
Pompeya, situada en el sur de Italia, en la región de Nápoles, se aloja a los pies del Vesubio, uno de los volcanes más importantes del mundo. En el año 79 d.C la ciudad fue devastada por la erupción del volcán, quedando sumergida bajo un manto de lava, cenizas y muerte.
El misterio en Pompeya ronda alrededor de los cuerpos de las victimas encontradas en estado de petrificación. Arqueólogos y científicos de todo el mundo han estudiado durante años este fenómeno mortífero que dejo a los ciudadanos de Pompeya congelados en el tiempo. Además de Pompeya, otras dos ciudades sufrieron este desastre: Herculano y Estabia. Ambas yacían en la ladera del volcán y sufrieron las enormes consecuencias de la erupción.
El volcán había estado inactivo durante 300 años. Pero el 24 de agosto del año 79 d.C volvió rugiendo a la vida. Primero hubo un terremoto, luego el Vesubio erupcionó. Un gigantesco tapón de roca y tierra salió despedido en una explosión mil veces más potente que la bomba que cayó sobre Hiroshima. Una gigantesca nube de polvo y cenizas se formó sobre la boca del volcán, empujada hacia arriba por una inmensa columna de gas. En solo seis horas la nube ascendió 32 kilómetros hacia el cielo. Era tan densa que bloqueó el sol, convirtiendo el día en noche. El fuego se expandía por las laderas de la montaña y las tormentas de relámpagos rasgaban el cielo. Durante más de dieciocho horas el Vesubio escupió miles de toneladas de rocas, piedra pómez y ceniza a la atmosfera. La ciudad de Pompeya se ahogó bajo un manto de cinco metros de cenizas y quedó olvidada, hasta que en siglo XVII fue redescubierta. Este fue uno de los mayores desastres naturales conocidos en la historia de la humanidad.
Pero todavía quedaba algo sin explicar: qué mató a los pompeyanos. Después de varios años de estudio, los arqueólogos y científicos descubrieron que no fue la lava. La ciudad está a casi 10 kilómetros de distancia del Vesubio y la lava hubiera tardado seis días en llegar, tiempo suficiente para que los habitantes pudieran escapar. En cuanto a la ceniza, las teorías que sustentaron esta causa durante décadas, pronto se vinieron abajo.
Para averiguar qué fue lo que hizo estallar este infierno, los arqueólogos se sirvieron de un una fuente de información extraordinaria, un relato de un testigo del desastre llamado Plinio el joven. Plinio había observado el volcán desde una ciudad al otro lado de la bahía de Nápoles y describió en un par de cartas, dedicadas a Tácito, gran historiador romano, todo lo que había visto. Relató que doce horas después de la primera erupción, el Vesubio seguía escupiendo billones de toneladas de cenizas a la atmosfera y que en todo ese caos, Plinio vio algo aún más impactante: una gran masa de material se separó de la columna eruptiva y en lugar de salir disparada al aire, fluyó por las laderas del volcán hacia abajo. Afirmó que una avalancha de gas y polvo se extendió por la tierra cubriéndolo todo a su paso.
Durante siglos esta versión había sido ignorada, hasta que un día a 8.000 kilómetros de distancia sucedió algo en el estado de Washington. El domingo 18 de Mayo de 1980 el Monte Santa Elena erupcionó. Toda la cara norte del volcán se colapsó y al hacerlo liberó una capa de gas y polvo por la ladera, denominada flujo piroclástico, un flujo letal. Puede alcanzar una temperatura de 560 grados centígrados y alcanzar una velocidad de 480 km/h. Entonces los científicos lo tuvieron claro: era el mismo fenómeno que había descrito el joven Plinio 2.000 años antes en Pompeya.
Ahora sostienen que cuando el Vesubio erupcionó el gas del interior explotó rompiendo las rocas que lo rodeaban y creando una masiva avalancha de rocas pulverizadas y gas. Este flujo piroclástico avanzó cuesta abajo hasta alcanzar Herculano, y provocó la muerte instantánea de sus habitantes. Sin embargo en Pompeya fue diferente, casi un día después se produjo la cuarta oleada de flujo, más potente que las tres primeras. El gas y los detritos sobrecalentados se deslizaron a una velocidad de 320 km/h con una temperatura de 400 grados centígrados. Expuesto a este nivel de calor el cerebro hierve en segundos y se bloquea el conducto respiratorio.
Pero, ¿por qué sus cuerpos no se derritieron sino que quedaron petrificados? El factor influyente fue la distancia de 8 kilómetros que separa a Pompeya del Vesubio. El flujo se fue enfriando conforme se acercaba a la ciudad. Al alcanzarla, tenía la temperatura suficiente como para matarlos al instante pero no para carbonizar su carne. Por eso quedaron inmovilizados en las cenizas, petrificados en el tiempo.
El Vesubio hoy
La historia del Vesubio está lejos de acabar, el volcán sigue activo. Ha erupcionado 50 veces en los últimos dos mil años. La última, en 1944, cuando medio metro de ceniza cayó sobre las calles de Pompeya y las ciudades de alrededor. Desde entonces el Vesubio ha estado tranquilo, los expertos saben que volverá a despertar pero no cuándo. A 16 kilómetros de Pompeya se encuentra la populosa ciudad de Nápoles, uno de los lugares más densamente poblados del mundo. También allí sobrevuela la amenaza de una erupción que llenara la ciudad de cenizas y detritos volcánicos.
Carolina Rovai