
El Paredes de Coura cerró su XXII edición con el primer sold out de su historia, algo más que merecido teniendo en cuenta la línea editorial de los últimos carteles y el cuidado que se ha llevado a cabo por parte de la organización en preservar un enclave único para un festival único.
Era un año en donde el hilo conductor principal tendía hacia la psicodelia, condensada en sus dos vertientes: la versión revisionista – Pond, White Fence, Allah-Las, Temples – y la nueva, encumbrada sobre todo por Kevin Parker y su reciente Currents (2015). Sin embargo, fue el rock lo que triunfó en los montes de Coura; la actualización llevada a cabo por The War On Drugs de ese rock ochentero con tintes melancólicos y el rock noctámbulo y desenfrenado de TV On The Radio. La presencia femenina adquirió en esta edición un gran protagonismo sobre todo por los conciertos muy notables de Lykke Li, Waxahatchee, Natalie Prass y Nuria Graham. Y quizás se echó de menos en esta edición cierta electrónica en el escenario principal – lo de Ratatat fue demasiado liviano –, además de algún que otro solape que oxigenase las aglomeraciones que se formaban frente al escenario más pequeño, el Vodafone FM.
Día 19.
El festival se abrió con Gala Drop, grupo portugués con aires tribales y psicodélicos que fue la aportación nacional al hilo conductor principal. Para nada desmerecieron. Les sucedió Ceremony que salieron muy enchufados a defender un post-punk que ya no aporta nada nuevo bajo el sol – el lado revisionista del legado de Manchester se agotó con el segundo disco de Interpol –. Sonaron mucho mejor cuando se desquitaron de esa etiqueta y se soltaron un poco.
Slowdive fue el primer gran concierto de esta edición, su dream pop resultó muy sutil entre el polvo que se levantaba de la explanada principal. Destilaron altos momentos de shoegaze y de noise – sobre todo cuando los riffs de las guitarras empañaban las canciones en su tramo final –, provocando cierta emoción en la audiencia.
El día estaba reservado a TV On The Radio y ese rock adulterado, en ocasiones travestido con cuerpo de post-punk neoyorkino y en otras con cierto aroma de funk despeinado pero siempre derrochando una energía inusual para el directo – sobre todo gracias a Tunde Adebimpe – . Sonaron geniales e incluso las canciones de Seeds (2014) – su álbum menos bueno – adquieren cierta relevancia de hits en directo.
Día 20.
Después de disfrutar en el escenario improvisado junto al río Taboao de la madurez instrumental y emocional de la jovencísima Nuria Graham, las Hinds abrían el recinto. Garage con cierta melodía de radiofórmula que en directo funciona aunque sea un grupo prefabricado de esos que insiste (dos veces y de forma bastante ridícula) en que le compres la sudadera después del concierto.
Llegó Pond al mismo escenario y la cosa dio un giro de 180 grados. Su psicodelia no se ha separado del todo de géneros como el rock o el garage y su directo resulta un tanto alucinógeno y «speedico», mientras que White Fence resultan un tanto flojos y anodinos en directo.
Father John Misty no dio un mal concierto pero en su directo quedaron en evidencia dos cosas que ya intuíamos: I Love You, Honeybear (2015) es un disco sobrevalorado – solo habla del amor, en un año en donde han salido grandes discos sobre rupturas –; y su personaje resulta impostado, a veces es un imitador hipster y bastante cutre de Nick Cave y otras es solo un artista incapaz de controlar su ego. Por otro lado, Iceage resultaron una plácida bofetada, su punk con auras de hardcore y su actitud en el escenario devolvieron cierta autenticidad a la noche.
Tame Impala se ha convertido en uno de los grupos clave de esta década, referentes de la nueva psicodelia. Con la publicación de Currents (2015), su música apenas tiene que ver con lo que un día Parker esbozó en Ineerspeaker (2010) – partiendo del rock clásico hacia la nueva psicodelia –. Los puntos de fuga ahora son otros: electrónica, R&B, funk y cierta fragancia a blockbuster de ciencia ficción. Esta nueva cara – para nada desdeñable – ha provocado que lleguen a un espectro de público más amplio y eso se notó el jueves en Coura. Y aunque en directo hayan perdido cierta frescura – incluso en aquellas canciones en donde se salían del guión todo sonaba un tanto ensayado, milimetrado y con un sonido muy nítido –, cuando suenan ciertos hits como Apocalypse Dreams o Why Won’t They Talk To Me o Feels Like We Only Go Backwards, el momento de gozo es impagable.
Día 21.
El pop-rock de Grupo de Expertos Sol y Nieve fue muy apropiado para abrir la calurosa tarde del viernes en Coura. Los Allah-Las sacaron al escenario principal su revisión clásica del surf y del garage con reflejos psicodélicos y salieron triunfantes a pesar de ser un grupo que – a priori – se agota muy fácilmente. Waxahatchee, en el escenario contiguo, dio un conciertazo. Su rock alternativo de bajadas y subidas – que a veces recuerda a The Breeders – posee cierta fragilidad contenida, sobre todo en la voz de Katie Crutchfield. Toda una delicia.
De la frescura y juventud de Waxahatchee pasamos a la madurez – 66 años – de Charles Bradley. Su show, muy celebrado por el público, pone de manifiesto su pasión por James Brown y el aura clásico contenido en las performances de los clubs de soul y R&B americanos. Resultó muy agradable aunque su voz ya empieza a agotarse.
The War On Drugs salieron al escenario principal dispuestos a labrarse con bastante oficio el que resultó ser el concierto de esta edición; cierta autenticidad en la ejecución de las canciones modeladas en determinados compases por bucles de improvisación en donde las guitarras se perdían para luego encontrarse, y todo ello sin que apenas se moviese un pelo de la melena de Adam Granduciel. Por otro lado, quedó bastante claro, por si había alguna duda, que Lost in a Dream (2014) es un discazo de principio a fin. La revisión que lleva a cabo del rock ochentero (Born To Run de Sprigsteen) y la actualización de un sonido de por sí muy explotado quedó muy reforzada con su directo.
Día 22.
Abrimos este día de festival con Holy Nothing, trio portugués muy a tener en cuenta por su math rock muy electrónico, resultando una mezcla bastante lograda de Battles y Factory Floor.
Natalie Prass dio un concierto exquisito. Y eso que faltaron algunos de sus temas más elaborados – Christy, It is You –, sobre todo motivado por la incapacidad de trasladar al directo ciertos arreglos de cuerda y de viento. Pero Prass sabe moverse en un escenario y suplir con su presencia la cierta indisponibilidad de medios. Lo de Woods tampoco estuvo nada mal, los vimos a primera hora de la tarde en un concierto secreto en el parque de bomberos presentando su folk pausado y melódico en formato acústico.
Lo de Fuzz tenía muy buena pinta y se pudo vislumbrar bastante garra desde la lejanía. Una pena que estuviese excesivamente lleno; hay que replantearse el poner escenarios alternos cuando se cuelga un sold out.
Luego llegó Lykke Li toda de negro dispuesta a oficiar la última gran liturgia a orillas de Taboao. Su pop barroco y ensoñador triunfó, pero sobre todo por la inmensa cantidad de hits de los que dispone la sueca (versión de Drake incluida). El concierto supo a poco, quizá porque terminó demasiado rápido o porque el tiempo pasó volando. El escenario principal lo cerraba Ratatat. Su rock electrónico resulta demasiado monótono, salvando ciertos pasajes coreados y anunciados por el público. Sin embargo, fue su juego de láseres y su puesta en escena lo que les acabó salvando del tedio más absoluto.
De esta forma cerraba el Paredes de Coura, un festival de cuatro días que en esta edición se ha reafirmado como un punto de encuentro de referencia para los amantes de la música. Un festival localizado en un enclave único que augura futuros sold out en años venideros.
Equipo ColumnaZero
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