones fantasmales y espíritus que aparecen en la filmografía de Peter Jackson. Aquí se incluyen las películas “Agárrame esos fantasmas” (The frighteners, 1998) y la denostada “Desde mi cielo” (indigna traducción de “The Lovely Bones”, 2008). Separadas por una década, ninguna de las dos ha resaltado en las críticas, a pesar de demostrar una preocupación del autor por el mundo de ultratumba. En la primera se expone la perspectiva de una comedia negra protagonizada por el (realmente) incombustible Michael J.Fox, en la que encarna a un detective-medium parapsicológico que debe resolver una serie de crímenes con la ayuda de una pareja de divertidos espectros.

En “The Lovely Bones” cuenta una historia que, a mí al menos, me parece una reflexión más detallada de la experiencia de la muerte:  se analiza el punto de vista de una niña asesinada que observa cómo se desarrollan los acontecimientos de su familia, amigos y asesino desde una especie de punto intermedio entre la vida y la muerte. La película destila sensibilidad y buen gusto que contrasta con los primeros trabajos de Jackson. Quizá demasiado almibarado, el relato ahonda en las reacciones de los personajes ante la impotencia de enfrentarse con el hecho traumático de la muerte de un ser querido por homicidio. Quizá por esta sensibilidad, sus fans se sintieran decepcionados al encontrar una historia con tan poca violencia y tan velada, años luz de esa orgía de sangre que es “Braindead”.

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Siguiendo con la línea de criaturas fantásticas, Peter Jackson creó en 1995 el personaje de Colin McKenzie para contar “La Verdadera historia del Cine” (Forgotten Silver), el falso documental que engañó a buena parte del público que pudo verlo en la televisión neozelandesa. En él, Peter Jackson explica cómo descubre un archivo de películas en el sótano de una vecina. No sabía que tenía entre manos el trabajo del desconocido cineasta Colin McKenzie, un pionero del cine en Nueva Zelanda, autor de la técnica del travelling, inventor del primer plano y de la cámara oculta, entre otros. Un hallazgo que revolucionará la historia del cine tal y como la conocemos.

El recientemente nacido género “mockmumentary” contaba ya con algún referente como “Zelig” de Woody Allen. En el caso de “La verdadera historia del cine”, el alcance de la broma llegó tan lejos que tanto Peter Jackson como el segundo realizador, Costa Botes, tuvieron que disculparse ante la audiencia como décadas atrás tuvo que hacer Orson Welles por su “Guerra de los mundos”.

Con el remake de “King Kong”, Peter Jackson conseguía hacer realidad su sueño de la infancia, dando vida al gorila de la Isla Calavera. Lo cierto es que la historia tiene mucho de tributo a su ideal: un realizador de cine que se embarca en una travesía para grabar su obra en exteriores naturales y acaba tropezando con el simio gigante que se enamora de la bella rubia protagonista.  Una historia llena de emoción, aventura y una sensible metáfora amorosa contada con gran maestría.

Algunos críticos se cebaron con la megalomanía, los planos excesivamente largos cargados de emotividad y las recreaciones visuales de la obra. Pero sin ellas estaríamos hablando de otra película. No la que Jackson tenía en la cabeza. Película impactante, de aventura y acción, precursora en muchos aspectos de “El Señor de los Anillos” y cuenta con un magnífico Jack Black, en uno de los mejores papeles que se recuerdan. Tiene una pátina que recuerda mucho a los filmes de “Indiana Jones”. Sin duda, Steven Spielberg disfrutaría mucho de esta película.

Que Peter Jackson es un autor que creció con la venida de los efectos especiales por ordenador y la edición digital, es patente en su cine. Llegó a la cumbre en la adaptación de las novelas de J.R.R Tolkien, que dieron lugar a las películas de la saga de “El Señor de los Anillos” y “El Hobbit”. Pese a la opinión sobre los filmes que tiene el hijo de Tolkien, los aceptamos como muy buenos: el impresionante despliegue de medios de una superproducción de Hollywood, los personajes desgranados de la novela y estudiados cuidadosamente en la adaptación para la pantalla, los trasgos, los Ems, los trolls, gigantes, magos oscuros y demás bestias nos dejaron sin aliento.

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Este hombre de barba poblada y sobrepeso, con aspecto de jugador de “Dungeons & Dragons” nos refiere a un mundo fantástico de grandes historias. Exteriores exóticos rodados en Nueva Zelanda. Personajes bien definidos, sólidos, profundos. Su nombre es ya sello de calidad para películas que siempre estamos deseando ver. Maestría a la hora de contar a través de personajes inolvidables, en mayor o menor medida, monstruosos.

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Benito Díaz

@bchdiaz

@Columnazerocine

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