
El cierre de Público pilló a muchos por sorpresa, pero no a sus trabajadores. Ellos lo veían venir de lejos. Después de pasar por un ERE y un concurso de acreedores, pocas esperanzas quedaban ya para un diario en el que, paradójicamente, la audiencia y los ingresos eran crecientes. En cinco años de vida, Público consiguió situarse al mismo nivel que La Razón pero en el extremo ideológico opuesto. Por eso, su cierre sirve para ilustrar la confrontación latente entre los intereses empresariales y los valores del periodismo.
El 23 de febrero de 2012 el diario Público echó el cierre. Aunque sobrevive en su versión digital y con otra empresa como sustento, el periódico no ha cambiado sus accionistas. Lo que sí ha reducido, en un 84%, es su plantilla. 127 trabajadores han perdido su empleo y han sufrido en sus carnes la política laboral que criticaron desde las páginas del diario.
De promesa de la izquierda a víctima de la derecha
Dirigido en su comienzo por Ignacio Escolar, Público nació vinculado al socialismo. Muchos críticos han apuntado que surgió a la sombra del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y que fue el vehículo de entrada de Jaume Roures en la TDT de pago y en la producción de contenidos de TVE.
Sin embargo, tras la victoria electoral del Partido Popular en noviembre de 2011, el panorama cambia para Público. Aunque la situación del periódico parece ventajosa, con un Gobierno de derechas sin más voces a la izquierda en el quiosco, sus gestores juzgan insostenible la viabilidad del proyecto y, en enero de 2012, la empresa que gestiona el diario, Mediapubli, entra en concurso de acreedores.
A pesar de que todo parece perdido, la esperanza reaparece pocos días después del anuncio del concurso. El propio Roures comunica que necesita nueve millones de euros para seguir adelante y mantener el diario hasta 2013. Sin embargo las negociaciones no llegan a buen puerto y el 23 de febrero de 2012 se anuncia la última impresión del diario y se abre la subasta de la cabecera.
Los accionistas recompran la empresa
Al mismo tiempo, se registra en Barcelona la inmobiliaria Display Connectors que, con una oferta de 412.000 euros, compra la cabecera a sabiendas de que más del 80% de las acciones de la empresa están en manos de accionistas de Mediapubli y de que el 90% de sus accionistas era, a su vez, acreedor de la antigua empresa editora.
Con su cierre, Público acabó con una filosofía periodística defendida por el grueso de su plantilla y con la mayoría de esta en la calle. Sin embargo, tras el desmantelamiento del periódico, han sido muchos los exredactores que se han lanzado a crear sus propios medios para demostrar que los valores periodísticos no tienen que estar reñidos con los de la empresa siempre que los objetivos económicos se midan en proporción a la ética que se profesa.
[vsw id=»74843810″ source=»vimeo» width=»525″ height=»444″ autoplay=»no»]
Jaime Gutiérrez