
“Es un retrato de costumbres que no emite juicios sobre lo que piensan sus protagonistas. Sólo expone unos tópicos exagerados, que de tan caricaturescos acaban siendo ridículos y diciendo: “si en el fondo somos iguales”. Borja Cobeaga
Quién no conozca a estas alturas Ocho apellidos vascos, será porque no vive en este país donde el humor y el boca a boca han provocado que la última producción de Telecinco Cinema arrase en las salas convirtiéndose en la película más exitosa de la historia del cine español por delante de Lo imposible (2012) y Los Otros (2001).
Con franqueza y honestidad, Borja Cobeaga, uno de sus guionistas nos desvela algunas claves de este elocuente trabajo que ya tiene firmada su segunda parte.
Irene Sierra. ¿En qué te inspiraste para crear el personaje de Amaia? ¿Realmente las vascas son tan reacias a ligar fuera de Euskadi?
BC. El personaje es una exageración de la vasca prototípica. Borde, seca, con un peinado imposible. Es cierto que hay base de verdad pero estamos haciendo una caricatura. El tópico dicta que la vasca no liga en Euskadi pero sí fuera. Es decir, que la leyenda urbana cuenta que ligar con una vasca en modo local resulta impensable pero cuando sale del País Vasco se suelta la melena. Es una acusación muy frecuente de los hombres vascos hacia ellas. Que cambian de actitud en cuanto bajan del Ebro.
IS. La película está cargada de tópicos, unos más creíbles que otros ¿Hasta qué punto es cierto que un vasco sea capaz de comerse una fabada, un bacalao entero y después ir a jugar frontón como si nada hubiese pasado?
BC. Ése es justamente de los creíbles. El tema de la comida en Euskadi es sagrado. Estamos hablando de comida incluso cuando comemos. Comiendo recordamos lo que comimos la semana pasada, lo que comeremos. Mucha gente de fuera ve esto como algo raro, que no puede ser que disfrutemos tanto rememorando un marmitako memorable mientras nos comemos una chuleta. Es absurdo, pero es así. Y lo de las cantidades también tiene algo de verdad. Comemos mucho, disfrutamos con la variedad, probando un poco de todo. Y claro, el vasco es muy de andar por el monte o practicar deporte, con lo que es normal que hagamos ejercicio tras la comilona. Para bajar.
IS. Si los suegros de por sí son difíciles, si te toca uno vasco más, y si encima resulta ser Karra Elejalde ya estás perdido. ¿Desde el principio tenías claro que Koldo sería interpretado por él?
BC. Ni Diego San José ni yo elegimos a los actores. Somos simples guionistas, aunque es cierto que para ser sólo los que escribíamos el guión, los productores y el director nos consultaban cosas, como algunos aspectos del reparto por ejemplo. Cuando el nombre de Karra se puso sobre la mesa, no dudamos. Era el idóneo para interpretar a Koldo. Pero creo que esa sensación nos pasó con los cuatro protagonistas. Nos parecía el reparto ideal. Un lujo. Porque a Diego y a mí nos gusta mucho que un cómico se meta a actor, como ha pasado con Dani Rovira. Nosotros mismos les dimos a Julián López o Ernesto Sevilla sus primeros papeles en cine. Y Clara Lago nos parecía una actriz dotada para la comedia. Y Carmen Machi, ni te cuento.
IS. Más de una vez has dicho que un buen guionista no es aquel que se empapa de cine y series, sino el que es capaz de utilizar sus propias experiencias para construir un guión. ¿Qué hay de Borja Cobeaga en Ocho apellidos vascos?
BC. Es cierto que el terreno en el que discurre Ocho apellidos vascos es conocido por mí. Ya han pasado diez años desde que hice Vaya Semanita y ha sido volver a un lugar querido y reconocible. Allí lo que hicimos fue poner en pantalla lo que se hablaba en la calle, los chistes de las cuadrillas. No inventamos nada nuevo, sólo trasladamos a la tele lo que conocíamos de primera mano, como las dificultades de ligar en Euskadi o la interpretación política que podías hacer que cada gesto… Aquí ha pasado lo mismo, e incluso hemos usado chistes similares, como el del novio que era del Sur y resulta que era de Vitoria, que es algo que oí yo en su día en la calle. En realidad, es una labor de observación o directamente de cotilleo. Así que no hay mucha referencia cinéfila, sino apuntes del natural.
IS. En Pagafantas vemos la faceta más pardilla de un hombre y en Ocho apellidos vascos sucede ¾ de lo mismo: Rafa deja su Sevilla natal y se hace pasar por un líder de la kale borroka para conquistar a una mujer que no tiene ningún tipo de interés en él. ¿Por qué siempre reflejas al hombre desde este punto de vista? ¿Crees que este prototipo masculino es la tendencia general?
BC. Creo que no me interesan los que no tienen problemas para ligar. Cuando un colega te cuenta que llegó a un bar, la chica más guapa del lugar se fijó en él y ligaron, esa historia no me interesa, sobre todo porque no crea empatía con otros hombres. Para caer bien a un amigo no le cuentes tus hazañas, sino tus miserias. Así empatizas. Cuando has fracasado, cuando te han hecho una cobra, cuando has sufrido un gatillazo. Eso enternece, hace reír, hace “cuadrilla”. No sé si es el reflejo del género masculino, pero sí tiene que ver con mi interés en los fracasados, no en los triunfadores. Yo no quiero hacer ni ver películas donde la gente se lo pasa bien. Prefiero que se lo pase bien el espectador viendo que el prota lo pasa mal.
IS. ¿Crees que la película hubiese funcionado igual sin la identidad andaluza? Es decir, si Rafa fuese madrileño en vez de andaluz ¿Piensas que hubiese dado el mismo juego?
BC. Sí, por qué no. Es cierto que el andaluz es más extremo. Por el clima, por la forma de vida. Y los contrastes funcionan mejor así. Pero se podría haber hecho una peli sobre un madrileño que va a Euskadi.
IS. Un senador del PNV ha pedido al delegado del Gobierno en el País Vasco, Carlos Urquijo, que respete el uso del Euskera como lengua co-oficial. Para apoyar su argumento ha utilizado citas del guión de Ocho apellidos vascos y ha desvelado la trama de la película en el senado. ¿Qué opinas de qué los políticos aprovechen el tirón de la película para hacerse oír?
BC. Yo creo que cada uno lo arrima a su causa. Lo bueno de la película es que no sostiene ninguna tesis política ni está ideologizada. Es un retrato de costumbres que no emite juicios sobre lo que piensan sus protagonistas. Sólo expone unos tópicos exagerados, que de tan caricaturescos acaban siendo ridículos y diciendo: “si en el fondo somos iguales”. Y como la peli es así, cada uno puede hacer su propia interpretación. Los nacionalistas vascos dirán que destaca el hecho diferencial, los nacionalistas españoles dirán que ridiculiza los nacionalismos “regionales”… Allá ellos. Yo estoy convencido de que no es una película política, ni social, sólo una sátira de costumbres.
IS. Ocho apellidos vascos es actualmente la película más vista de la historia de España. Tiene un guión de diez, donde la dirección ha pasado a un segundo plano. ¿Dónde está el secreto para hacer una película de éxito a nivel de crítica y taquilla?
BC. No estoy de acuerdo con el tema de la dirección. Ni tampoco con lo del guión diez. No es falsa modestia. El guión tiene muchos fallos, muchos huecos que Diego y yo hemos intentado disimular, pero que siguen ahí. Y creo que algunas críticas han sabido detectarlos bien. Por otro lado Emilio ha conseguido abrir la película, la ha hecho para un público amplio. Y eso es un gran mérito, porque le ha dado una perspectiva muy amable y asumible para cualquier espectador. En ciertos contextos pedantones donde me muevo, esto tiene unas connotaciones negativas. Pero es más positivo que negativo, porque estamos hablando de que de momento ya han ido a verla 7 millones de personas de todas las edades. Sobre todo gente que no iba al cine en veinte años.
IS. ¿Qué nos puedes adelantar de la ya prometida segunda parte de Ocho apellidos vascos?
BC. Poco, porque acabamos de empezar a currar. Partimos de una idea, que en los próximos meses puede cambiar cinco veces. Sí es cierto que contamos con los mismos personajes, que no vamos a contar la historia de otra pareja, otra familia. El protagonismo lo tienen los mismos personajes y Emilio la dirige. A partir de ahí, a fantasear, que es la parte más divertida para un guionista.
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Irene Sierra (@siergarcia)
@Columnazerocine